“En el cole saben que soy un niño y me respetan”
Noah, un menor de 11 años, explica su camino hacia la autodeterminación del género que siente
“Me da miedo que los alumnos con los que me toque ir, no me acepten”, explica Noah, un niño trans de 11 años que el próximo curso comenzará el instituto en el municipio castellonense de Vila-real. Roger Pardo y Gloria Castellanos, sus padres, aseguran ahora es feliz en su colegio porque conoce a sus compañeros desde Infantil. Conocen a Noah de sobra, han visto su evolución y se dieron cuenta que no era una chica más. Gloria recuerda cuando su hijo comenzó a verbalizar sus sentimientos: “Mamá, ¿por qué no soy un chico? ¿por qué me tuviste que hacer niña?”, recuerda que le decía con solo seis años.
La sensación de que el sexo sentido de Noa no concordaba con el asignado cuando nació echó raíces en ellos. “Tenía un look totalmente diferente a sus compañeras de edad y cada vez se notaba más. Dentro de su timidez, tenía las cosas muy claras y ha ido atreviéndose con la apariencia cada vez más. Lo invitaron en 2º de Primaria a una comunión y una prima suya nos dejó un vestido porque no sabía qué ponerse [toda su ropa era más informal y deportiva] y cuando se vistió vimos que no era Noah. Es el último día que se puso un vestido”, atestiguan sus padres.
“Siempre hemos dejado que los tiempos los marque él. Que vea todo lo que implica [ser una persona trans] y darle información, pero es él quien tiene que tomar las decisiones”, apunta su padre. Los tres juntos, con ayuda de familia, profesores y amigos, han iniciado el tránsito hacia el género sentido al ritmo que marque el menor. Por eso, en pleno debate del borrador de la conocida como ley trans, Roger escribió al periódico para contar su experiencia y poder aportar “nuestro granito de arena”, dice. Porque opina que hay demasiadas noticias negativas sobre las personas trans y eso puede hacerle sentir a su hijo que es un bicho raro. “Y no es así, su madre y yo queremos que tenga las mismas oportunidades que los demás. Que sea feliz”, enfatiza Roger.
La Unidad de Género del Hospital Doctor Peset de València comenzó hace seis meses a tratarlo con inhibidores hormonales porque el menor se acercaba a la pubertad y había que detener el desarrollo implícito a su sexo de nacimiento. Lleva desde junio con una inyección cada tres meses y todo va bien, salvo por algún subidón de calor. En su cole, el CEIP Angelina Abad, de Vila-real, sigue yendo a los baños de chicas, pero entra en el de chicos cuando está en un sitio donde no lo conocen. “Le mola cuando alguien espontáneamente le indica el baño de chicos”, aclara su madre. La ropa la compra en la sección de chicos.
A Noah le gustan las series de abogados, el fútbol, el pádel y el baile, especialmente el hip hop. Ha dado clases de piano, guitarra y dibujo y ahora no para de darle vueltas a su ingreso el próximo curso en el instituto para comenzar la ESO. No recuerda un mal gesto hacia él en su colegio. “Hablé una vez en clase para contarles a mis compañeros que me estaba poniendo los inhibidores y cuál era mi situación”, explica Noah, que se siente “muy feliz” con el tratamiento. “En el cole saben que soy un chico y me respetan desde siempre. Solo les dije que quería seguir ese camino y que todavía no había decidido cambiarme el nombre. Tengo que pensarlo más”, apunta.
Antonio Asensi es el tutor del menor desde 5ª de Primaria y se ha ocupado junto con sus padres y la dirección del centro escolar de poner en marcha el Plan de intervención y acompañamiento en el tratamiento de la identidad de género, expresión de género e intersexualidad, en vigor en la Comunidad Valenciana, que cuenta desde 2017 con una ley trans. Sus padres comunicaron al colegio que Noah había empezado el bloqueo hormonal. “A partir de ahí es cuando Noah empieza a confirmar su identidad de género y se inicia todo el proceso de acompañamiento”, se extiende Asensi. El profesor se formó en tiempo récord —dio un curso de la mano de la asociación LGTBi Lambda—, y aprovechó el proyecto escolar relacionado con el cuerpo humano para introducir el tema y que el menor hablase en clase de su situación. “Para Noah fue un gran alivio, necesitaba dar el paso y contarlo delante de todos, y recuerdo que me emocionó mucho. Es muy reservado y sus palabras salen a cuentagotas”, rememora el tutor.
Durante esas clases, los alumnos, de la mano de Asensi, descubrieron que hay géneros diferentes al masculino y femenino cis [persona cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer]. “Me he concienciado más hacia el colectivo trans y, aunque resulte pedante, corrijo mucho a la gente que me rodea. Cada persona es un mundo”, dice. El maestro defiende la existencia de planes de intervención y acompañamiento para todos los alumnos desde pequeños. “El centro está concienciado, es muy inclusivo, y sabe que en las aulas deben tener cabida cualquier persona, sea cual sea su condición”, advierte el docente.
Noah aún no ha dado el paso para que se refieran a él en masculino. “Me cuesta cambiar”, reconoce el chaval, “pero cuando voy por la calle y no saben quién soy, me gusta que piensen que soy un chico y se refieran a mí en masculino. A los que me conocen, me da vergüenza decirles que cambien”. Como apunta su tutor, Noah tiene pendiente un entierro y guardar duelo: “Hay que despedirse de la persona que ha dejado de existir y darle la bienvenida al chico Noah”.
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