El mechón gris de Susan Sontag
En la melena de Sontag, el mechón tenía los mismos poderes mágicos que cualquier imagen religiosa: era un icono que podía ser venerado, burlado o, simplemente, reconocido
En el vestuario del programa Saturday Night Live tenían una peluca de melena morena con un mechón largo y gris. Era la peluca Sontag, y no se usaba solo para imitar a la escritora del mismo nombre y mechón, sino cada vez que en una escena parodiaban a una intelectual liberal —en el sentido político que ese adjetivo tiene en Estados Unidos— de la Costa Este. El mechón era metonimia y metáfora a la vez de un tipo de personaje público muy reconocible (y no solo por los futuros votantes de Trump). Susan Sontag lo encarnaba mejor que nadie. Según Benjamin Moser, el autor de la biografía que acaba de publicarse en España y con la que ganó el Pulitzer, fue la primera y última representante de su especie.
Tanto en la peluca como en la melena de la Sontag real, el mechón tenía los mismos poderes mágicos que cualquier imagen religiosa: era un icono que podía ser venerado, burlado o, simplemente, reconocido. Por eso, representaba a la vez un éxito y un fracaso. El éxito era el de la Sontag famosísima, inspiración y modelo de tantos, aunque la mayoría no la leyesen. El fracaso era también el de la escritora que dedicó toda su vida a vindicar la individualidad más salvaje e irreductible, escapando a cualquier etiqueta, y acabó etiquetada en ella misma, reducida a su propia metáfora, ella, que tanto combatió las metáforas.
Ahora que la enfermedad y sus metáforas ocupan toda la escena; cuando los chivatos y las viejas del visillo viven su año de gloria prejuzgando a todo quisque y criminalizando cualquier conducta no virtuosa, y los generales de las guerras culturales hacen levas para que cada cual diluya su personalidad en el bando racial o sexual que más le convenga, el mechón de Sontag brilla con mucha fuerza nostálgica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.