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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La incredulidad se instala en ‘Supervivientes’

Los propios colaboradores de Telecinco ponen en duda la autenticidad de un flirteo

La gala de 'Supervivientes', el domingo pasado.
La gala de 'Supervivientes', el domingo pasado.DIEGO PUERTA (GTRES)
Tomàs Delclós

La fantasía léxica que hay en los realities de Telecinco es sorprendente. Con Gran Hermano consagraron la expresión edredoning para referirse al acercamiento íntimo de una pareja. Los protagonistas están vigilados por las cámaras, nocturnas si conviene, y protegen con un edredón una intimidad que, con su permiso, saben vulnerada… muchas veces para no hacer lo que el espectador se imagina que hacen. De aquí viene el neologismo que se ha incorporado al vocabulario de la audiencia de Telecinco. Un concepto festivo si no se produce la gravísima deriva de abusos sexuales que estudian los tribunales. Ahora, con Supervivientes, más que una sinécdoque se utiliza una metáfora para referirse a la misma circunstancia. Se habla de que han hecho una carpeta, un carpetazo. Sería realmente difícil exportar a una playa de Honduras el concepto elaborado en Gran Hermano. Abriga demasiado. Para alegría de la audiencia ya ha habido una carpeta entre Hugo Sierra e Ivana Icardi.

La rapidez con que se ha producido, al poco de llegar a la isla, casi sin tiempo para intimar, hace pensar en una táctica de los dos protagonistas del episodio para dar lo que se quiere de ellos. Y son una pareja experimentada. Ella intervino en el Gran Hermano italiano del año pasado y es la ex de un compatriota, Gianmarco, que ahora también deambula por Telecinco. Él ha ganado un GH local y desde el inicio del actual Supervivientes es uno de los platos fuertes cocinados por Telecinco porque lo han hecho coincidir en el programa con su exsuegra. Para rematar la escena, Gianmarco sale con la ex de Hugo, ganadora del último GH. Empieza a haber una llamativa endogamia en la familia de Mediaset. En Navidad no cabrán en ninguna casa, de tantos que son y de tanto como se necesitan, para pelearse, para enamorarse o para simularlo.

Pero lo más llamativo de todo no es que ellos puedan hacer teatro, sino que en los programas de la propia Telecinco más de un colaborador se dedica a difundir la sospecha. “Es una película, no me creo nada”, comentó otra concursante, Yiya. Por su parte, Joaquín Prat, en el programa de Ana Rosa y viendo “el carpetazo más precoz de la historia de Supervivientes”, afirmó sin tapujos que era un montaje, una mentira, una tomadura de pelo. El propio Gianmarco, que de esto sabe lo suyo, tuiteaba que solo habían pasado cuatro días y ya tenía que ver “esa payasada” que considera una broma de carnaval. Realmente, la pareja ha forzado la veracidad dando a la historia una velocidad inapropiada.

Y en Sálvame no tienen problema para decir que “es una construcción para el reality” y llegan a reconocer que “necesitamos estos contenidos”, agradeciendo implícitamente la comedia a la pareja. En su campaña de refuerzo de Supervivientes, el programa de la tarde no escatima en titulares llamativos. Por ejemplo: “Su enamoramiento nos huele mal” o, reproduciendo la expresión de una concursante, “abrimos el cajón de la mierda” (sic). Parece ser que no hay un mortal que crea en la verdad de la relación. Y si la propia Telecinco permite manifestaciones tan contundentes sobre la falsedad sentimental de los apareamientos en sus realities es señal de que la audiencia no pide autenticidad. Quiere que le cuenten un cuento.

Por esta misma razón, ha acabado en nada un juicio de los colegas de Lydia Lozano a la colaboradora de Sálvame que han hecho durar días y días porque dio una falsa noticia rosa contaminada por una fuente. El error es una minucia si, sobre todo, se compara con el terrible desliz que cometió en 2005 (dando por viva a la hija desaparecida de Al Bano y Romina Power). Pero este patinazo rosa ha servido para organizar un sacramental con la Lozano de culpable y mártir llorosa. A pesar de las apariencias, no se perseguía una mala práctica profesional, era como un sacrificio ritual. La prueba es que Lozano sigue en la emisora. El gancho estaba en el espectáculo de la reparación de una equivocación sobre un asunto menor pero que, parece ser, es de gran importancia en el mundo rosa. No por eso el espectador se fiará menos de lo que digan. Porque no se trata de que se lo crea. Se trata de entretener con la construcción de un juguete lleno de desamores, infidelidades, peleas, reconciliaciones… de una galería de personajes cómplices. Una construcción, eso sí, con algunos arquitectos muy profesionales.

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