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Polémica por el boicot contra Ciudadanos que paralizó el Orgullo

El movimiento LGTBI pide al partido naranja una reflexión sobre sus pactos

La sentada espontánea de manifestantes del Orgullo contra la presencia de Ciudadanos en la manifestación de Madrid. En vídeo, declaraciones de Inés Arrimadas, portavoz de Ciudadanos.Foto: atlas | Vídeo: F.J. Barroso
Isabel Valdés

El sábado, el Orgullo se topó con un conflicto a raíz de la presencia de Ciudadanos, a pie tras una pancarta naranja, en la marcha en Madrid. Hubo gritos, insultos, una sentada para impedir el paso de la comitiva del partido naranja que retrasó la salida de las carrozas más de una hora y media y  lanzamiento de agua, botellines de plástico y latas de cerveza vacías. La policía acabó por escoltar a los políticos fuera de la manifestación y disolvió la sentada espontánea.

El desfile comenzó pero el debate no quedó ahí, y la indignación, de uno y otro lado, tampoco. La politización del día —que ya venía in crescendo tras la entrada de la ultraderecha al Gobierno municipal y las declaraciones de sus dirigentes sobre lo “denigrante” de la celebración—, fue casi completa. “Orgullosos y felices de la respuesta de la ciudadanía a las propuestas de la ultraderecha”, apuntaron desde Cogam, el colectivo de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales de Madrid y una de las entidades organizadoras de la marcha, junto a FELGTB, la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales.

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La polémica sobre si impedir el paso de Cs a la marcha era una muestra de intolerancia se extendió durante aquella noche y a lo largo del domingo. En las redes sociales, varios hashtags referentes a lo ocurrido fueron trending topic durante gran parte del día. Unos creen que la presencia de Cs iba buscando el conflicto; otros opinan que el Orgullo debería ser inclusivo sin condiciones; y todos coinciden en que la violencia no está permitida en ningún caso.

Desde el Cogam lo repiten: “Obviamente no aprobamos que se tiren objetos”. Aseguran que los políticos tienen derecho a manifestarse “como cualquiera”. “Y la gente a responder contra lo que los políticos hacen”, añaden. Creen que estaba “claro” lo que iba a suceder: “Si eres un partido, acudes a un foro en defensa de los derechos LGTBI y pactas con quien quiere cercenarlos, es normal que haya quien quiera expresar que no eres bienvenido”.

Hubo para quien aquello no fue tan “normal”, sobre todo desde la política. El alcalde de Madrid, el popular José Luis Martínez-Almeida, alegó que [el Orgullo] “está pasando de una fiesta de inclusión a una fiesta de exclusión de aquellos que no piensan como determinadas personas”. Manuel Valls, concejal en Barcelona, también se pronunció en ese sentido en su cuenta de Twitter: “La intolerancia y la violencia no son admisibles, aún menos en la manifestación. Lo que pasó merece la condena más rotunda de todos”.

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Dentro del colectivo LGTBI es difícil encontrar reacciones contrarias al boicot. Un veterano activista, participante en el Orgullo desde 1995 y que prefiere mantener el anonimato por la “enorme polarización” que ha alcanzado el debate, defiende la inclusión de todos. “El Orgullo ha sido siempre una fiesta de inclusión. En aquellos años el ‘grito de guerra’ era ‘no nos mires, únete’. Ese era el espíritu. Cabíamos todos. Queríamos que hasta los que nos criticaban algún día estuvieran. Ni apoyo ni critico a Ciudadanos, pero defiendo su derecho a venir a la manifestación. Ojalá viniera el PP. Y la Conferencia Episcopal. Y Vox. Quizá sería el primer paso para que entendieran las reivindicaciones del colectivo LGTB. El desconocimiento genera miedo y rechazo. Si viniera Vox creo que cambiarían muchas cosas”.

Sin embargo, como el Cogam, una amplia parte del colectivo LGTBI no entendió la presencia de los políticos de la formación naranja. Para esta parte, el partido solo quiso “provocar”. Boti García, veterana del movimiento en Madrid, contestó al alcalde madrileño en su cuenta de Twitter: “Sepa usted que el Orgullo no es una fiesta, sino la visibilización de la reivindicación de los derechos del colectivo LGTBI”.

Y lo ilustra, anécdota mediante, la periodista Nerea Pérez, activista feminista y por los derechos del colectivo. “Llevábamos dos horas de retraso al sol en Atocha, nos preguntábamos qué estaba pasando para no salir, y cuando nos enteramos de que era una sentada para impedir el paso de Ciudadanos, el jolgorio y los vítores de la carroza donde iba fueron épicos”. Asegura que el consenso frente a esto fue absoluto: “Hay líneas que no se pueden cruzar, no se puede ser tolerante con gente que negocia con la ultraderecha, que está a favor de las terapias correctivas... Es estrategia”. Una, detalla, “muy perversa”. “Tienen la desfachatez de hacer políticas que dañan al colectivo, de presentarse sabiendo lo que iba a pasar y hacerse los mártires”, dice. “No es la primera vez que lo hacen. Por suerte, la respuesta ciudadana estuvo ahí, y es cada vez más rápida”.

La sentada de ‘El cuento de la criada’

Lo llamaron El cuento de le ciudadane y una veintena de activistas de diferentes colectivos, unidos para esta acción, se organizaron para impedir el paso de Ciudadanos en el Orgullo. Vestidas como las criadas de Margaret Atwood, cambiando el color rojo por el naranja, su acción fue "la chispa" que prendió la sentada que acabó sacando a Cs del desfile. Explican que la acción era una forma de "plantar cara" a la entrada "a las instituciones de la ultraderecha, facilitada por Ciudadanos, y a su instrumentalización de conceptos como 'la libertad' para legitimarse en una manifestación donde sus políticas son el motivo de protesta". E insisten: "No vamos a dejar de luchar".

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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