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El Estado gasta al año 680 millones en universitarios que abandonan la carrera

Un informe del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas calcula por primera vez el coste de la renuncia a los estudios. Las familias sufragan otros 170 millones

Elisa Silió
Alumnos universitarios en una de las facultades de la Universidad Autónoma de Madrid.
Alumnos universitarios en una de las facultades de la Universidad Autónoma de Madrid.Santi Burgos

Que uno de cada tres estudiantes abandonen un grado en una universidad pública sin concluirlo supone al Estado 680 millones de euros al año. El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y la Fundación BBVA han incluido por primera vez esta estimación en el estudio U Ranking que han presentado hoy jueves. Los autores —Francisco Pérez y Joaquín Aldás—, han calculado que esta renuncia académica ocasionó concretamente en el año 2017 un coste de 974 millones anuales, si además se suma lo que desembolsaron las familias (170 millones las de la enseñanza pública y 124 en la privada). “Es importante orientarse bien al elegir una carrera”, ha subrayado Pérez, director del IVIE, y que “mejore el seguimiento antes y durante de los estudios porque las cifras son preocupantes”. Muchos de los estudiantes se cambian a otro grado, pero uno de cada cinco abandona todo el sistema universitario.

“Un grado, entre los sueldos y las instalaciones, cuesta al año de media unos dos millones de euros —más si son tecnológicos— por lo que los alumnos abandonen tiene un gran impacto económico”, opina Fernando Rey, consejero de Educación de Castilla-León. “Es de gran importancia que los alumnos encuentren su camino”.

“Lo que se debe realizar es un estudio exhaustivo de los factores que provocan el abandono entre los que posiblemente se encuentren barreras sociales para la permanencia en la Universidad”, reclama la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (CREUP). “Se deben poner todos los medios para que ningún estudiante deba cesar sus estudios por motivos económicos. Además de mejorar la orientación”. También CREUP cree que se debería reconocer las asignaturas aprobadas de quienes descubrieron su vocación más tarde.

Se considera que un alumno ha dejado de cursar un grado cuando han pasado dos años desde la última vez que se matriculó. El U Ranking ha hecho el cómputo partiendo de los 376.000 alumnos que se matricularon en 1º de un grado en una universidad en el curso 2012-2013. Al año siguiente un 20,4%% de ellos no volvió a inscribirse y en los dos siguientes renunció otro 12,9% de los potenciales graduados. Es decir, uno de cada tres (125.000 estudiantes) desistió antes de titular.

Más allá del fracaso académico y emocional del inscrito, esta renuncia tiene un gran coste para las arcas públicas, porque los alumnos costean unos 1.100 euros de la matrícula —con grandes diferencias autonómicas en los precios de las tasas— y el Estado invierte en él otros 4.000 euros.

Más fracaso en la pública

Aldás, catedrático de Investigación de Mercados de la Universidad de Valencia, achaca el abandono mayor “con toda seguridad” en los campus públicos presenciales (27,4%) que en los privados (19,8%) a unas rentas más bajas y a un “menor acompañamiento del alumno”. Pero el IVIE no ha logrado calcular cuántos desistieron por falta de fondos. Durante la crisis bajó el ingreso nuevo de alumnos en las universidades y los hogares tuvieron que sufrir una subida de las tasas de hasta el 67% en algunas comunidades. En estos últimos años los gobiernos autonómicos han reducido las más caras, salvo en Cataluña.

Además, las universidades privadas suelen exigir una nota de ingreso menor que la pública y por eso los alumnos se matriculan en la carrera que realmente desean. Sus familias, asimismo, pueden permitirse que rindan menos. El informe se plantea que quizás un seguimiento más cercano de la evolución del alumno —son menos por clase— frena el abandono en la privada.

Y, sobre todo, el abandono en grado se produce en las universidades no presenciales (62%). “No hay una interacción personal con el profesor y por eso es difícil mantener la motivación. Además, son estudiantes de más edad, muchas veces tienen un trabajo y cargas familiares. La mitad de ellos ni siguiera se cambia a otra carrera”, argumenta Aldás. A ello se une que muchos terminaron la secundaria hace tiempo y les cuesta recuperar el habito de estudio. Por eso el IVIE insiste en su estudio en la necesidad de “mejorar las herramientas digitañes para cursar estudios de larga duración y el papel de las relaciones personales”.

Las diferencias entre áreas de conocimiento son muy grandes en los estudios presenciales (las deserciones online son el doble). Quienes más dejan el grado (33,4%) o abandonan el sistema universitario (19,4%) presencial son los estudiantes de humanidades. “No suele haber nota de corte y era su segunda o tercera opción, por eso parte no tienen demasiada motivación, querían cursar otro grado”, explica Juan Antonio Huertas, vicerrector de Docencia, Innovación Educativa y Calidad de la Universidad Autónoma de Madrid. Uno de cada cuatro alumnos que estudia Historia abandona en su campus.

Parecido ocurre en los estudios de ingenierías o arquitectura: se cambia a otro título el 36% y un 17,9 %. Aldás lo relaciona con el alto grado de exigencia. Las universidades han tomado medidas para que suban los aprobados. En el otro extremo están las carreras de ciencias de la salud (15,5% de abandono), donde ingresan los alumnos con mejor expediente y con una enorme vocación.

Cuando comenzó a instaurarse el plan Bolonia —que sustituyó licenciaturas por grados con una vocación más práctica— la tasa de abandono en la Autónoma de Madrid bajó entre un 2% y un 3%. “En cuanto se ajustan los títulos baja el abandono”, explica Huertas. En la Autónoma cuando detectan en un grado un alto abandono toman medidas. Por ejemplo, su título Historia y Ciencias de la Música ha crecido en número de alumnos y calidad desde que incluyeron en el plan de estudios tecnología musical como solicitaban los interesados.

En Canarias renuncian el doble que en Castilla y León

La brecha del abandono es grande entre comunidades autónomas. En las nueve universidades de Castilla y León, apenas el 9,9% de los alumnos abandona el grado y el 19,6% el sistema universitario. Canarias, en cambio, prácticamente duplica ambos porcentajes.

Joaquín Aldós, uno de los autores del informe del IVIE, achaca el dato Canario, que casi se repite en Baleares, al tirón que tiene el trabajo, aunque sea estacional, en el turismo.

Aldós cree que en el caso de Castilla y León —le siguen en la cima de bajo abandono Madrid y Navarra— las bajas renuncias se explican por la buena preparación previa de estos alumnos, los mejores de toda España en las pruebas PISA. Su consejero, Fernando Rey (PP), coincide en el diagnóstico y añade otros factores. “No nos sorprende este dato porque nuestros alumnos hacen una elección muy sensata del grado que quieren estudiar. Prestamos mucha atención al servicio de orientación —vamos a aumentar la plantilla porque se puede hacer más— para que se cumplan las expectativas de los estudiantes”, afirma.

Castilla y León sufre una gran despoblación pero Rey asegura que eso no influye en la demanda de plazas porque son la tercera comunidad que recibe más estudiantes de otras regiones, especialmente la Universidad de Salamanca, pero también la de Valladolid.

Los campus castellanoleoneses, sin embargo, ocupan posiciones discretas en la clasificación U Ranking que el IVIE y el BBVA elaboran desde hace siete años.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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