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En el Japón rural, los tocólogos examinan a las embarazadas a distancia

Las mujeres embarazadas son examinadas a distancia por tocólogos con datos en tiempo real trasmitidos a su teléfono móvil.

Desde que perdió a su último tocólogo hace cinco años, esta ciudad de casi 32.000 habitantes en el norte rural de Japón ha estado buscando desesperadamente un sustituto. Tan desesperadamente que ha prometido un caballo al tocólogo que quiera venir.

Pero aún no se ha interesado nadie. Mientras tanto, la ciudad ha adoptado una medida de alta tecnología que puede presagiar el futuro de los partos en Japón: las mujeres embarazadas son examinadas a distancia por tocólogos con datos en tiempo real trasmitidos a su teléfono móvil.

Cuando el médico juzga que una paciente está a punto de ponerse de parto, la mujer se dirige a la ciudad más cercana con servicio de maternidad, por lo general Kamaishi, que está a 40 minutos en coche desde Tono, y a donde se llega por una carretera de montaña de dos carriles y llena de curvas que puede ser muy traicionera en invierno.

Japón, cuya población envejece rápidamente y con una tasa descendente de nacimientos, está luchando contra la grave falta de tocólogos en activo y de lugares en los que puedan trabajar. Con la escasez de bebés, cientos de clínicas y hospitales han cerrado sus salas de maternidad desde principios de la década, y han dirigido su atención al cuidado de los ancianos, con un potencial más lucrativo.

Alrededor de la mitad de los obstetras tienen 50 años o más, y están saturados de trabajo; muchos de ellos han dejado de atender partos y se centran sólo en ginecología. Al mismo tiempo, el número de estudiantes de medicina que escogen la obstetricia como especialidad ha caído en picado desde 2004.

Los médicos jóvenes, que han perdido interés por las largas jornadas laborales, el salario medio y el riesgo creciente de ser demandados por negligencia, están dirigiéndose a otras especialidades como la dermatología o la oftalmología.

Las regiones remotas del país han sido las más afectadas por el cierre de las maternidades. La escasez es tan grave que los obstetras que aún ejercen tienen pocos días libres. En caso de urgencia, se transporta a las mujeres en helicóptero hasta una sala de maternidad con camas disponibles.

Cada año nacen en Tono entre 210 y 230 niños, según Eisai Kikuchi, funcionario municipal de sanidad. Desde que el hospital de la prefectura clausuró su maternidad en 2002, las mujeres embarazadas no tienen más alternativa que hacer el largo camino hasta Kamaishi, u otra ciudad que tenga sala de partos, para dar a luz.

Yukie Kikuchi, de 38 años, la única comadrona en activo de la ciudad, asegura que está contenta y aliviada ahora que los tocólogos pueden examinar a las mujeres embarazadas a distancia. Con este sistema, Kikuchi, que no está emparentada con el funcionario municipal, visita a las pacientes a domicilio o las recibe en una clínica de Tono para hacer el seguimiento de sus embarazos.

Durante el examen, una máquina enganchada a la tripa de la paciente registra el latido del bebé y manda la información por una red celular al móvil de Kikuchi y al del doctor Toshihiro Ogasawara en el hospital de Kamaishi.

Luego Kikuchi introduce la tensión arterial, el peso y otros datos de la paciente en un ordenador portátil, para que Ogasawara pueda acceder a su historial médico por Internet. Mediante un programa de telefonía por Internet, el médico, la paciente y la comadrona pueden hablar y verse por el portátil. Con este sistema, Ogasawara determina si una paciente está de parto. Antes, por si acaso, la paciente se veía obligada a hacer el viaje de 40 minutos hasta Kamaishi.

"Tras el examen ginecológico, yo les decía: 'Aún no', y ellas tenían que emplear otros 40 minutos en el viaje de vuelta en mitad de la noche", explica Ogasawara. "Ahora puedo hablar con la comadrona, y si todavía no es el momento, la embarazada se siente aliviada".

En Tono, 14 mujeres han dado a luz con este sistema, y cinco lo están usando para sus embarazos. Chieko Asanuma, de 28 años, que tuvo a su segundo hijo hace cinco meses, contaba que al principio le ponía un poco nerviosa el nuevo sistema, que experimenta problemas técnicos como la mala cobertura o la caída de la conexión.

Pero según Asanuma, cuando Kikuchi empezó a visitarla a domicilio y Ogasawara a aconsejarla desde Kamaishi, descubrió que prefería el sistema a ir regularmente al hospital, como hizo anteriormente para dar a luz a su hija, que ahora tiene cinco años. "Cuando iba al hospital, tenía que esperar mucho para que el doctor me viera unos minutos", afirma Asanuma. "Sólo por eso, esto es mejor".

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