Destapar los olores meses después de sufrir la covid
Los enfermos que rehabilitan su olfato tienen tres veces más posibilidades de recuperarlo y de manera más rápida. Se multiplican las unidades especializadas en los hospitales
La desaparición del olfato y el gusto dejó descolocado al pinche de cocina sevillano Miguel Ángel Barbas tras haberse contagiado de la covid el pasado invierno. Solo ahora empieza a reconocer ciertos olores. Su rutina está llena de incertidumbres. “Al principio no olía absolutamente nada. Poco a poco, ahora huelo algo. Lo más peligroso es el uso de desengrasantes para limpiar ollas y marmitas, los vapores pueden afectarme y no sé si se quema una comida o si hay una fuga de gas”, relata inquieto. La pérdida total o parcial del olfato y el gusto es uno de los síntomas persistentes más frecuentes tras infectarse por coronavirus, y para paliarla, la rehabilitación olfativa de los pacientes ha crecido en paralelo a la creación de unidades especializadas en muchos hospitales. “La demanda de atención en pacientes con afectación del olfato ha sido exponencial, una explosión desde que irrumpió la covid”, relata Ramón Moreno Luna, otorrinolaringólogo del Hospital Virgen de Macarena de Sevilla.
La mitad de los pacientes infectados con coronavirus sufrieron una alteración del olfato (53%) o del gusto (52%), según un estudio en 15 hospitales españoles. Y los expertos aseguran que hasta un 15% de los pacientes afectados pueden seguir sin oler nada tres meses después de resultar infectados. Para recuperarlo es decisivo rehabilitar este sentido, ayudarle a volver a identificar los olores perdidos por la destrucción sufrida en el epitelio. “Los metanálisis demuestran que un paciente de covid que se rehabilita tiene tres veces más de posibilidades de recuperarse y lo hace más rápido que el resto”, ilustra Claudio Fragola, otorrinolaringólogo del Hospital Ramón y Cajal que, al igual que el Clinic de Barcelona, ya disponía de una unidad del olfato antes de la pandemia.
A menudo la covid no solo anula el olfato (anosmia), sino que también provoca a los enfermos confusión y que les cueste asociar lo que huelen con la memoria. No es la detección, sino una distorsión de lo olido (parosmia): los pacientes confunden el olor de un champú o una crema con un hedor a cloaca o podrido, o frente a una rosa huelen a gasolina. Distorsiones que alteran a las personas emocionalmente, subraya Moreno Luna, especializado en rinología y base del cráneo. A veces no huelen la colonia, pero sí el alcohol de la colonia, dado que son olores identificados con el sistema de riesgo. Adriana Izquierdo, coordinadora de la unidad del olfato en el Hospital de Terrassa (Barcelona) y miembro de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (Seorl) explica que “hay un olor desagradable pero novedoso”. “Yo lo llamo olor covid. Los pacientes lo describen como si fuese carne podrida, pero no saben detallarlo del todo”, relata.
Los equipos de entrenamiento olfativo, que pueden adquirirse en farmacias e Internet, incluyen botes de aceites con cuatro esencias –rosa, limón, clavo y eucalipto–, o en vaselina con seis olores –limón, rosa, ahumado, vinagre, anís y eucalipto–. Algunos expertos recomiendan estos últimos porque la población mediterránea no reconoce con facilidad el olor a clavo, mucho más utilizado en países como Pakistán o la India. Primero, el paciente mira el dibujo de un limón, el sorbete de limón y la galleta de limón; luego huele el olor correspondiente 20 segundos, y así con cada aroma. La rehabilitación es un proceso rutinario que ocupa 10 minutos por la mañana y otros 10 por la noche.
El paciente tipo con pérdida de olfato por covid tiene entre 30 y 50 años, sufre síntomas leves y acude a consulta del especialista después de soportar más de tres meses de pérdida del sentido. Alfonso Chacón, enólogo y dueño de las bodegas Canopy en Toledo, perdió el olfato y el gusto, y poco a poco lo revivió gracias a una rehabilitación casera. “Hice una recuperación como una formación y tardé tres meses en lograrlo. Cogía cosas que identificaba y tenía memorizadas, como una vainilla, vinagre, al principio aromas suaves de potencia y luego olores característicos cercanos, para ejercitar. Es mi trabajo, si no pruebo los vinos no sé cómo están. Me preocupaba qué nivel de pérdida me podía ocasionar y cuánto tiempo, eso me generó ansiedad”, cuenta.
La causa de este fenómeno es que el coronavirus destruye las células que en el epitelio olfatorio dan soporte metabólico y estructural a las únicas neuronas del cerebro en contacto directo con el exterior -de 20 a 30 millones-. El olfato se recuperará antes o después en función del daño estructural y de cuánto tarde la regeneración de esas neuronas, destaca Laura López-Mascaraque, investigadora en neurociencia del Instituto Cajal del CSIC y presidenta de la Red Olfativa Española, una asociación para difundir el mundo del olfato con investigadores, enólogos, perfumistas, ingenieros y expertos en inteligencia artificial. “Esas neuronas tienen que encontrar, de nuevo, su vía hacia el cerebro”, afirma López-Mascaraque. “El olfato, al que está dedicado el 3% del genoma –casi 400 genes– es el único sentido químico junto al gusto, donde las moléculas odorantes son procesadas en el cerebro e interpretadas como olores”, explica López-Mascaraque, que bromea con que la covid ha traído la anosmia al vocabulario de la gente en general.
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