“No quiero que los homófobos vean mi serie”: Josh Thomas explica su primer trabajo tras ‘Please Like Me’
El actor y guionista, padre de la nueva sinceridad televisiva, presenta ‘Everything’s Gonna Be Okay’
No se habla lo suficiente de Josh Thomas, el tipo de greñosa melena rubia, voz altibajosa –gallos aquí y allá– y nariz con forma de, dice él, burbuja, que puso en órbita Please Like Me (disponible en Netflix). Estrenada en 2013, tan solo un año después del estreno de su casi gemela Girls, sigue siendo el mejor y más abierto exponente de lo que podría considerarse la new sincerity televisiva, movimiento que exprime a la vez que refleja el mundo, que hace indistinguible al creador del personaje creado, en un ejemplo extremo de la autoficción que lo invade todo desde que vivimos sobreexpuestos. Mejor dicho, desde que lo hacemos falsamente. He aquí el poder de la nueva sinceridad: el de reírse de hasta nuestra última ridícula pretensión de perfección, y de paso, reinventando la comedia y dándole infinitos y sobre todo por fin multidiversos (y sincerísimos) matices al absurdo.
“No sé, ¿no es divertido pensar que puedo cuidar de alguien? Ni siquiera puedo cuidar de mí mismo. Mírame. Mira mi pelo. Es ridículo. Parezco un niño de 50 años, ¿no parezco un niño de 50 años?”. Thomas (Blackwater, Australia, 33 años) se revuelve el pelo en su apartamento de Los Ángeles, y mira a la cámara –la cámara del ordenador desde el que videollama– como si fuera un espejo. Tras el cierre de Please Like Me en 2016, convertida ya en obra de culto, nada se había sabido de Thomas –que escribe y protagoniza y produce todo lo que hace– hasta que se estrenaron los cuatro primeros capítulos de Everything’s Gonna Be Okay en el pasado Serielizados Fest, y después en Filmin. La serie desordena y amplía los elementos de Please Like Me pero mantiene su brillantísimo espíritu, y por supuesto, a Josh, que ahora se llama Nicholas pero sigue siendo Josh.
En Please Like Me su novia le dejaba en el minuto uno y él se acostaba con su primer chico en el 12: nunca antes ha habido tanta naturalidad fílmica en una salida del armario, de hecho, la serie derriba el propio concepto del armario porque Josh va siempre por fuera, es decir, lo que ves es lo que hay y todo es posible y así debe ser. En Everything’s Gonna Be Okay se abre con el propio Josh (aquí, Nicholas) besándose con un chico al que acaba de conocer, y lo hace de forma premeditada. “Me dijo mi madre que igual era un poco fuerte empezar así, ¿no?”, cuenta hoy. “Me dijo: ‘Josh, cariño, ¿no estás dejando fuera a un montón de gente con esa primera escena?’ Y yo le dije que no quería a homófobos viendo mi serie. ¿A qué clase de confusión tengo que jugar? ¡Es absurdo!”, se ríe.
¿Y a quién debe cuidar Josh en esta especie de secuela desordenada? Recordemos que en Please Like Me, Josh debía ocuparse de su madre, que había intentado suicidarse –y no pensemos en un drama, porque nada de lo que toca Thomas se acerca siquiera al dramedy, es pura e inteligente y sobre todo sincerísima comedia–. Bien, aquí el que desaparece del mapa es su padre, que por cierto, vive en Australia –esta es una producción australiana y de ahí su injusta poca presencia global– y él queda a cargo de sus dos hermanastras adolescentes. Una de ellas, Matilda (Kayla Cromer), autista. “Creo que la siguiente barrera a derribar en la ficción televisiva es la de la neurodiversidad”, dice Thomas, que quiso a una actriz autista, y que además quería que el personaje fuese mujer. “A las mujeres con autismo ni siquiera la ciencia las ha tenido en cuenta hasta hace poco, y son maravillosas”, dice.
Se pone a John, su perro, el cruce de lo que parece un cocker con un caniche, estrella de Please Like Me, en las rodillas y le pide que salude a cámara. Su poderoso mensaje, tanto el de que el cuidado consiste en aceptar, respetar y querer, mucho, a quien cuidas, como el de ser, todo el tiempo, sincero contigo mismo y con los demás, se amplifica aquí, gracias al personaje de Cromer, tan especial como al margen de cualquier tipo de convención social, incluida la de la mentira piadosa –algo que en el autismo es incomprensible, el autismo es pura sinceridad, a veces inadecuada–. “Vi Love in the Spectrum, un documental – también australiano y disponible en Netflix– sobre gente con autismo que intentaba enamorarse y me pareció precioso, realmente muy muy especial, y me dije que quería que una de las hermanas de Nicholas fuese así de especial”, recuerda.
La idea era quitar hierro a la adolescencia, y de paso, la vida. “Quiero llevar la comedia a sitios en los que nunca ha estado antes, y pensé que había visto un montón de cosas sobre adolescentes deprimidos, y ya está bien. ¿Por qué lo que nos pasa no puede ser divertido? En todo momento horrible hay un momento divertido, o puedes hacer que lo haya. Deberíamos desdramatizar la adolescencia, ¡deberíamos desdramatizar la vida!”, dice. También dice que quería probarse como padre. “¿Cómo sería tener un padre como yo? ¿Puedes imaginártelo? Mira mi pelo, ¿qué voy a hacer con mi pelo? No, en serio. Me interesa que lo que hago sea intergeneracional. No es que haya adultos comportándose como niños es que ¿no somos todos lo mismo? ¿Y no es divertido? Yo solo quiero divertir, y que la gente me quiera por eso, porque les divierto”, dice.
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