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Vision Pro: dudas y logros de las carísimas gafas de Apple

La compañía tecnológica presenta su gran apuesta para el futuro de los ordenadores: la “computación espacial”

Tim Cook, presidente ejecutivo de Apple, posa junto a un modelo de las gafas Apple Vision Pro, tras la presentación del producto en la Apple Worldwide Developers Conference el 5 de junio.Foto: JUSTIN SULLIVAN (GETTY IMAGES VIA AFP) | Vídeo: EPV
Jordi Pérez Colomé

Apple presentó este lunes uno de los secretos más esperados de la tecnología reciente: sus gafas de realidad aumentada, las Vision Pro. Llegarán en 2024 solo a EE UU y a “otros países” a lo largo del año siguiente. El precio fue una certeza contundente: 3.500 dólares (3.270 euros de hoy). Es caro, pero Apple presumió de haber creado un producto impecable con más de “5.000 nuevas patentes” que ha tardado “años en hacerse”. Un puñado de ingenieros y diseñadores fueron este lunes libres para presumir de ese objeto oculto en el que habían trabajado tanto.

A partir de ahí, ya hay más dudas que certezas. De momento apenas las han probado durante 30 minutos un puñado de periodistas e influencers tecnológicos que asistieron al acto. Y sin poder grabarlo. Estas son algunas de las dudas o preguntas que genera el nuevo aparato, destinado a ser, según Apple, la nueva plataforma de la “computación espacial”, después de la personal (el Mac) y la móvil (iPhone).

1. Las fotos que no salieron. Tim Cook, presidente ejecutivo de Apple, inició la presentación de las Vision Pro, que duró 40 minutos. Luego se hizo fotos al lado de las gafas, pero no, y esto es importante, con las gafas puestas. Ni él ni ninguno de los ejecutivos de Apple que hablaron se las pusieron. ¿Por qué? Quizá para evitar memes. Tampoco salió ninguna foto de alguien con las gafas por la calle. Todos estaban en espacios cerrados y con apenas movimiento. Solo un padre chuta un balón flojito a una niña pequeña u otro se arrodilla para hacer una foto.

Una tercera foto que tampoco se pudo ver fue la de alguien haciendo algún tipo de ejercicio físico, que es una de las grandes ventas de las gafas de Meta. Apple tiene fama de lanzar un producto y esperar a ver hacia dónde lo llevan los usuarios y desarrolladores.

2. Las palabras que no se dijeron. Ya se sospechaba que no iban a decir “metaverso” en toda la presentación. ¿Pero qué otra expresión apenas se empleó? “Realidad virtual”. Estas gafas están diseñadas para convivir con el mundo, no tanto para salir de él. Aunque también tendrá esa opción para ver películas en 3D o jugar a videojuegos. Meta puede respirar algo más tranquila después de comprobar que las Vision Pro aspiran a otro tipo de uso, aunque parezcan claramente mejores. Las gafas Quest Pro de Meta se lanzaron a la venta por 1.800 euros, si bien más tarde bajaron hasta los 1.200.

3. El gran éxito. En los artículos o vídeos de la gente que las ha probado destacan dos cosas por encima de todo: el rastreo del ojo y la mano y la definición en las imágenes. Las gafas no vienen con mandos incorporados, sino que detectan dónde miras y haces clic con los dedos. Ese clic es juntar índice y pulgar: ¿se convertirá en meme ese gesto? Para escribir, se puede hacer clic en teclados virtuales o directamente hablar.

Un problema general de las gafas de realidad aumentada era la baja calidad con la que se veían tanto el mundo exterior como las imágenes. Apple parece haberlo resuelto. Por ejemplo, no era fácil leer texto en un navegador por la falta de resolución, pero las Vision Pro presumen de que lo hacen posible.

4. El gran escalofrío. La superficie de las gafas es opaca. Para ver el entorno desde dentro, unas cámaras miran hacia fuera y reproducen el contenido en la pantalla. Según quienes lo han probado, se ve muy bien, aunque no deja de ser vídeo: no es la realidad.

El nuevo problema surge desde la perspectiva contraria: la gente que ve desde fuera a quien lleva las gafas. El aparato “emite” los ojos en la superficie de las gafas e imita su movimiento. Provoca un efecto ojos saltones, como los minions, que promete grandes bromas. Si el usuario de las gafas está mirando una película, desde fuera no se le ven los ojos, pero en el momento en que hay interacción con el exterior, saltan sus ojazos.

