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“No estamos preparados para acompañar a la muerte”

Marcos Ariel Hourmann, el primer médico condenado en España por eutanasia, celebra la ley que entra en vigor este viernes, pero recela de cómo se aplicará y teme presiones contra los médicos

Marcos Ariel Hourmann, en un parque de Sitges (Barcelona), el pasado miércoles

Foto: Gianluca Battista
Marcos Ariel Hourmann, en un parque de Sitges (Barcelona), el pasado miércoles Foto: Gianluca BattistaGianluca Battista
Jessica Mouzo

Han pasado más de 15 años, pero la mochila sigue a la espalda de Marcos Ariel Hourmann (Buenos Aires, 61 años): es el primer médico condenado en España por eutanasia y la etiqueta pesa. “Fue un acto de amor”, repite una y otra vez. Por humanidad. Para terminar con el sufrimiento de una paciente terminal y de su familia, insiste. De hecho, los hijos de la enferma, de 82 años, nunca lo acusaron ni declararon en su contra. “Solo hizo lo que le pedimos: que mi madre no sufriera”, relató el hijo a EL PAÍS en 2009, cuatro años después de la muerte de la mujer. Pero el médico fue denunciado por los responsables del Hospital de Mora d’Ebre (Tarragona) donde trabajaba y, desde aquel momento, rememora en su libro Morir viviendo, vivir muriendo, “un acto de amor se transformaría en una pesadilla”.

Hourmann nunca llegó a entrar en la cárcel: pactó con la Fiscalía declararse culpable para reducir la pena de prisión de 10 a un año —sin antecedentes, no entra en prisión— y no ser inhabilitado como médico. Durante el proceso judicial, se fue al Reino Unido, donde ejerció hasta que los tabloides británicos descubrieron su caso y lo apodaron el Doctor Muerte. En 2010 volvió definitivamente a España y hoy combina su trabajo como facultativo en el control sanitario covid del aeropuerto de El Prat y las urgencias domiciliarias en el Garraf, al sur de Barcelona, con una gira por España de su obra teatral Celebraré mi muerte, donde se expone al veredicto que nunca recibió del jurado popular.

Precisamente, la aprobación de la ley de la eutanasia en el Congreso de los Diputados el pasado diciembre lo pilló actuando en Valladolid. Con el corazón en un puño y “una felicidad contenida”, afirma, se subió al escenario aquel día para contar su historia otra vez mientras España daba el primer paso para despenalizar —en los casos especificados en la nueva ley— el delito por el que él fue condenado. La norma, dice, le da tranquilidad, pero también lo preocupa cómo la recibirá la población.

Pregunta. ¿Cómo empezó todo?

Respuesta. Con Carmen, una paciente que vino cuando yo estaba de guardia. Tenía varias enfermedades graves y me pidió morir, no quería sufrir más y, mucho menos, ver sufrir a su hija. No hice caso al pedido de la madre. Intenté sacarla adelante hasta que no pude y le dije a la hija que había que sedarla porque la situación médica era irreversible. La sedé y a los 40 minutos volvió a llamarme la hija, [para decirme] que no podía aguantar más el sufrimiento de la madre, que hiciera algo. Y ahí decidí cargar el cloruro potásico y terminar con la vida de la paciente. Hice un auto de eutanasia. Escuchar el pedido de algo que era insoportable ante una situación de incurabilidad más que terminal. El mayor acto de amor que hice en mi vida se convirtió en una pesadilla, en el tsunami que arrasó nuestras vidas.

Marcos Ariel Hourmann, durante su entrevista con EL PAÍS.Vídeo: Gianluca Battista

P. ¿Tuvo alguna duda antes de hacerlo?

R. No. Ni lo pensé. No fue un acto premeditado. Cuando volví esa segunda vez, me encontré con la cara de esa hija y no pensé en nada más, ni pensé en que me iba a pasar todo lo que me pasó. Fue un acto humano. No hace falta sufrir ni un solo segundo más, no hay nada que hacer.

P. ¿Por qué dejó constancia en el informe médico?

R. Es consecuencia de lo que dije antes. Al poner el potasio no pensaba que estuviera cometiendo un delito. Sé perfectamente que no se pone de esa manera porque si lo cargas en dosis altas y lo aplicas en bolo [una infusión directa, sin diluir], provoca la muerte instantánea. Lo hice como consecuencia de pensar que no tenía que sufrir más. Le cargo el potasio, lo hago y lo escribo porque no considero en ningún momento que tenga que esconderme, ni mentir. Estaba haciendo el mejor acto humano de mi vida y fue la condena de mi vida.

