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La sombra del obispo Zornoza: poder, abusos y un magnetismo desmedido

El obispo de Cádiz, investigado por abusos, tiene numerosos detractores que lo consideran un déspota. Sus partidarios lo califican, en cambio, de “magnífico instrumento de Dios”

Obispo Zornoza

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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Una gran parte de los sacerdotes y feligreses que han pisado la sombra del obispo Rafael Zornoza lo describen como un caudillo con un desmedido magnetismo. El cura que impulsó las vocaciones en la diócesis de Getafe mientras arrinconaba a los clérigos que no compartían sus formas, el prelado que llegó al obispado de Cádiz con la promesa de levantarlo económicamente y acabó desahuciando a familias. Y ahora, el primer obispo español investigado por el Vaticano por abusos a menores. Pero, ¿quién es realmente Zornoza?

Para sus afines es un defensor de la fe católica, una persona afable y con don de gentes. “Es un magnífico instrumento de Dios”, dice un seguidor de sus políticas. Para sus contrarios, un tipo que maneja los hilos de las diócesis por donde ha pasado (Getafe y Cádiz) como si fuera un capo. “Es un manipulador con poder. Si no estás a su lado, te hará la vida imposible. A mí me ha jodido la vida”, dice un sacerdote que quiere guardar el anonimato, temeroso de que “los aduladores de Zornoza” tomen represalias contra él. Todos ellos, sus defensores y opositores, coinciden en una cosa sobre él: “O lo amas o lo odias. Con Rafa no hay término medio”.

Rafa, como le conoce su círculo, nació en Madrid en julio de 1949 en una familia de seis hermanos de la clase alta madrileña. Fue ordenado sacerdote en la capital en 1975, tras cursar estudios en el seminario Conciliar que alternó con las clases de música que inició de pequeño. Su primer destino como cura (con el cargo de vicario) marcaría su carrera eclesiástica: la parroquia de San Jorge, una iglesia reciente (levantada en 1973) en el barrio de Chamartín, en las cercanías del Bernabéu y dirigida por Francisco José Pérez y Fernández-Golfín.

Golfín sería mucho más que su mentor, se convirtió en el padrino que le promocionaría para entrar en la jerarquía eclesial. “En la parroquia de San Jorge comenzó todo”, dice un obispo. “Estaba en una zona muy rica, con mucho poder, y Zornoza y Golfín ejercieron su influencia en las familias de allí”, añade este prelado. Por eso, describe esta fuente, cuando a Golfín le nombraron obispo de Getafe en 1991, utilizó esos contactos para levantar la diócesis. Primero se llevó a Zornoza como su secretario y le nombró rector del seminario. Este, a su vez, consiguió que decenas de chavales de Chamberí se hicieran seminaristas. “Aquello se convirtió en un semillero”, dice un antiguo estudiante. Esta facilidad para que los jóvenes de aquella década entraran en la vida religiosa es un logro que siempre se le ha valorado al ahora obispo acusado. “Tenía una personalidad atractiva, era muy simpático y la gente le seguía. En Getafe le llamaban Richard Gere”, comenta un antiguo alumno.

De aquellos años son las acusaciones de abusos por las que ahora se investiga a Zornoza. El seminario, aseguran fuentes eclesiásticas, se convirtió en su cortijo, en el que también han aflorado los nombres de dos curas señalados por pederastia: José María Carrascosa (que también empezó en la parroquia de San Jorge) y Alberto Arrastia Cebrián. Durante ese periodo, según aparece en la web de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Zornoza estuvo implicado en la pastoral de juventud, creó medios para la formación de jóvenes y fue promotor de actividades de tiempo libre. De hecho, fue el fundador de la Asociación Juvenil Llambrión y de la Escuela de Tiempo Libre Semites.