5. Latencia, incomodidad y mareo. Un gran problema de las gafas de realidad virtual hasta ahora era la incomodidad y el mareo. Apple ha resuelto, parece, uno: el mareo. La sensación de inquietud la provocaba la latencia. La computación en las gafas no va suficientemente rápido y la microdiferencia temporal entre lo que esperamos ver y vemos produce mareo. Esa latencia se ha reducido enormemente en las Vision Pro, según quienes la han probado.

Pero sigue siendo un trasto pesado, que puede llevar una diadema para que sea más asumible. Las gafas son de metal y cristal, no de plástico, que es más burdo, pero pesa menos. ¿Quién querrá trabajar durante varias horas con una especie de casco de moto en la cabeza? Como es lógico, ya hay memes:

6. ¿Convencerá al público? La gran duda solo la resolverá el tiempo: cuánta gente creerá que estas gafas son indispensables en su vida. Solo por el precio, esa cifra será inevitablemente pequeña en los primeros años. ¿Pero se irá expandiendo la sensación de que “debes tener unas gafas de esas” con los años, como ocurrió con el iPod, el iPhone o el iPad?

El precio bajará irremediablemente y quizá también el tamaño y el peso. También mejorará la vida de la batería, que ahora es de 2 horas y encima debes llevarla en el bolsillo conectada con un cable. Pero está por ver si socialmente evolucionaremos para agradecer tener pantallas enormes donde trabajar, estar en casa grabando el cumpleaños de nuestros hijos en 3D e incluso si querremos darnos paseos con ellas. La idea es que sea un ordenador que podamos llevar de viaje, por ejemplo, sin necesitar nada más. Esa es una de las mejores opciones de futuro: ¿cómo se acabarán usando esas gafas, si es que se usan mucho?

7. Una experiencia tristemente individual. Quizá la sociedad cambie, pero las Google Glass ya eran más pequeñas y fueron exterminadas porque a nadie le gustaba estar cerca de alguien que pudiera grabarte. Estas gafas también hacen exactamente eso. En la presentación, aparece un padre grabando a sus hijas con las gafas puestas. El móvil hace algo así, pero separa, no aísla.

Lógicamente, son gafas para experiencias individuales: es triste ver en la presentación a un padre recordando momentos con sus hijos, para “revivirlo”, como si ya no pudiera hacerlo en la vida real. Las películas son también muy bonitas, pero no puedes compartir con nadie que las estás viendo. ¿Habrá que tener tres gafas en casa y dar al play todos a la vez?

Para contrarrestarlo, Apple enseñó el Facetime, una aplicación de videollamada, como una de las grandes aplicaciones de sus gafas. Resolvió también la gran pregunta sobre cómo te ven los otros si llevas las gafas: ven una reproducción digital de ti que se mueve según las expresiones faciales que las cámaras detectan. No es un avatar feo como el del metaverso, pero tampoco es tu propia cara. ¿Y eso mejora mucho la experiencia de Facetime frente al móvil o el ordenador, además de no tener nada en las manos y poder moverte?

8. ¿Y la privacidad? Apple presumió de su protección de la privacidad, como siempre. Ha sido uno de sus fuertes con el iPhone y a la compañía le sirve para distanciarse de Meta, que vive de la publicidad. Nada de lo que grabes saldrá del dispositivo, aseguraron. Pero para usarlo, la identificación personal será el iris de cada usuario, que parecía la última frontera de la individualidad. Hay una empresa llamada Worldcoin, cofundada por Sam Altman, que pretende recopilar los iris de toda la humanidad para poder identificarnos a todos. Es presuntamente una mala idea, ¿pero si Apple lo hace directamente con sus gafas? Ya no parecerá un problema tan importante.

Sea como fuere, esto es la versión inicial de un producto revolucionario fabricado por una empresa que se ha ganado, por lo menos, el beneficio de la duda. ¿Escribiremos artículos así con gafas e inteligencia artificial generativa en 2030? Al menos, las cosas ya no serán como en los 80 y 90, cuando una célebre petición de los padres era: “Niña no te acerques tanto a la tele”. Igual acabamos llevando una encima de los ojos.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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