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CUENTO DE NAVIDAD POR TELEVISIÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una traición a ‘¡Qué bello es vivir!’

La serie bélica ‘Hermanos de sangre’ se convirtió en el plan televisivo navideño que reemplazó al clásico de Frank Capra

Reparto de 'Hermanos de sangre'. En vídeo, tráiler de 'Hermanos de sangre'.Vídeo: FOTO Y HBO
Guillermo Altares

Nora Ephron, periodista estadounidense, personaje de la vida social neoyorquina, escritora de humor, brillante guionista de Cuando Harry encontró a Sally y directora de Tienes un mail, confesó en una entrevista que su plan navideño era siempre el mismo: veía con su marido El Padrino I en Nochebuena y El Padrino II en fin de año. Preguntada sobre la tercera parte, Ephron, tan divertida como sus personajes, respondió muy seria: “Esa no nos gusta”. Falleció en 2012, así que nunca podremos saber si el nuevo montaje de Coppola, que acaba de estrenarse, les hubiese obligado a hacer planes para la noche de Reyes. Su marido era Nicholas Pileggi, una autoridad mundial en el mundo de la mafia, guionista de Uno de los nuestros y de Casino.

Desde aquella remota entrevista, siempre he recordado con envidia el plan televisivo navideño de la familia Ephron –tal vez porque comentar con Pileggi El Padrino debe ser una experiencia inolvidable–, pero nunca he llegado a replicarlo, aunque me lo propongo cada año. La doble sesión de la familia Corleone refleja muy bien un hecho: las películas con las que identificamos la Navidad no son necesariamente filmes festivos como Love actually, que lleva ya casi 20 años sin dejar un ojo seco en los hogares de medio mundo, ni tampoco el clásico navideño por antonomasia, ¡Qué bello es vivir!

Fotograma de '¡Qué bello es vivir!'
Fotograma de '¡Qué bello es vivir!'

No hay que olvidar que durante muchísimo tiempo no se tenía la posibilidad de escoger el programa, sino que había que apañárselas con lo que había. Antes de la era del DVD, ver la gran película de Frank Capra, una asentada costumbre navideña personal, era una pesadilla: normalmente la ponían en la tele, todo hay que decirlo, pero a horas siempre inconvenientes. El plan B era verla en vídeo, en una cinta tan gastada y granulada que ya no se reconocía ni al ángel de la guarda. La invención del DVD debería haber solucionado el problema, pero sirvió para ampliar horizontes y, al final, para traicionar a George Baily y a todos los habitantes de Bedford Falls.

Desde entonces, los planes navideños televisivos se volvieron cada Navidad más raros, aunque ninguno superó al del año del estreno de Hermanos de sangre, la miniserie producida por Steven Spielberg y Tom Hanks sobre el avance desde Normandía hasta Alemania de un grupo de soldados de la 101 aerotransportada durante la Segunda Guerra Mundial. En 2001, cuando se estrenó, ni soñábamos con que existiesen las plataformas digitales y las series tardaban meses en llegar. La compré por Internet y me la guardé hasta Reyes. Me levanté pronto y me vi en un día las 10 horas que duraba la miniserie. Acabé no sabiendo muy bien dónde estaba, horrorizado por la guerra y esperanzado por la victoria de la libertad, sintiéndome amigo de cada uno de los soldados… Y recordaré siempre la frase final que pronuncia el personaje del coronel Dick Winters: “Y no pasa un día en que no evoque a los hombres con los que serví, que no llegaron a disfrutar del mundo sin guerra”. Creo que 2020, el año de la pandemia, merece un maratón similar.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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