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‘IN MEMORIAM’
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adolfo Nicolás, diálogo interreligioso y compromiso con la justicia

Juan José Tamayo
Adolfo Nicolás, en una imagen de 2006.
Adolfo Nicolás, en una imagen de 2006.Europa Press

La vida del teólogo jesuita Adolfo Nicolás, fallecido el 20 de mayo en Tokio a los 84 años, siguió el itinerario geocultural y religioso del padre Pedro Arrupe, a quien tuvo como guía en el diálogo Oriente-Occidente, la actividad teológica, el trabajo misionero y el compromiso por la justicia, y cuyo trato irrespetuoso y carente de compasión por parte de Juan Pablo II vivió con profundo dolor. Nicolás tenía una excelente formación interdisciplinar. Estudió filosofía en la facultad de los Jesuitas de Alcalá de Henares y teología en la universidad de Sofía de Tokio y en la Universidad Gregoriana de Roma, donde se doctoró en 1971 con la tesis Teología del progreso bajo la dirección del teólogo español Juan Alfaro, quien en el prólogo destaca el estudio exhaustivo del tema, el rigor en el análisis, la serena objetividad, el sobrio equilibrio y el sentido crítico de la investigación.

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Publicada por la editorial Sígueme en 1972, me resultó especialmente iluminadora en mis cursos de doctorado, la elaboración de mi tesis y mis primeros años de docencia teológica. La obra analiza las tendencias más creativas de la teología católica de los 25 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que supusieron un cambio de paradigma en la manera de hacer teología, “una teología en proceso de formación”, dice Nicolás, como respuesta a los desafíos de ese momento histórico: teología de la historia, de las realidades terrenas, del trabajo, del progreso y teología política.

Terminada la tesis, volvió a Asia en 1971, donde había llegado por primera vez 10 años antes con apenas 25 años. Allí desarrolló tres tipos de actividades: la docencia teológica en la universidad de Sofía de Tokio, conforme a la plural realidad religiosa, cultural y antropológica asiática, bien diferente de la occidental, las funciones de dirección y coordinación dentro de la Compañía y el trabajo solidario con personas inmigrantes de Filipinas y otros países asiáticos residentes en Tokio.

En 2008 fue elegido superior general de la Compañía de Jesús con un programa de gobierno centrado en la opción por los pobres. “Aquí estamos todas las naciones geográficas —dijo ante un auditorio de jesuitas de todo el mundo—, pero quizá existen otras naciones no geográficas, sino humanas que reclaman nuestra existencia: los pobres, los marginados, los excluidos. En este mundo globalizado aumenta el número de los que son excluidos por todos, de los que son disminuidos, porque en la sociedad solo tienen cabida los grandes, no los pequeños. Todos los desaventajados, los manipulados son quizá para nosotros estas ‘naciones”.

Su dirección de la Compañía de Jesús se caracterizó por la transparencia, que él mismo definía como actitud responsable para el bien de los demás. La diversidad cultural, religiosa, espiritual y étnica y su profundo conocimiento de las religiones orientales, especialmente del budismo y del sintoísmo, le condujeron por la senda del diálogo intercultural, interreligioso e interespiritual. Ahí veía el camino hacia la paz y la justicia, inseparables. Entendía la teología como el diálogo en la búsqueda común de la verdad. Tal fue, sin duda, su pasión y una de sus principales aportaciones.

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III.

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