La muerte de Flash: los creadores de la herramienta que revolucionó Internet cuentan su historia
Charlie Jackson y Jonathan Gay recuerdan cómo inventaron el software que Adobe se dispone a retirar a finales de año
En 1993, uno de los protagonistas de esta historia estaba representando a Estados Unidos en campeonatos internacionales de tiro con pistola de fuego rápido. “Era el sueño de mi vida”, afirma Charlie Jackson. Hoy en día, el otro dedica su vida a criar vacas en un rancho del condado de Sonoma (California). “Sigo en contacto con el mundo de la programación, pero desde la distancia”, resume Jonathan Gay. La última vez que esta peculiar pareja unió sus fuerzas, allá por los años 90 del pasado siglo, fue para crear una herramienta, Flash, que cambió la historia de Internet y que a finales de este año desaparecerá para siempre. Ahora lo recuerdan en una charla con EL PAÍS a través de Zoom.
Gay y Jackson fueron los creadores de FutureSplash, un software de edición y reproducción de animaciones para la web que luego sería adquirido por Macromedia y rebautizado como Flash, para finalmente ser fagocitado por Adobe. Este programa incorporó los gráficos animados a Internet, los vídeos, la interacción, los videojuegos. “Construimos una tecnología decente en el momento correcto”, razona Gay. Ahora su criatura tiene los días contados: a partir del 31 de diciembre de este año, la funcionalidad más popular de Flash ―el reproductor integrado en los navegadores para ver estos contenidos― será abandonada por Adobe. “La tecnología es así. Todo tiene un final”, concluye Jackson. Ambos llevan tiempo desvinculados del proyecto y contemplan su pasado común con una mezcla de orgullo y picardía.
Todo empezó en una reunión de usuarios de Macintosh de San Diego (California). El anfitrión era el propio Jackson y la sede, el salón de su casa. “He sido usuario de ordenadores desde los primeros días del PC. Cuando apareció el Macintosh, vi una oportunidad”, explica el emprendedor, que poco antes había completado el servicio militar en el Cuerpo de Marines. Al concluir el encuentro, uno de los asistentes le abordó para hablarle de su hijo: un tal Jonathan Gay, de 17 años, aficionado a la programación que acababa de ganar la feria de ciencias de California con un software de gráficos por ordenador que él mismo había creado.
Jackson andaba buscando un programador, así que el joven comenzó a dedicar los fines de semana de su último año de instituto al desarrollo de videojuegos. El plan era ganar dinero rápido aprovechando la poca competencia activa en naciente sector. “En aquel entonces no podías programar para Macintosh en Macintosh. No había herramientas”, explica Jackson. Para abrirse paso en ese mercado, tuvo que adquirir un ordenador llamado Lisa. “Me gasté casi todos los ahorros de mi vida en él”, recuerda. Y así surgió la primera vida de Silicon Beach Software, en 1984.
¿Por qué las prisas? El empresario necesitaba procurarse dos años de absoluta independencia económica para dedicarlos a cumplir su sueño: ser atleta de alto nivel y representar a Estados Unidos en competiciones internacionales. Jugador de fútbol y parte del equipo de remo en la Universidad de California en Los Ángeles, finalmente se decantó por el tiro deportivo, con el que había coqueteado cuando estuvo en los marines. “Fundé la compañía para conseguir suficiente dinero para dedicarme entrenar a tiempo completo”, explica.
En 1993, después de diseñar, desarrollar y vender con gran éxito varios videojuegos para las computadoras de Apple, llegó el momento de vender la empresa. Gay continuó trabajando en Silicon Beach Software y Jackson se marchó a cumplir su sueño. “Entré en el equipo de Estados Unidos y competí en dos temporadas”, relata ufano el que fuera quinto mejor pistolero de su país. Pudo tachar de su lista el “objetivo vital” de competir a nivel internacional.
Lentos comienzos
Cuando Gay le propuso montar una nueva empresa de software, Jackson aceptó sumarse sin ni siquiera saber cuál era el plan. “Jonathan es el programador más espectacular que he conocido en mi vida. Juega en una liga propia”, asegura. Comenzaron con un programa de dibujo para unas primitivas tablets que al poco tiempo desaparecieron del mercado. Entonces probaron suerte con los ordenadores y se presentaron en SIGGRAPH ocupando el stand que les cedió empresa en apuros. La cita, que sigue siendo el evento del año en el sector de la computación gráfica era perfecta para darse a conocer. “Y fue sencillamente bochornoso. No vendimos nada”, resume Gay. Pero alguien aconsejó convertir su herramienta en un programa de animación. “Sonaba divertido, pero había otras diez empresas que ya estaban haciéndolo”.
Una vez más, la pareja de emprendedores se fue con su software a otra parte: la naciente red de redes. “Rondaba el año 1995 y la web estaba empezando a despegar. Recuerdo entrar en una tienda y ver todos los programas con la etiqueta ‘hecho para Internet’”, comenta Jackson. Se aplicaron el cuento, crearon FutureSplash, y las cosas empezaron a mejorar: Disney se sumó a su lista de clientes, Microsoft integró su software en Windows para poder utilizarlo en MSN y Macromedia les dio el espaldarazo definitivo al comprar la empresa en 1997. Comenzó así la era de Flash.