Estaba haciendo el mejor acto humano de mi vida y fue la condena de mi vida
Marcos Hourmann

P. ¿Qué recuerdo le queda de esa época y todo el proceso judicial que vino después?

R. Lo que más me ha dolido es la injusticia de todo esto. Es injusto, aunque esté en la ley. Yo sé que cometí un delito, que eso no se puede hacer, pero es injusto igual. Yo no maté a nadie y estoy condenado como un homicida. Ese título duele, es pesado. Yo nunca me he considerado eso.

P. ¿Se arrepiente de haberlo hecho?

R. No me arrepiento, pero no lo volvería hacer. Eso no significa que cambiaría un pelo de lo que hice, pero si hubiera sabido que me iba a pasar todo esto, no lo habría hecho.

P. ¿Qué se le pasa por la cabeza ahora que está a punto de entrar en vigor una ley que despenaliza el delito por el que fue condenado?

R. Tengo muchas dudas. Veremos qué pasa con la ley. Veremos si los médicos damos la talla en estas circunstancias, si los objetores registrados no contagian a los que quieren hacerlo, que no pase como con la ley del aborto. Ese es mi gran interrogante. El tiempo dirá cómo va a ser la aplicación de la ley, el tiempo dirá si en un hospital, el doctor Díaz hace un auto eutanásico con todas las condiciones que dice la ley, y no lo estigmatizan como el Doctor Muerte, como me llamaron a mí. Hay muchos interrogantes y la aplicación no va a ser fácil.

P. ¿Será objetor o lo volvería a hacer con la ley?

R. Yo lo haría con la ley, por supuesto. Lo haría, aunque hay un aspecto de la ley que no me gusta: la comisión evaluadora posterior al acto eutanásico [la comisión de garantías tiene que verificar, en el plazo de dos meses, si la prestación de ayuda a morir se hizo de acuerdo a los procedimientos de la ley]. Esto puede crear muchas dudas. ¿Para qué hay una revisión posterior? ¿Qué quieren comprobar? ¿Un papelito que faltó? Estoy muy en contra de la comisión evaluadora después de que el paciente fallezca. Prefiero luchar con el paciente vivo, que es mi defensa. Pero cuando se haga el acto de ayudar a morir a esa persona, que ahí termine todo.

P. ¿Los profesionales están preparados para acompañar a morir?

R. No, no estamos preparados para acompañar a la muerte. Pero no solo el mundo sanitario, sino también las familias: no se habla, nadie está preparado para enfrentar algo que es la única verdad de esta vida. Yo estoy muy tranquilo desde la ley porque yo sé que cuando me pase algo grave, no esperaré a estar decrépito. A mí la ley me da una tranquilidad, nos la da a los que opinamos que no queremos llegar hasta el final.

P. Usted habla en su libro del bien morir. ¿Esta ley ayuda a eso?

R. La ley ayuda, es un primer paso para morir mejor, para los que quieren morir así. Ha costado, pero es muy positiva dentro de lo que se esperaba.

Falta que alguien escuche al paciente cuando no haya nada que hacer
Marcos Hourmann

P. ¿Qué falta para que tener cubiertas todas las necesidades al final de la vida?

R. Que me importe lo que te pase a ti. Que de verdad me importe. El sistema tiene que amarte y entenderte, y no solo operarte con la mejor cirugía robótica. Falta que alguien escuche al paciente cuando no haya nada que hacer.

P. Los opositores a la ley reclaman, en lugar de esta norma, una buena ley de cuidados paliativos.

R. Los cuidados paliativos tienen una función y no se contraponen con una ley de final de vida. Los paliativos están para que antes del final de la vida no sufras, no tengas sintomatología que haga tu vida insoportable. Los paliativos van durante un tiempo en paralelo a la ley. No se contraponen, ni la inhiben, ni la inhabilitan. Tienen que ir hermanadas al final, cuando para el paciente no hay paliativos que valgan y pide morir, ahí es donde la ley de eutanasia tiene que unirse y hermanarse.

P. ¿Cree que habrá muchas peticiones?

R. No lo sé. Pero no importa el número: con que haya uno que la necesite, ya es suficiente.

P. ¿Y objetores? ¿Habrá muchos?

R. Sí, creo que sí. Y está bien que se respete a los objetores, pero también que los que hagan eutanasias no se sientan ni culpables ni marcados dentro de la institución. Y esto puede pasar, pero esperamos que los que respetan a los que no quieren, dejen actuar a los que sí quieren.

Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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