‘Esto es un atraco’: Las catastróficas coincidencias que resultaron en el mayor robo de arte de la historia
Un domingo de 1990 una pareja disfrazada con bigotes postizos, robó en un museo de Boston un ‘vermeer’ que hoy se considera la obra de arte perdida más valiosa del mundo
Isabella Stewart Gardner fue, hasta el día de su muerte, una excéntrica coleccionista de arte, una suerte de Peggy Guggenheim menos famosa, que en 1899 mandó construir un palacio veneciano en el centro de Boston. Por fuera, era un edificio tirando a funcionalmente horrible, pero por dentro, tenía un aspecto frondoso, con pasillos y estancias enmoquetadas. Iba a dar cobijo al único paisaje marítimo que pintó Rembrandt, La tormenta en el mar de Galilea, y a convertirse, claro, en museo. Un museo que no debía cambiar un ápice –así lo dejó dicho en su testamento– porque si lo hacía, todo lo que contenía debía mandarse a París y subastarse. Aquel museo era su obra de arte. Y nada debía ocurrirle.
Pero algo le ocurrió. A mediados de los ochenta comenzó en Boston una oleada de asaltos, vinculados con la mafia local, dirigida por dos dos nacionalidades –la irlandesa y la italiana, por su puesto, enfrentadas. Ya entonces, un miembri de uno de los bandos trató de perpetrar un robo a pleno día en el museo de Isabella Stewart Gardner , pero no lo consiguió, aunque sí puso en evidencia los problemas de seguridad de la institución: apenas algunas cámaras y sensores de movimiento, y una laxitud a la hora de contratar vigilantes que permitía que un tipo que celebró allí la Nochevieja con sus amigos continuara trabajando en el centro.
Lo que pasó el 18 de marzo de 1990, el robo del siglo en lo que a arte se refiere, podría no haber pasado si no se hubieran dado una serie de catastróficas coincidencias. La principal, que el vigilante nocturno de más edad no trabajaba aquella noche. “Él no habría dejado entrar a la pareja de [disfrazados] policías”, dice una trabajadora en un momento de Esto es un atraco: El mayor robo de arte del mundo (Netflix), serie documental que reconstruye, a la manera de una novela de Agatha Christie, lo que ocurrió aquella noche y la investigación desarrollada desde entonces, inusualmente torpe.
Porque lo más valioso de la obra, que firman Colin y Nick Barnicle, tan llena de testigos y presuntos culpables, es precisamente la forma en la que se construye. La pareja de hermanos lleva siete años recogiendo las piezas de un rompecabezas que aún nadie ha resuelto. La madrugada de aquel domingo de hace 31 años, uno de los vigilantes, un tal Rick –que apareció con la cabeza absurdamente envuelta de cinta americana a la mañana siguiente, como en una especie de broma entre amigos–, abrió la puerta a la pareja de policías de bigotes postizos que declararon que aquello era un atraco y se llevaron 13 obras de arte, entre ellas, El concierto, de Vermeer, considerada aún hoy la obra de arte perdida más valiosa del mundo (la recompensa que se ofrece por devolverlo es de nueve millones de euros, la mayor de la historia). Y dio comienzo el espectáculo.
La información se dosifica de tal forma que el espectador disfruta viajando en el tiempo. Lo que alumbran los hermanos Barnicle es no solo el caso particular del robo de esas 13 obras de arte –algunas sin tanto valor como en un primer momento se pensó– sino la vida de los cuadros secuestrados. Porque, ¿tienen otra vida que la de ser vendidos al mejor postor? Sí, la tienen.
Como teorizan en la serie, si el capo de una banda está en la cárcel, puede pedirle a alguno de sus secuaces que robe un rembrandt para sacarle de allí. Myles Connor, hijo de policía y reputado ladrón de arte de Massachusetts, lo había conseguido en otras ocasiones anteriores y en el mismo Estado. Un cuadro también puede servir de aval para, por ejemplo, comprar armas, por ejemplo, el IRA, que necesitaba avalar un cargamento ingente. ¿Qué iba a entregar a cambio? ¿El vermeer perdido más valioso del mundo? Aquí despega el documental y abandona al extravagante vigilante nocturno que pudo quedarse con un monet.
La medicina forense ha cambiado mucho en estos 31 años. No se tomó ninguna huella en aquella escena del crimen en 1990. Es más, algunas pruebas, como la cinta americana, se perdieron. La policía, admiten sus fuentes desde el primer minuto, no estaba preparada para algo así. ¿Robos con violencia en licorerías? Los que sea, pero, ¿en un museo? ¿Por dónde empezar a buscar? Esto es un atraco es un documento casi hipnótico que describe el punto ciego de un sistema que considera el arte y todo lo que le rodea un misterio inexplicable y las obras desaparecidas, pedazos de vida que aún siguen viviendo en alguna parte.
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