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Los menores condenados por el asesinato de Samuel Luiz dicen ahora que no recuerdan nada

Tres testigos que presenciaron la reunión de los acusados en un parque tras el crimen confirman que Diego Montaña justificó la paliza a su víctima varias veces: “Se lo merecía, era un puto maricón de mierda”

El acusado Alejandro Míguez a su llegada a la séptima sesión del juicio de Samuel Luiz, este jueves en A Coruña.
El acusado Alejandro Míguez a su llegada a la séptima sesión del juicio de Samuel Luiz, este jueves en A Coruña.M. Dylan (Europa Press)

Marco F. O. y David R. V., alias Pompo, eran menores la noche en que ellos, y supuestamente los cinco mayores que están siendo juzgados estos días en la Audiencia de A Coruña, arrancaron la vida a golpes a un joven que no conocían de nada, el enfermero de 24 años Samuel Luiz Muñiz. Los dos primeros, en el momento de los hechos, el 3 de julio de 2021, tenían 17 y 16 años, y fueron juzgados en abril de 2022. Llegaron a un acuerdo de conformidad con la Fiscalía a cambio de reconocer su papel en el linchamiento y fueron condenados por el asesinato no a una pena, sino a una medida de reeducación, tres años y medio, que cumplen en centros de menores.

Ahora, cuando se juzga a los otros miembros de la pandilla que tenían entre 19 y 25 años, Marco y David ya disfrutan de permisos y a principios de 2025 saldrán definitivamente a la calle. Este jueves, en la séptima jornada del juicio a los adultos acusados del asesinato con alevosía y ensañamiento de Samuel, los dos menores, sorprendentemente, han dado muestras de sufrir una suerte de amnesia selectiva acerca del crimen. No recuerdan apenas nada de aquella noche y no señalan a nadie, ni tan siquiera a sí mismos. Y han descrito la jauría humana que reventó a puñetazos y patadas la cabeza de Samuel hasta causarle la muerte cerebral como un “tumulto”, “trifulca” y “turullo”. Según ellos, la vieron solo parcialmente y a cierta “distancia”. En sesiones anteriores, diversos testimonios han identificado a David R. como el individuo que golpeó la sien de su víctima con un arma japonesa de metal, el kubotán.

La jueza que preside el tribunal del jurado, Elena Fernanda Pastor, ha advertido antes de empezar los interrogatorios de los menores, la gran expectación informativa de la jornada, que ni las defensas ni las acusaciones podrían hacerles preguntas relativas a su papel en el crimen. Según informa el TSXG (Tribunal Superior de Xustiza de Galicia), la sentencia del juzgado de menores recoge que tuvieron una “participación directa en los hechos”. Nada de lo que dijeran al ser llamados a declarar en calidad de testigos este jueves les perjudicaría ya jurídicamente porque el fallo es firme. Como testigos están, además, “obligados a decir la verdad”, pero la frase más repetida en sus parcas respuestas fue la de “no recuerdo”. Su falta de memoria es una opción personal, posiblemente de cara a su futuro (casi inmediato) en libertad o a las decisiones que se puedan tomar sobre su régimen de salidas mientras siguen en el centro de reeducación en el que cumplen la medida. Los menores, curiosamente, sí han recordado con detalle quién había contratado el reservado del pub Andén al que fueron a beber aquella noche (el principal acusado, Diego Montaña) y hasta las bebidas que se servían allí: whisky y refresco energético.

A través de videoconferencia desde el centro en el que está internado, Marco F. O. ha dicho que todos los acusados eran conocidos (incluso ha llegado a asegurar de alguno, solo “de vista”) pero ha admitido amistad con Kaio Amaral, al que las acusaciones piden 27 años de prisión (22 por asesinato y cinco por robar el teléfono de Samuel). Marco ha recordado también que aquella noche, al salir del Andén, estaba en unas escaleras del paseo marítimo “fumando” con Diego Montaña y Katy Silva, a los que se les piden 25 por asesinato con agravante de discriminación por la condición sexual del fallecido, al que supuestamente llamaron “maricón”. “Estábamos hablando normal”, ha relatado ante el jurado popular, y “luego me fui con Alejandro Míguez [otro de los acusados]”. “Los veía tranquilos”, ha recalcado. Y a continuación ha asegurado que no vio cómo Montaña se abalanzaba sobre una persona, “pero lo escuché y me acerqué a ver qué pasaba”, ha admitido únicamente. “Había gritos, una trifulca, un turullo”, ha contado. Después, según la versión que ahora mantiene el menor ya condenado por el crimen, se alejó con Míguez y fue “caminando distanciado, como a unos 20 metros”.

