“Inmunidad en red”: la sorpresa que ha frenado el brote mundial de la viruela del mono
Un estudio revela cómo la protección natural alcanzada por los hombres gais más activos sexualmente y que primero se infectaron protege al resto del colectivo y es la causa de la caída de casos
El brote mundial de viruela del mono, que hasta el momento ha causado 87.000 casos y 116 muertes (90 de ellas en el continente americano), no ha dejado de deparar sorpresas desde las primeras alertas sanitarias lanzadas en mayo del año pasado. Las primeras infecciones detectadas en Londres, Madrid y Lisboa desconcertaron a la clase médica porque era la primera vez que los contagios se sucedían fuera de las zonas endémicas del centro y este de África. La explosión de diagnósticos registrada a partir de la pasada primavera también cogió con el pie cambiado a los especialistas. El virus, hasta entonces, había demostrado ser relativamente torpe para transmitirse de personas a persona y la catarata de contagios disparó los temores sobre el alcance que podía tener la epidemia, lo que llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a decretar en julio la emergencia sanitaria internacional.
Poco después de esta decisión, sin embargo, llegó una nueva sorpresa: los diagnóstico empezaron a caer de forma sostenida hasta situarse en niveles mínimos. Los contagios nunca se han detenido —en los primeros 10 días de abril ha habido 206 en el mundo, según el último informe de situación de la OMS—, pero los registros quedan muy lejos de los cerca de mil nuevos casos diarios que se notificaban en el verano del año pasado sin que los expertos llegaran a encontrar una causa que explicara el freno.
Un estudio realizado ahora por un equipo de investigadores belgas, sin embargo, ha encontrado ahora una explicación avalada por los datos: la llamada “inmunidad en red”. “Las personas situadas en el centro de las redes sexuales fueron los primeros infectados y esto les permitió alcanzar una inmunidad natural que ha generado una ‘inmunidad en red’ que es la que ha detenido la epidemia” al proteger al resto de personas que ocupan posiciones más periféricas en las redes de contactos, detalla uno de los autores, Christophe Van Dijck, del Instituto de Medicina Tropical de Amberes. Esto explicaría que “en la mayoría de países, el descenso de casos ya hubiera empezado antes de que una parte importante de población de mayor riesgo hubiera sido vacunada” en un entorno internacional de fuerte escasez de dosis que aún no se ha solucionado.
Según la OMS, el 96,4% de los infectados desde mayo son hombres jóvenes, en su práctica totalidad asistentes a eventos o fiestas en los que las relaciones sexuales tienen un papel central. La gran novedad del brote ha sido que el virus ha encontrado una forma eficaz de transmitirse en el contacto estrecho y el intercambio de fluidos que se produce en estas situaciones. También ha habido otras formas de contagio, en el ámbito doméstico y social, que ha afectado a mujeres y niños, pero en estos casos el virus sí se ha comportado como se esperaba y los contagios han sido relativamente pocos y las cadenas de transmisión cortas y fáciles de interrumpir.
Para los autores del estudio, la red internacional estrechamente interconectada de la comunidad gay fue en un primer lugar lo que facilitó la rápida expansión del virus. Ciudades con una intensa vida nocturna y festivales internacionales se convirtieron en nodos de esta red en los que, cuando alguien introducía el virus, este encontraba vía libre para propagarse en su interior y extenderse a otros nodos a través de los viajes. Esto es lo que ocurrió durante la primavera y el verano de 2022. “En esta fase, el conocimiento insuficiente de la enfermedad y la transmisión a partir de personas asintomáticas o presintomáticas pudo ayudar a la rápida expansión del virus”, afirma Van Dijck.
A partir del otoño, sin embargo, los casos empezaron a caer de forma abrupta. La hipótesis inicial de Van Dick, como la de muchos otros expertos, era que si este descenso no podía ser atribuido a las vacunas, quizá la razón era un “cambio de comportamiento de la población en riesgo”, que ante el temor a contagiarse hubiera reducido el número y la frecuencia de contactos sexuales. Para confirmar o descartar esta hipótesis, Van Dijck y su equipo utilizaron los datos recopilados en el Instituto de Medicina Tropical de Amberes durante 2022.
Los autores entrevistaron a 1.322 usuarios de profilaxis de preexposición frente al VIH (PrEP) y los dividieron en dos grupos. Aquellos con antecedentes de haber pasado una infección por sífilis, indicador de “un mayor comportamiento de riesgo y, por tanto, presumiblemente en un lugar central en las redes de contactos sexuales”, y aquellos sin antecedentes de sífilis, considerados en posiciones más periféricas.
Al analizar los datos de ambos grupos, los autores vieron que el número de parejas sexuales mantenidas por los miembros de los dos grupos no solo no había descendido durante 2022, sino que se había incrementado y lo había hecho de forma más importante entre los encuestados en el primero, aquellas personas en el centro de las redes de contactos.
“El descenso de casos de mpox sugería que se había producido un cambio de comportamiento entre las personas en más riesgo, pero esto no ha sido corroborado por los datos de la población usuaria de PrEPD, al contrario”, defiende Van Dijck. Estas evidencias, cuyo análisis sigue ahora en el laboratorio con pruebas serológicas y modelos matemáticos, son las que llevan a los autores a considerar la inmunidad natural alcanzada en las primeras fases de la epidemia por las personas que ocupan una posición central en las redes de contactos como los ladrillos que han levantado un muro de contención, en forma de inmunidad en red.
Una situación que, alertan los autores, podría cambiar si algo altera los nodos de la inmunidad en red. Una razón podría ser que “personas situadas en posiciones periféricas que no han resultado infectadas hasta ahora pasaran a ocupar posiciones centrales con un papel sexualmente más activo”. Otra importante cuestión sería si se descubriera que la inmunidad lograda con la infección natural o las vacunas desciende con el tiempo, lo que abriría un nuevo escenario en el que las reinfecciones serían posibles. Los casos de reinfección recogidos por la literatura científica han sido hasta ahora puntuales.
En cualquier caso, apuntan los autores, lo previsible es que se sigan produciendo pequeños brotes de la enfermedad a medida que el virus alcance a personas aún no inmunizadas de forma natural o por la vacuna. E incluso en este último caso, se sigue investigando el grado de protección que ofrece la actual pauta de dos dosis. Francia, por ejemplo, investiga un reciente brote con 17 afectados en el Valle del Loira, 10 de los cuales habían sido vacunados.
El Centro Europeo para el Control y Prevención de nfermedades (ECDC) también ha publicado un informe técnico para informar a los países de la UE de la necesidad de reforzar las medidas de control y vigilancia ante el principio de la temporada de grandes festivales y el mayor número de eventos multitudinarios con prácticas de riesgo que se produce con la llegada de las buenas temperaturas.
El estudio del Instituto de Medicina Tropical de Amberes ha sido presentado en el 33º Congreso Europeo de MIcrobiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ECCMID) que se celebra estos días en Copenhague (Dinamarca).
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