El desafío de la tecnología para detener la despoblación rural
La Fundación Cotec dirige un festival de innovación para impulsar la actividad en los pueblos
Hacía muchísimos años que Otero de Herreros (Segovia, 900 habitantes) no veía tantos niños. Autobuses y autobuses con hasta 600 escolares acuden a esta localidad cercana a la sierra segoviana para enseñarles a los alumnos, en su mayoría de escuelas rurales, cómo la tecnología desempeñará un papel clave para que su generación no tenga que exiliarse hacia lo urbano, como hicieron tantas que la precedieron. La Fundación Cotec ha preparado un festival de innovación para mostrar cómo las nuevas tecnologías puede tener impacto en zonas despobladas, como esta de Segovia, rodeada de páramos yermos. El encuentro, que reúne iniciativas dispares unidas con ese objetivo, lo ha inaugurado el rey, Felipe VI, que ha visitado los puestos para conocer estos proyectos.
La feria, bajo el nombre Imperdible 05, incluye toda clase de actividades para calibrar cómo la informatización y la automatización tienen mucho que aportar para, primero, retener el éxodo rural y, después, atraer a los desbordados por la exigencia urbana. Los chavales corretean entre las atracciones mientras les explican desde cómo crear empleo en el sector primario y en el turístico gracias a la lavanda en Tiedra (Valladolid), cómo los gusanos sirven como nutritivo y hasta sabroso alimento y generan 250 puestos en Salamanca o las funcionalidades de la realidad virtual, las impresoras 3D o las reconstrucciones digitales para que las localidades en riesgo demográfico y sus negocios tengan una válvula de escape.
El foro de Cotec ha reunido a menores, para enseñarles cómo hay esperanza en los lugares de los que proceden, y a mandatarios como responsables de las decisiones que estimulen la ruptura de esta dinámica. Además de Felipe VI, la ministra de Transición Ecológica y vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera (PSOE) y el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), han recorrido con gran expectación los puestos y los ingenios que cada uno ofrecía. Uno de los triunfadores, quizá porque regalaba trozos de mazorca de maíz a la plancha, correspondía a la empresa Huercasa, asentada en la provincia segoviana desde hace más de 40 años y que propicia unos 400 empleos en temporada alta, en su mayoría para mujeres. Ana San Romualdo detalla que la compañía ha basado su crecimiento en darle valor a la materia prima para, mediante un proceso tecnológico basado en el calor, conseguir que se pueda embalar durante meses y que el maíz no se deteriore en apenas unos días. “También creamos un festival de música country para que la gente de allí disfrute de la cultura, que no solo está en las grandes ciudades”, destaca San Romualdo, que cree que los pueblos tienen en la modernización “una oportunidad para diferenciarse”.
La presencia de unas gallinas en la entrada a la nave habilitada para acoger estos emplazamientos también ha despertado la curiosidad de los alumnos, aunque estas, escurridizas, evitaban sus caricias. El gallinero corre a cuenta de Voluta.coop, una entidad creada por dos jóvenes ingenieros, de 28 y 31 años, que tras ahogarse “en el confinamiento, atrapados en pisos con vistas a un patio de luces”, decidieron dar un paso hacia lo que les apasionaba: el medio rural. Uno de ellos, Axel Pena, considera que la “dinamización rural” que ayude primero a retener y luego a atraer habitantes se puede conseguir con talleres como los suyos, que incluyen formaciones en competencias digitales para modernizar algo tan sencillo como los gallineros, que se pueden controlar de forma remota. “La tecnología nos ha alejado de los pueblos y nosotros queremos que ahora sea lo contrario”, expone Pena, que ha bautizado su plan como “Gallinas al rescate” para incentivar esos territorios tanto en la agricultura y la ganadería como en el turismo.
Unos metros más allá se encuentra Sara Donoso, parte de la Agencia gallega de innovación, que incide en cómo Galicia también cuenta con amplias zonas despobladas y que gracias a estos impulsos se consiguen entender para paliar estas carencias. Es así cómo buscan aunar los métodos tradicionales de producción con el reciclaje o la economía circular, un concepto muy repetido este viernes en Segovia, hacia una “cooperación que tenga una repercusión positiva en la naturaleza”. Así es como de antiguas mallas de pesca o chatarra se construyen sillas o se crean esponjas a partir de restos vegetales. De Málaga ha venido José Manuel Salado, que presenta Crafteando, un proyecto que a través del videojuego Minecraft permite generar recreaciones realistas de cómo sería una zona de un pueblo si se construyeran nuevos elementos, como piscinas, canchas u hospitales, principales demandas de la joven audiencia. “Fundimos la representación con la realidad para plantearles a los Ayuntamientos cómo hacerlo”, asegura Salado, que cree que así se fomenta un “conocimiento desde abajo” para que “desde arriba” se puedan acometer las ansiadas reformas.
La tierra también da sus frutos, animales en el caso de Tebrio, una compañía salmantina que a base de criar miles de gusanos ha conseguido afianzar unos 250 puestos de trabajo. El público infantil primero recela de los insectos, pero pronto descubre que estos alimentos, crujientes y con sabor a vainilla, no están tan mal y sirven como sustento natural para los piensos de la ganadería de una forma sostenible, como ensalza Adriana Casillas. El “Tenebrio molitor” o gusano de la harina permite reducir la huella de carbono e interesar a niñas como Mara Amat, Sara Maya y Vega Domínguez, de entre 10 y 11 años. Ellas vienen de El barco de Ávila (Ávila) y afirman, con la lección bien aprendida, que las placas solares o los aerogeneradores son el futuro para el mantenimiento energético de sus comunidades. Mara presume de tener instaladas ambas opciones, junto a un espléndido huerto, en su casa.
Los nuevos tiempos, representados en que muchos de los escolares sacan su móvil para hacerle fotos al monarca, se dejan notar también en los negocios surgidos lejos del asfalto. Tiedra de lavanda, asentada en Tiedra (Valladolid), aporta olor a lavanda a todo el recinto y ha llenado el Instagram de famosos y no tan famosos gracias a sus 450 hectáreas de terreno agrícola dedicadas a esta planta aromática. Allí los Fonseca han conseguido generar actividad tanto en lo primario, referido al cuidado de estos campos morados, como en lo turístico. Esos grupos atraídos por el postureo también hacen pernoctas, consumen en restaurantes o visitan la comarca, de modo que se cierra el círculo. Los responsables de la empresa añaden que este invierno van a incorporar gafas de realidad virtual para que hasta en invierno, cuando las plantaciones no tienen flor, los viajeros puedan saber cómo quedaría.
La algarabía interior contrasta con la quietud de Otero de Herreros y su entorno, poco dados a semejante jaleo. Juan Santamaría, un vecino de las proximidades, mira con curiosidad todo el revuelo que se ha montado. Santamaría, veterinario de profesión, confía en la innovación para hacer crecer al campo y amortiguar la despoblación, pero matiza: “Esto está muy bien, pero falta lo de abajo”. En su casa, como en otras tantas en Castilla y León u otras comunidades afectadas por estas carencias, no llega bien Internet y han de recurrir al satélite. “¿Cómo se van a quedar los jóvenes?”, reflexiona el hombre, que lanza una advertencia para cuando acabe el festival y tanto festejo: “Hay que hacer más que parecer, ya no vale solo con quedar bien”.
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