Tres, dron, uno… ¡Despegue!
La fiebre por este tipo de ingenios ha trascendido del ámbito militar al empresarial y ya alcanza al consumidor final: por poco dinero puedes conseguir tu dron
Mucho más allá del entorno militar donde nacieron, los agentes inmobiliarios utilizan drones para ofrecer a sus clientes las mejores panorámicas sobre propiedades y vecindarios. Los fotógrafos profesionales consiguen instantáneas en zonas inalcanzables. Las compañías cinematográficas realizan filmaciones que resultarían imposibles con otros medios. Y, por supuesto, las fuerzas de seguridad y las agencias de protección civil los utilizan en tareas de vigilancia y en misiones de rescate. La Comisión Europea prevé que la industria de los drones acapare el 10% del mercado aeronáutico en los próximos diez años. En Europa existen 1.300 licencias que permiten operar este tipo de ingenios, de las cuales 600 están establecidas en Francia; España alcanzará esa cifra, desde la treintena actuales, en un plazo de entre dos y tres años.
A pesar del retraso, los drones españoles empiezan a despegar. La empresa nacional Flightech Systems presentó a finales del año pasado el primer RPAS (Remotely Piloted Aircraft System) de uso civil matriculado en Europa y, bajo los criterios de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), ya existe una normativa que ampara su uso y además los cursos de pilotaje tienen reconocimiento oficial. Los RPAS, dotados de potentes cámaras para visión diurna y nocturna, resultan idóneos para vigilar grandes extensiones de terreno con gran precisión. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) lo sabe bien tras haber desarrollado un proyecto de vigilancia en Sudáfrica con el objetivo de luchar contra la caza furtiva de rinocerontes.
Licencia para volar
La nueva legislación temporal aprobada en agosto, que regula en España el vuelo de drones y crea una licencia específica, permite varios usos civiles: operaciones de investigación y desarrollo, extinciones de incendios, levantamientos aéreos, filmación y actividades de vigilancia, publicidad aérea y operaciones de emergencia, búsqueda y salvamento. Eso sí, las sanciones por sobrevolar núcleos urbanos o espacios públicos sin autorización van de los 3.000 a los 60.000 euros. La ley establece dos categorías de drones (menos de 150 kilos y entre 2 y 25 kilos); los más ligeros no han de inscribirse en el registro de aeronaves.
También se utilizan para patrullar los bosques y detectar puntos calientes que pueden originar un incendio. Es el caso del RPAS FT-ALTEA de Flightech Systems, que, con sus 80 kilos de peso y seis metros de envergadura, tiene una autonomía de más de cuatro horas; su cámara puede detectar una barbacoa a más de 15 kilómetros de distancia, ya sea de día o de noche, y para despegar o aterrizar le basta con una pista forestal de solo 100 metros de longitud.
Otro ejemplo lo ofrece el dron Schiebel Camcopter S-100, de la firma austriaca Schiebel, que se encarga de inspeccionar redes de alta tensión y evita el uso de helicópteros tripulados. Pero las aplicaciones superan la fantasía y todos los días nos desayunamos con noticias sorprendentes, como la del dron-ambulancia presentado por la Universidad de Delft (Holanda): transporta cuatro kilos de material médico hasta el punto donde se ha producido un accidente y cubre una zona de 12 km² en menos de un minuto. Por cierto, se trata de un ingenio desarrollado en casa con una impresora 3D por un estudiante belga de 23 años, y con un coste aproximado de 15.000 euros. Un desfibrilador o dosis de insulina al instante.
Gigantes como Google o Amazon suspiran por hacer sus envíos con drones
Estos sistemas han de ser calificados y certificados para que sobrevuelen nuestras cabezas con seguridad y puedan compartir el espacio aéreo no segregado, es decir, el que usa la aviación civil. Sobre este asunto gravita el futuro de los drones. De hecho, Estados Unidos planea iniciar en 2015 este tipo de pruebas. Compartir el cielo implica, entre otros factores, que el control del espacio aéreo por voz, actualmente realizado por los controladores, se haga de forma digital por sistemas de computación. Gigantes del comercio electrónico como Amazon, Google, Apple, Walmart o UPS, que impulsan experiencias con drones para el transporte de paquetes, confían en esta posibilidad con los brazos abiertos y mirando al cielo.
Modelos para disfrutar
Los drones han llegado a las tiendas. MediaMarkt comercializa el Phantom 2 de la china DJI (en la imagen) a un precio de entre 600 y 800 euros, según los complementos. Por unos 300 euros tenemos uno de los drones lúdicos más populares, el A.R. Parrot Drone 2.0 (con cámara HD y controlable desde un smartphone o una tableta), y el Micro Drone 2.0 de Extreme Fliers no llega a los 100 euros. El catálogo de la marca Walkera, por su parte, también ofrece productos sencillos.
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