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‘Manosfera’: Donde se quieren los hombres que odian a las mujeres

Activistas por los derechos masculinos, gurús del ligue, ‘incels’... Los rincones antifeministas de internet proporcionan ante todo una red afectiva para los varones que se sienten victimizados y en crisis, según un estudio de la FAD sobre subculturas misóginas ‘online’

Patricia Gosálvez
‘Manosphere’
Varios memes antifeministas que circulan por las redes misóginas ilustran el discurso de odio y la banalización de la violencia de género.

Ahora mismo en España un grupo de divorciados debate en Facebook las “denuncias falsas”, “el daño que ha hecho la ley de violencia de género” y sentencia que “el feminismo mata más que el machismo”. En tono más jocoso, un conocido foro masculino analiza por enésima vez si las mujeres buscan el atractivo físico, el dinero o el estatus en sus parejas y, en cualquier caso, ya saben, “TDS PTS” (todas putas). Mientras, en YouTube, un hombre adulto monetiza sus consejos para dominar “el juego” de la seducción. Básicamente, dice, conviene menospreciar a la “presa” más que halagarla; otro hombre, una generación menor, explica en TikTok cómo pesa el “body count” en las mujeres pasado su “prime” (es decir, si tiene muchas relaciones nadie se interesará por ella llegada una edad). Y en otro rincón de internet, donde los usuarios comparten técnicas de ejercicios maxilofaciales para aumentar la prominencia de su mentón, otro varón joven se desahoga: “Es simplemente ridícula la cantidad de vivencias de mierda que he tenido y no me refiero solo a eventos depresivos menores como la mayoría de los incels [célibes involuntarios]… Siempre fracaso estrepitosamente, con las mujeres y con las personas en general, que parecen sentir un repudio legítimo a mi persona… Es verdad que soy feo y algo introvertido… A veces disfruto mirando el dolor ajeno después de haber experimentado tanta desigualdad”.

Todo esto ocurre en la manosfera, un universo por internet de foros, webs, blogs, canales de YouTube y perfiles en redes marcados por la defensa de una masculinidad cargada de misoginia que se siente amenazada por el sistema, las mujeres y, sobre todo, el feminismo. “En paralelo a la llegada del feminismo a las instituciones, se ha dado un repliegue antifeminista que se considera a sí mismo contracultural, aunque defiende muchos roles masculinos convencionales”, dice Elisa García-Mingo, que ha pasado un año buceando por espacios como Forochoches, Hispachan o Spalumi viendo contenidos de creadores conocidos como Papa Maravilla, Roma Gallardo o Un Hombre Blanco Hetero y muchos otros anónimos (entre febrero de 2021 y 2022). La socióloga firma, junto a Silvia Díaz Fernández, los resultados de dicha “etnografía digital” en el informe de la FAD Jóvenes en la manosfera. Influencia de la misoginia digital en la percepción que tienen los jóvenes de la violencia sexual. La profesora explica el asunto en su despacho de la Facultad de Políticas de la Complutense en Somosaguas, quizás el lugar más alejado conceptualmente de la manosfera: en la puerta de un retrete alguien ha escrito: “El feminismo será interseccional o no será”.

“En España la manosfera es menos letal que en otros países”, afirma García-Mingo. En Estados Unidos, pero también Canadá, Reino Unido o Suecia, se han producido actos violentos gestados en línea y las autoridades vigilan de cerca la radicalización de lo que describen como “terrorismo incel”. En los países nórdicos, la policía investiga sus vínculos con el supremacismo blanco; en Italia, con el neofascismo. La Unión Europea encargó el año pasado un informe sobre el tema a su red de expertos en radicalización. En la Policía Nacional no consta ningún foro radicalizado en España. “Aquí, la manosfera tiene conexiones con partidos de ultraderecha como Vox y organizaciones como Hazte Oír, pero forma parte de una guerra cultural, se parece más a un bar”, dice la socióloga, que no por ello le quita importancia: “Fomenta discursos que banalizan la violencia sexual y niegan la de género”. Lo que más le preocupa: “Lo fácil y sutilmente que los chavales se topan con estos contenidos y cómo van interiorizando su discurso, convirtiéndolo en algo emocional que ya no puedes rebatir ni con argumentos ni con datos”. Por ejemplo: un crío que empieza a salir con chicas, a poco que busque en Google “ligar”, va a caer en una espiral de contenido hostil, misógino e incluso autodestructivo. “Como padres nos preocupa mucho el porno, pero esto ni lo pensamos”, dice García-Mingo.

Según el barómetro de juventud de la FAD (2021), uno de cada cinco varones entre 15 y 29 años en España consideran la violencia de género un “invento ideológico”. Y aunque la mitad (50,4%) la considera un problema grave, esta percepción ha caído cuatro puntos desde 2017. La experta llama “polinización” a ese trasvase de la misoginia por internet a la calle, incluso a quien no la frecuenta. Pudo comprobarlo en una serie de grupos de discusión con hombres jóvenes, más y menos asiduos a estos contenidos, en los que habían “calado” los temas e incluso la jerga de los foros. Además, todos los entrevistados hablaron sobre lo que la socióloga denomina la “manosfera invisible”: los grupos de WhatsApp exclusivamente masculinos. Espacios “seguros”, “de confianza”, donde los hombres decían no sentirse “juzgados” y admitían ponerse, en palabras de uno de ellos, más “unga unga” de lo normal.

