¿Una batería portátil solar ahorra en la factura de la luz? Esto es lo que he aprendido durante un mes de uso
La autora ha utilizado una batería con carga solar para conectar el ordenador, la cafetera o secarse el pelo. ¿El objetivo? Comprobar si podía reducir el consumo eléctrico
Con la subida del precio de la luz, algunos fabricantes de baterías portátiles de gran capacidad (las mismas que se suelen emplear en las furgonetas tipo camper o en las acampadas al aire libre), empezaron a promocionar sus productos, sobre todo los provistos de paneles solares para su carga sin necesidad de red eléctrica, como una alternativa para ahorrar en la factura alimentando pequeños electrodomésticos y otros aparatos en casa. Debo confesar que me pudo la curiosidad. ¿De verdad sirven para este uso? ¿Es algo útil y práctico? ¿Ayuda realmente a ahorrar? ¿Funcionan con cualquier dispositivo? Con estas preguntas en mente, y aprovechando que ya hay muchas más horas de luz y en mi terraza da el sol prácticamente todo el día, decidí probar un conjunto de este tipo para comprobar personalmente si servía para poner una lavadora, cocinar con una placa eléctrica o utilizar el ordenador.
Fácil instalación
Las pruebas comenzaron hace un mes, con una batería de 512 Wh y una potencia de 500 W ampliable a 1000 W, acompañada de un panel solar de doble cara (es decir, que también genera energía desde su parte trasera) y 220 W de potencia. La instalación de los dispositivos se hace rapidísimo: en este caso, tardé menos de 10 minutos en tener la batería cargando al sol. Es el tiempo necesario para sacar los dos componentes de sus respectivas cajas y conectarlos uno a otro. El modelo que he estado utilizando (un EcoFlow RIVER 2 Max) tiene el tamaño de una batería de coche y posee dos enchufes, además de puertos USB, para conectar distintos dispositivos. En su parte central posee una pantalla a color en la que muestra en todo momento el estado de la carga o el tiempo de autonomía restante en función de para qué se esté utilizando; y se completa con una aplicación móvil que también permite ver el estado de la carga o cuánto tiempo queda aproximadamente para que esté completa.
La primera vez necesitó unas cinco horas y media al sol directo para llenarse, aunque no todos los días fueron iguales: en función de si había nubes o no, incluso alcanzó las 8 horas en el proceso. Antes de utilizarla, tuve que analizar calculadora en mano las cifras de potencia y consumo de los dispositivos de casa para ver para qué podría utilizarse exactamente. Por ejemplo, el consumo orientativo de un lavavajillas es de entre 900 y 2300 W; el de un horno oscila entre 800 y 1200 W; la vitrocerámica entre 900 y 2100 W; y la lavadora entre 1500 y 2000 W. Esto supone que los electrodomésticos cuyo uso tiene más peso en la factura de la luz no serían adecuados para esta batería. Sí podría servir para una nevera que consume –en sus versiones más eficientes– alrededor de 600 W al día, o un televisor, estimando un consumo de entre 150 y 400 W. ¿Qué ocurre cuando se conecta alguno de estos aparatos y la batería no es apropiada? Se apaga con un mensaje de ‘sobrecarga’.
Las primeras pruebas las realicé conectando el ordenador de sobremesa y el monitor con los que trabajo habitualmente. La batería estaba cargada al 100% y, con un consumo que se mantuvo estable aproximadamente en 63 W, conseguí trabajar unas 5 horas. A partir de ahí, fue necesario volver al método ‘tradicional’. Luego, la utilicé para secarme el pelo y pasarme la plancha, plastificar algunas manualidades, calentar la comida en el microondas… Y así a diario durante un mes completo, probando distintos aparatos. Para dar algunos detalles más de su autonomía: si el consumo es de 140 W, se extenderá hasta 3 horas; 300 W suponen algo menos de hora y media de autonomía; y los 800 W totales de la batería, aproximadamente 20 minutos. En conclusión: es más que adecuada para cargar dispositivos móviles, utilizar un ordenador, secarse el pelo o poner unos minutos el microondas. Pero no sirve para poner una lavadora o una secadora, y tampoco me resultó muy apropiada para cocinar en una placa vitrocerámica portátil.
¿Sí o no?
Hace solo unos días recibí la factura eléctrica —con una tarifa de mercado libre por la que siempre pago la misma cantidad, sea la hora que sea y el día que sea— correspondiente al periodo entre el 15 de febrero y el 15 de marzo. La diferencia de coste con respecto al mes anterior era de aproximadamente 3 euros y 15 KWh menos de consumo; cifras que no permiten sacar ninguna conclusión.
Este “ahorro” no hizo otra cosa que reafirmar mi opinión sobre utilizar estas baterías en el hogar: no es un sistema práctico. Aunque pesan poco, llevarlas de un lado a otro y estar pendiente de cuánta autonomía les queda es incómodo. Y también tener desplegadas continuamente las placas solares en la terraza, porque hay que cargarla a diario. Por si eso fuera poco, el desembolso necesario para adquirir una batería de este tipo con su panel solar no se amortiza en años: el conjunto de Ecoflow requiere una inversión de 1.198 euros (599 euros de la batería y otros 599 euros del panel); cifras similares a las propuestas de otros fabricantes como Anker o River.
La única opción por la que podría plantearme utilizar una en casa es si se puede hacer una instalación fija, es decir, que haya posibilidad de que esté todo el día conectada a las placas solares y al dispositivo que desee alimentarse a la vez. En un supuesto como ese, la firma promete que llega a proporcionar hasta 1,5 kWh al día, aunque no hemos podido probar este punto. También es un dispositivo interesante como sistema de alimentación ininterrumpida conectado siempre a la corriente eléctrica: de esta manera, ante un corte de luz el ordenador no se apagaría o el filtro de un acuario permanecería siempre funcionando, por citar un par de ejemplos.
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