Zornoza fue nombrado obispo auxiliar de Getafe en 2006 y cinco años después, fue promocionado para dirigir la diócesis de Cádiz y Ceuta. Allí, como ya hizo en sus anteriores destinos, asumió la toma de todas las decisiones y colocó a sus afines en todos los puestos de poder. Un reflejo de eso es la reacción oficial del obispado este lunes cuando este periódico publicó las acusaciones de abusos. “Son falsas”, dijo la diócesis en un comunicado. Declaraciones que chocan contra la postura que marca el Vaticano, de respeto a la víctima y, guardando siempre la presunción de inocencia, mostrarse imparcial durante la investigación. Preguntada este lunes por esta cuestión, un portavoz de la diócesis fue rotundo: “Aquí, el obispo es la diócesis”.

La noticia de EL PAÍS provocó también el anuncio de que Zornoza suspendía su agenda para colaborar en “el esclarecimiento de los hechos” y para tratarse “de un cáncer agresivo”. Cádiz se quedó, de facto, sin obispo. Zornoza abandonó poco después la cuarta planta de la residencia sacerdotal en la que ha vivido los últimos 14 años y 18 días con rumbo a Madrid.

La partida a hurtadillas hacia la capital, sin comparecer para dar explicación alguna y con una Iglesia gaditana en plena conmoción, ha sido diametralmente opuesta a su llegada a la diócesis, también un mediodía, del 24 de octubre de 2011. Aquel día, Zornoza se metió a los asistentes al pontifical en la Catedral en el bolsillo recitando unas alegrías de Cádiz. Poco antes, se había presentado a los sacerdotes y feligreses que ostentaban distintas responsabilidades pastorales.

Una de esas colaboradoras, al conocerle en sus habituales formas extrovertidas y expansivas en el trato, se preguntó certera: “¿Este no será un neocon guay?”. “Resultó que lo clavó”, reconoce un sacerdote en el presente. Porque, aunque su caída en desgracia se haya producido justo ahora por la investigación por pederastia, lo cierto es que sus problemas y polémicas en Cádiz comenzaron nada más llegar.

Más de 14 años después de su llegada, Zornoza deja un legado de claroscuros en la diócesis gaditana. “Ha sido más un gestor que un pastor”, resume un sacerdote gaditano que pide anonimato, como todos los curas consultados que se han animado a romper el muro de silencio que se ha levantado en la Iglesia de Cádiz desde este pasado lunes.

Pese a la debilidad ya de Zornoza, el miedo a las represalias ha calado en unos años en los que los despidos de trabajadores, desahucios (como el de un matrimonio de ancianos de San Fernando y el local que gestionaba una familia desde hacía décadas en Cádiz) y toma de medidas disciplinarias contra los sacerdotes han sido una constante. “Zornoza no ha sido un buen obispo, sí un buen ecónomo, ni ha sido un buen cura... Lástima que esto se sepa al final de su ministerio. Nos hubiéramos ahorrado mucho sufrimiento”, apunta un exsacerdote que se marchó durante su mandato.

El encanto de buena parte de Cádiz con su nuevo obispo se desvaneció apenas un año después de su nombramiento. “El error estuvo en el principio, no se respetó lo suficiente a la Iglesia de Cádiz. El clero gaditano es conocido como el de los Antonios [en referencia a los tres obispos anteriores], todos cortados por el mismo patrón humano y pastoral. Su corte tan autoritario no encajó”, rememora el sacerdote jienense y exdirector del medio religioso Vida Nueva, Juan Rubio.

El mismo Rubio ya avanzó en el libro El fin de la era Rouco (Península, 2014) cómo Zornoza ni siquiera fue la primera opción para Cádiz, pero el entonces obispo auxiliar de Getafe acabó ahí para “solucionar algunos problemas relacionados con el seminario”.

