‘Mare of Easttown’ es divertida
Un adjetivo así, puesto en medio de una serie que va de gente hecha trizas, tristura postindustrial y secuestros de mujeres, puede sonar frívolo, pero, una vez meditado, resulta certero

Los adjetivos son especímenes muy conservadores y elementales que se pegan a los sustantivos como percebes a las rocas. Uno de los trabajos del escritor consiste en obligarles a decir cosas que no dicen, modificando sustantivos inesperados. Es una tarea difícil en la que casi siempre se fracasa. Por eso, cuando se acierta, el efecto es luminoso como unos fuegos artificiales o devastador como un diagnóstico de cáncer.
Mi amiga Isabel Vázquez, guionista y erudita del cine, dijo que Mare of Easttown es divertida. Un adjetivo así, puesto en medio de una serie que va de gente hecha trizas, madres adolescentes, tristura postindustrial, asesinatos y secuestros de mujeres, puede sonar frívolo o provocador, pero, una vez meditado, resulta certero. Escandaliza a quien tenga un concepto moralista y frívolo de la diversión. Para quien crea que la diversión no es importante o que incluso es inmoral o pecaminosa, como piensa tanta gente, el adjetivo es indefendible. Pero si entiendes la diversión como una forma profunda de gozo, que va más allá de la alegría, de la carcajada y del brindis, puedes tomar por divertidas cosas que, a primera vista, parecen terribles.
En ese sentido, Shoah puede ser más divertida que La vida es bella, de Benigni, aunque Benigni se proponga divertirnos y Shoah, aplastar hasta la última molécula de esperanza que nos quede en el cuerpo. De hecho, la diversión que propone Benigni, en tanto que banal, no tiene ninguna gracia.
Mare of Easttown te divierte en la medida en que trata al espectador con el respeto debido y despliega ante sus ojos y oídos un mundo complejo que vibra en muchas capas. No te ríes, pero gozas con el contacto de algo bello y sutil hecho con materiales feos y de desecho. Voy a usar más y mejor el adjetivo divertido a partir de ahora.
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