Artigas: “Es una lástima que no usaran la ‘app’ Radar Covid todas las comunidades autónomas”
La secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas, sostiene que la aplicación de rastreo, que tan solo notificó 150.000 infecciones desde el arranque de la pandemia, “ya cumplió su función”
El actual Gobierno se constituyó en la segunda semana de enero de 2020. Dos meses después, España estaba confinada. La pandemia ha protagonizado desde entonces buena parte de las acciones de gobierno. Lo sabe bien la secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas (Vilassar de Mar, 1968), pese a que su departamento, dependiente del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, se antoje al margen de las cuestiones sanitarias. Muy al contrario: al poco de asomar la covid capitaneó el desarrollo de una aplicación de rastreo de infectados, Radar Covid. Y este año, el Plan de Recuperación ha puesto en sus manos más presupuesto del que jamás imaginó cuando le ofrecieron el cargo.
Eso no ha arredrado a Artigas. Esta ingeniera química, que antes de entrar en la Administración fue emprendedora y ejecutiva de Telefónica tras venderle a la multinacional su empresa emergente Synergic Partners, defiende que los fondos europeos son una oportunidad única para transformar el modelo productivo de España.
Pregunta. Estamos en plena sexta ola. La aplicación de rastreo Radar Covid, el proyecto estrella de su departamento cuando asomó la pandemia, está totalmente fuera del debate público. ¿Qué queda de ella?
Respuesta. En cada fase de la pandemia se han necesitado herramientas distintas, que tienen su sentido en unos momentos u otros. Ahora todo el mundo está vacunado y además Sanidad sabe quién lo está y quién no. Por lo tanto, la parte de anonimidad de la app no es tan importante. Lo primero que hicimos fue elaborar sistemas inteligentes, chatbots, que atendieran a la gente cuando llamaba al 112 sin éxito porque se saturó el servicio. Luego encontramos una solución tecnológica que no era intrusiva con la privacidad: Radar Covid. Podías saber si habías tenido un contacto cercano sin que nadie supiera quién eras tú, quién era la otra persona o dónde estabas. Se demostró que la app permitía una eficacia hasta tres veces mayor que los rastreadores manuales. Y actualmente, rebasado ya el objetivo de un 20% de penetración, con más de ocho millones de descargas, sabemos que hemos ahorrado 55.000 rastreadores para llegar a comunicar los 150.000 avisos de contacto que hizo la app.
P. ¿Por qué no acabó de funcionar?
R. Mi labor es dotar de herramientas a todo el mundo por igual, pero luego cada comunidad autónoma decide qué hacer con ellas. Algunas lo han utilizado y otras no. Es como darle a un pueblo una quitanieves de cinco palas durante el temporal Filomena y que se prefiera sacar la nieve a mano. Ahí no nos podemos meter. Para mí es una lástima que no usaran la app todas las comunidades autónomas. Creo que en la primera ola, ante la ausencia de rastreadores manuales, Radar Covid pudo ser una herramienta mucho más útil. Pero ya cumplió su función, que era en esa primera fase. También es verdad que en un momento de tanta tensión de la sanidad pública no puedes pretender que estén en lo urgente y además hagan una transformación digital de sus procesos y de la manera de trabajar.
P. ¿La da entonces por muerta?
R. Muerta no, está operativa para todas las comunidades autónomas que la siguen usando. Lo que ocurre es que no todas lo hacen. Pero repito, nuestra misión termina cuando entregamos la tecnología. Una herramienta que multiplica por tres la eficiencia de los rastreadores humanos es una buena herramienta. En cualquier caso, ahora no tiene tanto sentido Radar Covid, porque ya no estamos tratando de atajar la cadena de contagios. La enfermedad está ya en fases endémicas. Lo que hay que hacer es reaccionar ante la atención primaria para que no se sature.
P. Dijo hace dos semanas que lo complicado de su departamento es conjugar a la vez las estrategias a corto, medio y largo plazo. ¿Cuál es su propuesta?
