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PREMIOS ORTEGA Y GASSET DE PERIODISMO

“El periodismo en Colombia es un ejercicio heroico”

Darío Arizmendi dirige los informativos en la cadena Caracol

Rosario G. Gómez
Darío Arizmendi, en un acto en Bogotá, en septiembre de 2016.
Darío Arizmendi, en un acto en Bogotá, en septiembre de 2016.Camilo Rozo

“No lo busqué, me cayó desde el cielo”. Para el periodista colombiano Darío Arizmendi (Medellín, 1945), el premio Ortega y Gasset era uno de los pocos reconocimientos profesionales que todavía no había obtenido en su larga, brillante y comprometida trayectoria. Ayer recibió la noticia, “orgulloso y feliz”, en su puesto de trabajo: al pie de un micrófono en los estudios de Caracol, cadena radiofónica líder de América Latina. Allí conduce un programa de vanguardia desde las cinco de la madrugada hasta las once de la mañana. Este espacio le permite “ser testigo de hechos sobresalientes” en el momento en el que se producen y tener “una cobertura global”.

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Dedicado al periodismo desde hace medio siglo, Arizmendi fundó el diario El Mundo de Medellín, y lo dirigió desde 1971 hasta 1991. Y a punto estuvo de lanzar, a principios de los ochenta, un periódico de la mano de Gabriel García Márquez. “Nuestra relación era como una roca. Ambos pensábamos que la prensa colombiana estaba vieja, mal escrita y daba una sola versión de los hechos. Queríamos un periódico independiente, como El PAÍS o La Repubblica, y columnistas de distintas tendencias”. Aquel rotativo tenía ya nombre. Se llamaría El Otro, una manera inequívoca de diferenciarse de El Tiempo o El Espectador. Pero el proyecto se abortó por la inseguridad en Colombia y por la crisis económica, que tuvo un impacto directo en la publicidad. También se quebró por culpa del Premio Nobel de Literatura de 1982, que en aquella edición lo ganó García Márquez. Eso cambió los planes.

Aquellos fueron años en los que la sociedad colombiana, y también el periodismo, estuvieron marcados por la radicalización. “El número de profesionales asesinados o víctimas de atentados es inenarrable. Ejercer el periodismo es un trabajo heroico. Aún hoy, muchos profesionales están amenazados de muerte y obligados a vivir con escolta”, comenta Arizmendi, que tuvo que exiliarse en los ochenta, cuando los cárteles de la droga intentaron asesinarlo varias veces. Ahora ve el panorama menos oscuro que “en los años de zozobra”. “Soy optimista y creo mucho en el periodismo y en Colombia. Los mejores años están por venir. Una nueva generación va a empezar a conocer un país inclusivo, que mira hacia el desarrollo, la educación y el empleo”.

Pero ese optimismo no le impide reconocer el estupor que le produjo el resultado del referéndum en 2016, cuando los colombianos rechazaron el acuerdo de paz con las FARC. Arizmendi reconoce que ese día lloró. “Me pregunté qué le había pasado a mi país. Era algo demente, de psiquiatra. Tras cinco décadas de locura, muerte y guerra civil, habíamos llevado a las FARC a la desmovilización y al desarme. Y ganó el no”. Fue una muestra “de mucho odio y de un sentimiento de venganza”, pero ahora toca “recomponer el tejido social, dar confianza y seguir adelante”.

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