El indivisible tándem de Galicia y la droga
La segunda y última temporada de Vivir sin permiso es, sin duda, lo mejor de la programación de Telecinco
No deja de ser sorprendente que la serie más vista en Netflix en España sea Vivir sin permiso, sorprendente porque también la emite en abierto Telecinco, una cadena que hace tiempo entró en los anales de la vulgaridad. Hablamos de una empresa capaz de abrir sus informativos mañaneros, el de ayer martes, sin ir más lejos, con el rescate de una niña en China que colgaba peligrosamente de un décimo piso o que llena su parrilla de concursos en los que se busca deliberadamente la bronca y el sufrimiento de los concursantes. Dicho lo cual, la cadena obtuvo unos beneficios superiores a los 200 millones de euros el pasado año. Está claro que algo huele a podrido no solo en Dinamarca.
La segunda, y última, temporada de Vivir sin permiso es sin duda lo mejor de su programación. Una historia basada en un relato de Manuel Rivas que transcurre en la región ficticia de Oestes por más que las localizaciones se sitúen en las Rías Baixas, un enclave geográfico coherente con uno de los elementos esenciales de la trama: el narcotráfico. Galicia y la droga parecen ya un tándem indivisible: hasta el moderado con mayorías absolutas Núñez Feijóo compartía en otro tiempo viajes y vacaciones con Marcial Dorado, un capo del contrabando. La segunda temporada resulta más entretenida que la primera. La acción predomina sobre las historias sentimentales. Se incorporan mafiosos mexicanos, guerras entre clanes y planes maquiavélicos para destruir a los rivales, todo ello con dos coprotagonistas fundamentales: los paisajes y el impresionante pazo A Toixeriña, en Moraña (Pontevedra), dedicado mayoritariamente a bodas, bautizos y primeras comuniones, dos elementos tan importantes como Jose Coronado, Álex González, Claudia Traisac o el extraordinario Luis Zahera.
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