Las pastoras ya no son las mujeres de los pastores
Yas, Cris, Carme y Sara son cuatro mujeres que dejaron atrás el ritmo de la gran ciudad para diseñar un proyecto de vida en el campo. Pertenecen a Ramaderes de Catalunya, una red de pastoras y ganaderas que trata de reivindicar la ganadería extensiva, la soberanía alimentaria y el respeto al medio y a su propio género
Si la historia de Yas, Cris, Carme y Sara te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
Desde hace 600 años, los Hombres Buenos de la Mesta atraviesan la capital del reino con sus rebaños previo pago de un impuesto por el uso de la Cañada Real. El nombre de aquella asociación trashumante fue un invento de la época para vestir la rudeza de los trabajadores del campo y así generar confianza en los pagos a los procuradores de la Villa. Pero esos hombres buenos también contaban otras cosas que perduran hasta hoy: eran hombres, solo hombres.
Seis siglos después han pasado a denominarse Pastores y Pastoras de la Mesta, por lo que ellas ya no son solo las mujeres del ovejero, del porquero o del cabrerizo que construyen sus títulos con trabajo en la sombra. Ahora, las pastoras y ganaderas son mujeres emprendedoras de tierra, independientes, muchas licenciadas y con gran formación, todas conectadas y trabajando con pasión en un sector en vías de extinción: la ganadería extensiva y sostenible, la venta directa y el comercio de proximidad.
Yas, Cris, Carme y Sara pertenecen al grupo Ramaderes de Catalunya, una asociación de 60 payesas, pastoras o ganaderas que tratan de empoderar a las mujeres del campo y que luchan por visibilizar la parte más sostenible de una actividad excesivamente masculinizada y atrapada hoy por la producción intensiva y el consumismo salvaje que demanda nuestra sociedad.
El olor del pastoreo
Reunimos a las cuatro en torno a una hoguera improvisada en la granja Circus, en Sant Hilari, Girona; el proyecto de vida de Yasmin Recht. Con la espalda fría y el pecho caliente la conversación fluye, el tiempo se para, las cámaras desaparecen. Huele a ceniza, a tomillo y a la madreselva que se cuela entre los árboles. Huele a ese increíble queso que ha hecho Sara y que nos está esperando impaciente en una mesa cercana junto al pan payés, la miel y el mantel de lana de oveja. Todo parido aquí.
“Salir al campo con las cabras me carga las pilas. El sol, las nubes, las texturas, cada día el paisaje es diferente”, cuenta orgullosa Sara Gutiérrez, de 41 años y dueña de un proyecto llamado 30 cabres en Éller, en la Cerdanya. “Es muy especial para mí el olor de los animales... es como un olor dulce que hacen cuando van paseando por según qué zonas. Hay que vivirlo”.
Sara, como todas ellas, tiene un pasado urbano del que renegar y que sirvió de espoleta para generar un cambio de actitud y de vida. Trabajó de fotógrafa profesional durante años cubriendo carreras de motocross por todo el mundo, de avión en avión y con la última tecnología siempre a mano. Una enfermedad grave le puso al borde del precipicio: “¿Qué estoy haciendo?, ¿qué estoy aportando al mundo? Lo dejó todo”, pensó. Ahora vive y trabaja solo en el campo junto a Miquel, su pareja, hace quesos y cuenta de primera mano a sus clientes en qué prado comieron las cabras de la pieza que se llevan. Eso es la verdadera trazabilidad, no los códigos de barras. Intenta hacer eso con un queso de una gran superficie.
Yas, la anfitriona, tiene otra historia y pone en el centro a su hijo para explicarlo todo. “Hacerlo crecer con algo que yo misma produzco me da unos subidones… ¡Es la caña!”. De origen argentino y 33 años, el pasado de estrés y ansiedad de la metrópoli también la atormenta. “Si pretendíamos explicar a nuestro hijo qué es ser feliz, qué es luchar por un estado de bienestar propio, no podíamos seguir en ese ritmo de trabajar por trabajar. Así que decidimos hacernos pastores como medio para justificar el modo de vida que queríamos”. Y tan felices los tres.
Llora otra niña y hay que parar de grabar. Y llora porque es su hora y aquí manda ella. Carme Plana, de 35 años, ha venido con su bebé de tres meses desde Vallgorguina donde ha dejado a su otra gran familia: 200 ovejas, 50 cabras, caballos y hasta unos ponis. Carme ejerció durante 10 años de abogada en Barcelona pero volvió con morriña a rescatar el negocio de sus padres. “Lo que me ha enseñado mi padre no se aprende en ninguna universidad. Para mí ha sido una liberación. Algo que disfruto y me ha permitido conciliar. No tengo que sufrir dejando a los niños a las seis de la mañana y no poder verlos hasta las ocho de la tarde”.
Sacrificios y prejuicios
No todo es la lírica del monte, de la vuelta al ritmo rural y a la belleza de lo natural. La soledad de la pastora y la dureza del medio empoderan aún más a estas mujeres que el manejar tractores o motosierras. “Yo llevo fatal la gestión de la muerte. Llevar a los cabritos al matadero. Sabemos que les hemos dado la mejor vida, que han vivido con sus madres, pero es muy difícil“, confiesa emocionada Sara. “Yo no soporto el viento”, cuenta Cristina Llanos, pastora de 28 años que trabaja en una granja de Valls con 400 ovejas de carne. “Mi perra no me oye y se equivoca con los animales”. Lo del viento se entiende mejor cuando Cris te recuerda que puede pasar a la intemperie 50 horas a la semana, unas siete horas al día.