Tras la venta, Jackson decidió desvincularse del proyecto y Gay continuó trabajando con un pequeño equipo de desarrolladores. Gracias al mayor alcance de Macromedia en el mercado, lograron revolucionar Internet. “Lo más importante de Flash es la gente que puso energía en él”, asegura el desarrollador. De las imaginaciones de la nueva y amplia comunidad de usuarios salieron webs enteras, una lucrativa industria videojuegos creados para este soporte y, sobre todo, el vídeo. El mismísimo Youtube adoptó este software cuando aún era una pequeña startup y lo mantuvo hasta 2015. Al otro lado de los creadores, Flash Player ―ahora bloqueado por defecto en la mayoría de navegadores― permitía que cualquier cibernauta accediera a estos contenidos.
La adquisición de Adobe, que ya había rechazado comprar FutureSplash, llegó en 2005. Gay decidió abandonar el barco y centrarse en sus proyectos. Y Flash empezó a preparar su truncada conquista del mercado de los móviles. ¿Qué falló? Dicen las malas lenguas que Steve Jobs dio la estocada definitiva en 2010, con su desdeñosa carta abierta Pensamientos sobre Flash. En ella concluía que esta era una herramienta cerrada con problemas de rendimiento y seguridad que ya no era necesaria para consumir contenidos web. El entonces ejecutivo en Macromedia admite que no haber desarrollado Flash de forma más abierta fue “una oportunidad perdida”, pero no acepta las otras críticas. “Todo eso se podía solucionar”, afirma. Sin embargo, Apple les cerró la puerta.
“Si miras la historia de Jobs, verás que tenía que ganar siempre”, añade Jackson. Ambos socios coinciden en que su motivación principal era mantener el dominio del mercado de las aplicaciones. “Esencialmente, Jobs quería controlar las cosas. Qué sorpresa”, comenta irónico el empresario. Sin embargo, ninguno señala al genio de Cupertino como artífice del descalabro. “Fue una combinación. Flash interfería en el modo en que las grandes compañías de Internet querían ofrecer sus aplicaciones y contenidos. Era más fácil hacerlo desaparecer”, razona el desarrollador. Las pantallas táctiles y los lenguajes web HTML5 y CSS crearon nuevos estándares y abrieron posibilidades que permitían prescindir de Flash, que se fue desvaneciendo hasta el día de hoy.
Sin herederos
En cierto sentido, el venerado y vilipendiado software morirá de viejo. “Llevo mucho tiempo en el negocio de la tecnología. Nada dura para siempre. 25 años es una vida increíblemente larga en la industria”, asegura satisfecho Jackson. Lo que sí lamenta Gay es la ausencia de una herramienta que le sustituya. “No ha habido nada igual si consideramos la cantidad de gente que puede utilizarla. Al principio creamos una herramienta de dibujo. Después añadimos el movimiento. Después la posibilidad de programar. Ese flujo creó una generación de diseñadores que después avanzaron al desarrollo web. Y eso se ha perdido”. Jackson lo ha sentido en sus propias carnes. “Yo soy un usuario promedio. Puedo hacer animaciones en Flash. Pero no puedo hacer nada en Unity. Es una muy buena plataforma, pero es otro mundo”.
Ya lejos de sus aventuras de los noventa, Jackson se mantiene vinculado a los deportes como entrenador de un equipo junior de voleibol y a la tecnología como mentor de emprendedores en el Founder’s Institute y director de un nuevo Silicon Beach Software cuyo buque insignia es SavyDraw, una herramienta de edición gráfica controlable por voz. “Puede que sea un éxito. Algo que he aprendido de mi experiencia es que nunca se sabe. Puede que esté intentando hacer lo mismo de nuevo. Y que una tercera vez sea demasiado. Pero es divertido, así que, ¿por qué no?”
Después de algunos proyectos que no terminaron de cuajar, Gay huyó de los escritorios y los días enteros encadenando reuniones para dedicarse a la ganadería responsable en Freestone Ranch. “Estaba preparado para salir al exterior y hacer cosas más físicas. Así que compré un terreno con mi mujer al norte de San Francisco”, resume. Su objetivo era construir, cultivar, entender y cuidar un espacio semejante al Edén, en el que la gente pueda simplemente recolectar su comida y los rastros de la explotación agraria sean mínimos e incluso devuelvan a la tierra las propiedades perdidas. “Puede sonar estúpido. Pero hay un problema enorme con la erosión en esta zona”, afirma.
“John, dices que es estúpido lo que haces, pero es muy importante”, interrumpe Jackson. “Hablo de esto todo el tiempo en el instituto. ¿Qué significa tener éxito? No es tener mucho dinero. Es poder dedicarte a lo que quieres hacer. Jonathan ha tenido un éxito increíble”, sentencia orgulloso, aunque admite que más de una vez ha intentado, sin éxito, tentarle para que regrese al sector tecnológico. “Sigo queriendo estar al día y entenderlo, pero es un trabajo para gente joven”, descarta Gay.
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