El rumor de que Zornoza desembarcó en la diócesis gaditana como forma de atajar un fantasma que le perseguía de su pasado en el seminario de Getafe se convirtió en recurrente entre el clero, a la par que aumentaba el desencanto hacia él. A lo largo de estos 14 años, un sacerdote estima que son “unos 30” los compañeros que se han trasladado de diócesis, marchado tras él haberlos animado a venir a Cádiz o, directamente, abandonado el ministerio. Otro cura precisa que “su error fue no confiar en el clero local”. “Ha provocado que bastantes sacerdotes se hayan distanciado y hayan perdido la confianza en él. Sería injusto decir que todos los que se han ido ha sido por culpa suya”, añade esa misma persona.

Quienes le han tratado de cerca definen a Zornoza como afable, extrovertido y “muy habilidoso para entablar relaciones” en las distancias cortas. Tanto que el obispo convirtió en habitual unas reuniones periódicas que organizaba con personalidades destacadas del mundo judicial o político de la provincia, fuesen creyentes o no. Pero el obispo se revelaba como un personaje distinto ante su clero, especialmente si alguno de sus subordinados se atrevía a llevarle la contraria o a mostrarle su desacuerdo. “Ha sido malo con un clero que le era leal, que le acogió con cariño. Antes el obispo estaba en todo con su clero, pasamos de la fraternidad sacerdotal de Ceballos [el anterior prelado] a enfrentarnos entre nosotros”, relata otro sacerdote.

El epítome de esa impresión se vivió en febrero de 2022, cuando Zornoza montó un juicio canónico contra su sacerdote Rafael Vez porque este se atrevió a manifestar “los abusos y arbitrariedades” en la gestión económica. El entonces párroco en Conil de la Frontera le afeaba los 20 despidos que acometió el obispado —algunos de ellos acabaron en largos pleitos judiciales por improcedencia— y los movimientos de titularidades entre fundaciones presididas por el prelado, en una gestión que buscaba la eficiencia de recursos, según han defendido desde la diócesis. “No cabe duda de que la diócesis económicamente funciona mejor, está más saneada”, apunta uno de los curas consultados. Pero otro replica esta afirmación: “Dicen que la gestión es buena, pero nadie lo sabe, ha sido oscura. No hay claridad en las fundaciones y ha ido eliminando a todos los que le cuestionaban, en lo económico, en lo pastoral y en lo canónico”.

Ese carácter extrovertido en las formas y conservador en el fondo se ha apreciado también en el desembarco de instituciones educativas conservadoras, como Educatio Servanda, para sustituir a congregaciones religiosas que se marchaban y con las que también tuvo encontronazos por cuestiones patrimoniales. Y, como telón de fondo, las críticas de sus oponentes arreciaban cada vez más, mientras él se preocupaba por la imagen que proyectaba. “Ha sufrido porque algunas críticas no han sido reales. Pero se ganó la etiqueta. Me parecía injusto calificar todo su pontificado como negativo para Cádiz porque no es real, ha tenido desaciertos y aciertos. Es una persona incansable, activa y con capacidad de trabajo, pero su talón de Aquiles ha sido el cuidado de las personas, de los sacerdotes, que era su primera responsabilidad”, apunta un sacerdote.

En los últimos tres años, Zornoza ha intentado combatir todo este viento en contra con una imagen más calmada, cercana y afable. Mientras, sus críticos se movían entre la desazón y la esperanza para que el Vaticano moviese ficha dándole otro destino. Pero eso nunca ocurrió y el 31 de julio de 2024 cumplió con la edad de presentar su renuncia en la sede de Cádiz. Ahora, con la denuncia de pederastia sobre sus hombros, los sentimientos generalizados entre sus críticos son los de “desamparo y frustración”. “Esperábamos que una Iglesia por encima diese respuesta y no lo ha dado. ¿Roma, la Conferencia Episcopal y el papa Francisco no se enteraban? Ahora es él quien está indefenso ante el juicio popular. Los ataques que está recibiendo y la indefensión desde dentro es la respuesta de cómo ha actuado con su clero. Ha caído por sus malas artes”, apunta un cura crítico.

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