R. A corto plazo hay que abordar de manera urgente las brechas que todavía persisten en competencias básicas de las personas y ayudar a la adopción tecnológica de las pymes. A medio, hay que transformar la economía del país en la economía del dato, ayudando a los grandes sectores a entender el valor de la digitalización, de la inteligencia artificial y de los espacios compartidos para innovar. Y a largo, hay que empezar a pensar e invertir en las competencias del futuro. La gran oportunidad que ofrecen los fondos de recuperación es poder hacer esas reformas estructurales que cambien el modelo económico del país. Actualmente, la economía digital supone un 19% del PIB; si fuera un sector sería el segundo detrás de la construcción. Nuestro objetivo es que llegue al 40% para 2030.
P. Dedicarán unos 3.000 millones a digitalizar las pymes. ¿Qué consideran digitalizar?
R. El gran problema de la pyme española es que no tiene dimensión crítica, son un 5% más pequeñas que las pymes alemanas. Del incremento del comercio electrónico durante la pandemia, que ha sido del 50%, las pymes españolas solo han capturado un 9%. Hace falta formación, entender las nuevas dinámicas. Hay que fomentar que se unan en centrales de compras, que sean capaces de trabajar en equipo.
P. Y luego tienen que competir contra Google, Facebook o Amazon.
R. Justamente porque tienen que competir contra grandes deben asociarse y colaborar. La UE es la única institución del mundo que se está preocupando por regular a las grandes plataformas. Las directivas de servicios digitales y de marketing digital que prepara Bruselas garantizarán que todos puedan competir con las mismas reglas de juego.
P. ¿Qué cabe esperar de esas dos directivas?
R. En primer lugar, debemos empezar a entender que las grandes plataformas digitales globales tienen que ser reguladas. Son monopolios, sobre todo de datos. También hay que ver si hace falta que estos monopolios abran sus datos, de igual manera que en el pasado la línea de ferrocarril tuvo que abrir las vías para que pasaran otros trenes y a los que tenían las infraestructuras telefónicas les hemos obligado a que las abran para que participen otras operadoras. Porque la gran ventaja diferencial de los Gafam [gigantes tecnológicos] es la gran base de datos que tienen recopilada desde hace 15 años sin cortapisa ni transacción económica alguna. Todo eso genera unas ventajas competitivas que son imposibles de ganar solamente con la competencia abierta.
P. La Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (ENIA) contempla la realización de auditorías de algoritmos que puedan discriminar a parte de la población. ¿Cuándo llegarán?
R. Tenemos tres años para desplegar lo dispuesto en la ENIA. Vamos a invitar al sector privado a participar en el proceso e impulsar la creación de sandboxes de prueba. Cuando tengamos claro qué queremos medir y cómo lo abriremos para que la gente lo adopte. Es cierto que no todo se puede auditar: hay algoritmos de machine learning [aprendizaje automático] que todavía son inexplicables. Pero esperamos que el tema de los sesgos sea algo que se pueda abrir para que la comunidad pueda ayudar a combatirlos.
P. Las revelaciones de Frances Haugen, la exempleada de Facebook, han revelado que la autorregulación de las empresas, algo de lo que se ha mostrado partidaria, no siempre funciona.
R. Twitter decidió publicar unos sesgos que identificó y que no sabe por qué se dan: las ideas de extrema derecha se propagan más rápido que las de extrema izquierda. Los ha publicado para que entre todos le ayudemos a resolver el problema. Es cierto que esas dinámicas no las ha seguido por ejemplo Facebook. Pero sigo creyendo mucho en la autorregulación: hay algunas cosas que se imponen por ley y otras muchas que lo hacen por reputación. Creo que también es importante fomentar la conciencia pública sobre estos temas. Las instituciones regularemos cuando sea necesario para defender los derechos fundamentales individuales y colectivos.
P. En el caso de Facebook, no tomar ese tipo de medidas no le ha impedido ganar más dinero que nunca.
R. Debemos exigir transparencia y ética a las empresas. Una cosa es que usen nuestros datos con consentimiento y otra es que les demos a estas empresas una posición tan privilegiada que puedan influenciar en procesos democráticos. O que constituyan monopolios. Igual que no se puede trabajar con mano de obra esclava o contaminar, también hay que poner límites en el uso de esos datos, la IA, los sesgos… todo lo que erosione derechos y discrimine.
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