Fotografía tomada al monitor de la sala de prensa a la que el TSXG suministra la señal del juicio, en la que se puede ver a varios de los acusados en el Pub Andén de A Coruña, minutos antes de la agresión que terminaría con la vida de Samuel.
Fotografía tomada al monitor de la sala de prensa a la que el TSXG suministra la señal del juicio, en la que se puede ver a varios de los acusados en el Pub Andén de A Coruña, minutos antes de la agresión que terminaría con la vida de Samuel. Cabalar (EFE)

Cuando le han preguntado si recuerda haber presenciado un linchamiento de todos contra uno, con una persona en el suelo, indefensa, sin poder ya levantarse, se ha refugiado en su supuesta desmemoria: “A esa trifulca llego tarde y me voy antes de que acabe, no sé hasta dónde llegó”. La matanza de Samuel Luiz fue una cacería en movimiento. Los agresores lo persiguieron a lo largo de 150 metros por el frente litoral de A Coruña; en unos cinco o seis minutos de linchamiento, llegaron a cambiar de acera hasta que la víctima cayó desplomada sobre el asfalto. Un testigo declaró a principios de esta semana que fue él quien lo arrastró hasta la acera para que el moribundo no fuera atropellado cuando sus asesinos pegaron la estampida para alejarse del lugar.

Marco ha contado que él y Míguez se fueron antes de que acabase todo porque llamó a una amiga por teléfono y en vez de esta le cogió “un portero de la discoteca”, el Andén, “porque la chica estaba como inconsciente de beber alcohol”. Aquí, el testigo no ha ahorrado detalles: los dos amigos sacaron a Lara, la muchacha, en brazos, llamaron una ambulancia y, cuando esta llegó, él tuvo una discusión “con un policía” porque no le dejaba ir montado en el vehículo sanitario acompañándola. Según este relato, mientras la pandilla acababa con la vida de Samuel, había agentes patrullando muy cerca, supervisando el traslado de una menor con coma etílico hasta el hospital.

Él, con Alejandro Míguez, Kaio y la novia de este fueron al hospital para preocuparse por la amiga, ha dicho. Luego, acudieron al parque de San Diego, a reunirse con los otros amigos. Marco dice, sin embargo, que se fue pronto a casa “porque estaba cansado”. “Al día siguiente, cuando me desperté, me enteré de lo que había pasado [la muerte de Samuel] porque alguien me había mandado un mensaje, no recuerdo quién”, ha añadido. Tan borrosa ha sido hoy la memoria del joven, que ni recuerda que estuviese en un grupo de WhatsApp con los acusados en el que se habló del tema aquella noche, y hasta no sabe cuál era su propio número de teléfono. “Me acuerdo de muy pocas cosas de ese día, y de la ropa que llevaban los demás, menos aún”, ha respondido cuando la fiscal ha intentado que identificase a los acusados en fotos y fotogramas de aquella velada salvaje.

En su turno, David R. ha sido todavía más hermético y desmemoriado. Ha mantenido distancia con los hechos y ha dicho que no tiene noción de ver a los acusados pegando o insultando a Samuel. “No recuerdo” ha sido su respuesta comodín a cuestiones sobre la pelea, sobre la víctima desmoronada sin remedio, y prácticamente sobre todos los detalles. “Yo estaba al principio”, ha zanjado, “había mucha gente”, “no sé si estaban los cinco acusados” y “no sabría decir si era un enfrentamiento entre dos bandos”.

“No me gustan los maricones, pero los respeto”

Además de los menores implicados en la matanza, este jueves han testificado dos chicas y un chico que, después de la pelea, coincidieron con Diego Montaña y su pareja en aquel momento, Katy Silva, por la calle Linares Rivas camino del parque de San Diego, donde la pandilla acusada mantuvo aquella noche una reunión de urgencia por lo que acababa de suceder. Estas tres personas han contado que se acercaron a preguntarle a Silva si necesitaba ayuda porque creyeron que se trataba de “un caso de violencia de género o algo así” cuando la vieron discutir con su novio en la vía pública. Luego, a cierta distancia, los siguieron también hasta los jardines.

La acusada Catherine (Katy) Silva, que se encuentra en libertad con medidas cautelares, sale de la Audiencia de A Coruña acompañada por su abogado, Luciano Prado.
La acusada Catherine (Katy) Silva, que se encuentra en libertad con medidas cautelares, sale de la Audiencia de A Coruña acompañada por su abogado, Luciano Prado. Cabalar (EFE)

Diego Montaña “tenía una mancha de sangre en el polo”, han recordado estos testigos más de tres años después del crimen, y una molestia en una pierna, hasta el punto de que en el parque se quitó el zapato y metió el pie en la fuente. “Estaban muy alterados”, han descrito el estado de la expareja de novios que se sientan en el banquillo y en general el de todo el grupo cuando luego vieron la reunión de los agresores en el parque. Los testigos se quedaron allí hasta que decidieron irse porque les pareció que aquella situación, con todos reprochándose los hechos, se había vuelto “peligrosa”.

“Ella parecía enfadada por algo que él había hecho; le decía que se había excedido, que se había pasado” y repetía “cómo lo dejasteis”, han explicado sobre Katy Silva, también acusada como coautora, que recriminaba a su novio lo acontecido. La contestación de Montaña a su novia, han coincidido en recordar los tres testigos, no pudo ser más rotunda: “Me da igual, era un puto maricón de mierda”. Usó la expresión, aseguran, “muchas veces” durante la discusión. Y Silva no se la afeó, han dicho, pero una de las testigos sí lo hizo. Ante los reproches, el principal acusado, Diego Montaña, se defendió aquella madrugada de 2021 de forma delirante: “No me gustan los maricones, pero los respeto”.

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