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Un estudio de un exempleado de Meta asegura que las medidas de protección para adolescentes de Instagram no funcionan bien

La investigación, en la que también participa una universidad, revela que la seguridad para menores en la aplicación no se ajusta a lo prometido por la compañía

Medidas de protección para adolescentes en Instagram
Jordi Pérez Colomé

Instagram ha anunciado a lo largo de los años más de 50 medidas para proteger a menores. ¿Funcionan como prometían? Muy pocas. Un grupo de investigadores promovidos por el exempleado de Meta Arturo Béjar, que ya denunció las prácticas de la compañía, ha analizado 47 de esas funciones: 30 no funcionan, ya no existen o son muy fáciles de sortear y otras 9 tienen limitaciones. Solo 8 funcionaría como estaba previsto. El informe se titula Cuentas de adolescentes, promesas rotas.

Algunas de esas funciones son las que impiden a adolescentes ver determinados contenidos violentos o sobre dietas y sexo, recibir mensajes de adultos sospechosos o crear una cuenta con menos de 13 años y que sus vídeos circulen libremente por la red. La investigación ha sido corroborada por académicos de la Universidad Northeastern (Boston, EE UU). En el informe han participado también tres organizaciones de padres preocupados por la salud digital de adolescentes.

Meta disputa las conclusiones del estudio y lo acusa de “tergiversar una y otra vez” su trabajo de protección para adolescentes. La compañía lanzó en diciembre en España las cuentas para adolescentes en Instagram. El pasado jueves llegaron también para Facebook y Messenger. El estudio investiga tanto estas nuevas cuentas como otras funciones específicas para menores.

“Cuando empecé a comprobar qué cosas funcionaban y cuáles no, mi intención era solo hablar de todo ello de forma precisa, pero me sorprendió mucho descubrir que todo estaba tan mal”, asegura Béjar a EL PAÍS por teléfono. Contactó entonces con un centro de la Universidad Northeastern dedicado al análisis de amenazas digitales. Siguieron su método habitual para detectar problemas, pero esta vez dedicados a adolescentes e Instagram: aislar cada una de las funciones, diseñar pruebas controladas y observar el posible comportamiento de jóvenes y padres.

Para Meta, esto no es suficiente para entender el funcionamiento real de Instagram: “Los adolescentes bajo estas protecciones [de las cuentas para adolescentes] vieron menos contenido sensible, recibieron menos contactos no deseados y pasaron menos tiempo en Instagram por la noche”, dice la compañía, que en junio anunció que los adolescentes “habían bloqueado cuentas 1 millón de veces y denunciaron otro millón por avisos de seguridad” de la red. El problema es cuál es la proporción real de este millón sobre el total de cuentas sospechosas que hay realmente rondando por la app.

Béjar ha compartido con EL PAÍS vídeos y capturas donde se ven niñas de 8 y 10 años replicando un vídeo donde dicen su nombre, su edad, su altura, su signo del zodíaco y otros detalles. Muchos de esos vídeos, según ha podido comprobar este periódico, siguen accesibles hoy en Instagram para usuarios adultos. La edad mínima para tener cuenta en Instagram es 13 años.

“Encontré niñas de 8 y 9 años que hacían vídeos que para ellas serán algo inocente”, asegura Béjar, “pero esta red los distribuye a pedófilos”. “El peor de todos era de una niña que copiaba otro vídeo que decía: ‘Pon un corazón rojo si piensas que soy mona. Uno amarillo si estoy bien. Y uno azul si crees que soy fea’. Tenía un millón de visualizaciones. Y otra niña como de 7 y 8 años lo copió y lo vieron 250.000 veces y había comentarios de hombres [con el emoji] de una lengua lamiendo, de cosas horribles”, añade. El informe incluye capturas de pantalla de algunos de estos vídeos.

De triunfar en Silicon Valley a denunciar

Béjar dejó Meta en 2015 tras seis años y luego trabajó como consultor externo entre 2019 y 2021. En 2015 fue escogido por este periódico como uno de los 20 latinos que “triunfaba en Silicon Valley”. En 2023 declaró en el Congreso de EE UU sobre cómo su hija menor recibía mensajes de adultos en Instagram que intentaban tener una relación con ella.

Meta rebate que algunas funciones han cambiado de denominación o que hay funciones que dependen de quién manda el mensaje primero o de si el adolescente denuncia o limita lo que ve. Para Béjar ese enfoque es equivocado. Todas las tecnológicas saben cómo forzar a los usuarios a activar funciones de sus apps: depende del color del botón, del lugar, del número de clics que requiera. Si las limitaciones no se colocan en espacios destacados y con un lenguaje acertado, no se activan. “Tú sabes cuando la compañía quiere que uses algo“, dice Béjar. ”Saben también cómo hacer que no uses algo, lo complican, lo hacen difícil”, añade. Esto era parte de su trabajo cuando estaba en Meta: cómo hacer que el lenguaje se adecuara a los jóvenes. Quizá para ellos “reportar” es demasiado similar a chivarse o delatar y necesitan otro tipo de mensaje, por ejemplo.

El informe está dividido en cuatro grandes apartados: conducta y contactos inapropiados, contenido sensible, tiempo de pantalla y uso compulsivo, y verificación de edad y contenido sexualizado. La categoría con peores resultados para Instagram es la de contenido sensible, donde todas las funciones han recibido una valoración negativa: es demasiado fácil para los jóvenes ver contenido violento, sexual (dibujos y descripciones) y vídeos que promocionan las autolesiones o las dietas radicales.

Peor en español

El trabajo está en inglés, pero Béjar es también hispanohablante: estas búsquedas son mucho peores en español, asegura, y en otras lenguas que no sean inglés. “No anticipé que si empezabas a escribir en español ‘Quiero m’ me iba a recomendar escribir ‘Quiero matarme y quiero matar a otra persona”, dice Béjar. “En mis pruebas no funcionaba nada en español. En otras lenguas imagino que aún peor. Podías buscar en español ‘quiero adelgazar’, y te recomienda pastillas, siempre desde dispositivos activados con cuenta de adolescente. También probé en español ‘eres una puta, suicídate’ como comentario y no pasó nada”, añade.

Uno de los objetivos de los autores de este informe es que este método de investigación se convierta en habitual para el sector. “Las pruebas independientes de simulación de situaciones deberían convertirse en práctica estándar, llevada a cabo no solo por investigadores, sino también por reguladores y sociedad civil”, dice el informe. “Tratar las funciones de seguridad con el mismo rigor que la ciberseguridad aplica a otras tecnologías críticas es la única manera de saber si las plataformas cumplen sus promesas”.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.
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