Pero los peores vientos son los prejuicios que soplan desde el pasado y todavía sufren hoy. Que constantemente las cuestionen, que las pregunten por el jefe, que las ignoren en las ferias de ganado negociando precios, que el entorno payés las mire con recelo o que el vulgo las invisibilice, que se las imagine ignorantes, que no saben leer. “¿Pero tenéis móvil? ¿Tenéis Internet? Muy pastoras pero tenéis un iPhone, ¿eh?”, nos recuerda con sorna Yas. Ella estudió literatura; Cris empezó historia; Sara es fotógrafa profesional, y Carme es abogada. Pues eso.
El consumo es más poderoso que un voto
En Ramaderes no se habla de política, de religiones o se piden subvenciones. Su intención tampoco es cambiar el modelo productivo: se trata de ofrecer visibilidad a una alternativa más sostenible, a una oportunidad de transformar nuestra mentalidad de consumo poco a poco. Una apuesta por la soberanía alimentaria, la suya como mujeres y el bienestar animal. Porque todo tiene gran incidencia en el entorno social, el natural y en la recuperación de la economía rural. Muchos desconocen que sin el pastoreo extensivo los bosques serían intransitables y se comerían otros ecosistemas, las sendas de los excursionistas desaparecerían y los incendios serían mucho más graves. ”Al final el consumo es un acto, es una manera de decidir con más incidencia que un voto en unas elecciones. Si el sistema lo torcemos para otro lado, que lo haga para el lado del bien”, nos resume Yas.
La noche irrumpe en la conversación y sorprende a las cámaras y a nuestros relojes. Ellas siguen hablando, compartiendo, haciéndonos ver que sus ritmos son otros, que su tiempo pasa más despacio, que su hambre o ambición no son las nuestras. Nos vamos con la lección aprendida y con el consuelo de haber conocido cuatro grandes historias de trabajo e independencia y también de haber probado ese maravilloso queso. Mi voto va para las Ramaderes.
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Contenido adaptado del vídeo de Yas, Cris, Carme y Sara
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El pastoreo es un oficio que estaba a punto de desaparecer. Yas, Cris, Sara y Carme dejaron la ciudad para vivir de cuidar a sus cabras, ovejas y vacas. Ellas han creado la red Ramaderes de Catalunya, una comunidad de 60 mujeres jóvenes que apuestan por la ganadería extensiva, sostenible y el comercio de proximidad.
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(Sara) Una de las bases fundamentales del ideario de Ramaderes es el respeto por el bienestar animal y por el entorno. A mi realmente salir al campo con las cabras me carga las pilas, es salir, es el sol, son las nubes, cada día el paisaje es diferente, cada día el cielo es diferente.
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(Yas) Y dentro de esta línea del respeto por el entorno y por los animales, creo que entra también la línea del respeto a nuestro propio género, el respeto y el empoderamiento de la mujer.
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(Carme) Yo vengo de una familia tradicionalmente payesa, estudié Derecho, estuve trabajando 10 años de abogada.
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(Sara) Estuve trabajando en una revista, después nos pusimos por nuestra cuenta, viajando por todo el mundo.
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(Cristina) Hice dos años de historia y vi que no tenía nada de sentido.
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(Yas) No podíamos seguir en ese ritmo de trabajar por trabajar, ¿no?
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(Carme) Bueno, para mí ha sido una liberación.
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(Yas) Esto no es un hobby, no somos hippies come flores acá viendo a ver qué, todo tiene que ser funcional.
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(Sara) Ninguna de nosotras, por más que nos guste nuestro trabajo, trabajamos por amor al arte, y lo que sí que queremos es que el producto se valore porque hay muchísimo trabajo detrás. Cuando estamos haciendo la venta directa, a la gente le dices: “Mira, es que de este queso te puedo decir de qué prado han comido las cabras para que tú te estés comiendo este queso”. Ahora la gente alucina, pero es que es así, para mí la trazabilidad es eso.
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(Cristina) Te cuestionan, ¿no?, y tienes que demostrar que tú eres buena en esto.
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(Carme) Tienes que demostrar más de lo que habitualmente es, porque parece que no seas buena porque eres una mujer. Sí.
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(Sara) Pero precisamente yo creo que la gente que viene de fuera y que llega al campo, porque se ha ido y ha vuelto o porque viene de nuevo, es la que puede abrir un poquito la mentalidad y romper un poco todos los tópicos.
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(Carme) Por eso, yo veía que mis padres se tenían que jubilar y que eso quedaba muerto. Yo me he criado allí, yo amo eso, lo llevo en la sangre.
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(Cristina) Ramaderes de Catalunya empezó para estar relacionadas entre nosotras.
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(Yas) Sí, en realidad en el grupo se plantean a diario cuestiones del día a día laboral.
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(Sara) Como un apoyo mutuo, el saber que están todas ahí y que si no es una es otra la que te va a echar una mano.
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(Cristina) Yo creo que a nivel personal te crece, un grupo así con tanta fuerza, la energía que se mueve como grupo.
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(Yas) O sea, nos une nuestro trabajo y la realidad es que nos une nuestro género.
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(Sara) Sé que suena como muy cursi, es verdad, pero aportar algo que digas, “bueno, si yo mañana no estoy, que haya hecho algo por esto que tanto nos gusta”.
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(Carme) He contribuido.
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(Yas) Quiero creer que, de momento, vamos lográndolo.
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(Sara) Ves lo que tienes, lo que has conseguido, lo que estás haciendo y dices: “Buah, es que no tiene precio”.
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