Las tribus

En la selva de la manosfera cohabitan, desde hace tiempo y a nivel global, distintas subculturas: MRA, MTGOW, incels... Un sistema de castas explicado hasta la saciedad en webs y foros, con el minucioso detalle de quien describe un universo tolkiano o una baraja de pokemones. Están los “activistas por los derechos de los hombres” (MRA, por sus siglas en inglés), que en España, según García-Mingo, son los más abundantes y también los más politizados. Sus causas son los hombres maltratados, sobre todo en cuanto a las custodias paternas, esgrimen cuando pueden las denuncias falsas, quieren cambiar las leyes. “Atacan a lo progre, a lo woke, tienen discursos articulados, muchos son abogados y su objetivo es crear un nuevo marco ideológico e influir en la sociedad”, dice la experta. Con una visión más neoliberal, están los gurús del ligue (PUA, por pick up artists), que andan “de capa caída”, según la experta, y se han “profesionalizado”, reconvirtiendo su negocio en un entrenamiento más general, del éxito personal, las criptomonedas, el fitness, la nutrición... Junto a ellos, youtubers misóginos con públicos aún más transversales y mainstream, que presumen de su “incorrección política”. En este sentido las sociólogas también han analizado varias cuentas de mujeres antifeministas, que tienen el “alto valor simbólico” de la aliada.

Luego están los “hombres que siguen su propio camino” (conocidos como MGTOW, men going their own way), cuya misoginia no tiene interés monetario ni social, no quieren transformar nada, sino vivir al margen: quemados con las relaciones de pareja, su discurso resulta más cínico. “En España, son muy pocos, pero aun así, más que los incels”, dice la experta, refiriéndose a la franja más joven, rabiosa, nihilista y autodespectiva. “En muchos foros misóginos el propio término es un insulto: no seas incel se dicen unos a otros, son vistos como los pajilleros, los llorones, los raritos”, afirma García-Mingo. Aunque con sus diferencias, a los hombres de todas estas subculturas les une “sentirse víctimas de la discriminación que supone vivir en una sociedad que consideran ginocéntrica”, explica la socióloga. “Buscan una comunidad identitaria, su búsqueda no es tanto de información como de consuelo”.

Ningún universo está completo sin una intrincada jerga propia: los hombres pueden ser alfas, sigmas, betas... atractivos chads (sexualmente atractivos), normies (normalitos), manlets de poca estatura (pero musculados); los feministas son tachados de aliades, manginas u hombroños; las mujeres pueden ser stacys o charos, y aparecen como irónicos “seres de luz”. Además de TDS PTS, son awalt (acrónimo de que todas son iguales). Hay gymcels que practican el lookmaxing para sacarse partido, la “hipergamia” articula el desequilibrio entre los sexo... Y no podía faltar un mito fundacional, que paradójicamente es una escena de Matrix, una película dirigida por dos mujeres transexuales, Lilly y Lana Wachowski.

Morfeo muestra a Neo dos píldoras: si toma la azul seguirá viviendo en la feliz ignorancia, siendo un esclavo en la “prisión de su mente”. Si toma la roja descubrirá Matrix, la verdad detrás de eso que siempre le ha parecido que no funciona en el mundo. En la manosfera, el hombre “redpileado” (así lo conjugan) comprende que hay una conspiración ginocéntrica a la que culpar de sus frustraciones y fracasos. En la película, Keanu Reeves abandona una realidad cómoda para ser transportado a una distopía, pero la píldora roja “masculinista” no funciona exactamente así, ya que lo que proporciona es el refugio de una cámara de eco donde un grupo de pares valida las opiniones propias. La manosfera se ha inventado algunas píldoras más, siendo la más ingerida tras la roja, la negra, que acaba con toda esperanza de que nada pueda mejorar llevando al cinismo de los MTGOW y al no-futuro de los incels.

La profesora García-Mingo cree que es fácil ver solo lo exótico de la manosfera: “Esa ‘madriguera de machistas’ que aparece en los titulares llamativos”. Ella defiende la “alta funcionalidad” de estos espacios. “Su discurso funciona porque es fácil, es trol, irreverente, divertido, autorreferencial y creativo”, zanja. Los memes antifeministas tienen un papel clave en la expansión del mensaje (el equipo de García-Mingo ha analizado cientos de ellos). “Los machistas son mejores comunicando, sobre todo desde esa postura aparentemente incorrecta; el feminismo mainstream es más aburrido”.

Además, explica, a la misoginia más radical se llega de forma paulatina, atravesando umbrales: primero, páginas abiertas, luego foros con suscripción, luego entornos blindados, chats privados, foros en la internet profunda... Pero ante todo, defiende la socióloga, la manosfera funciona porque “satisface un vacío emocional y cubre las necesidades de cuidados de muchos hombres”. Especialmente los más jóvenes, los que se relacionan con una generación de chicas con mucha conciencia feminista. “Muchos se sienten incomprendidos y acuden a estos espacios para informarse, pero también buscando crear vínculos porque están muy solos”, dice la experta. Se crean así mallas identitarias que construyen “una masculinidad en torno a sentimientos de rabia, frustración y orgullo herido”. Es imprescindible comprenderlo para luchar contra ello, concluye la experta: “No podremos parar la creciente misoginia sin tener en cuenta las necesidades socioafectivas de los hombres”.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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