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Ni fácil ni gratis

Conseguir un puesto en la Administración es cuestión de tiempo, de algo de dinero y, sobre todo, de hincar los codos

La oferta pública de plazas para la Administración del Estado y en autonomías ha repuntado en mayo
La oferta pública de plazas para la Administración del Estado y en autonomías ha repuntado en mayoTim Macpherson (Getty)

“Cada maestrillo tiene su librillo”, reza el dicho. Sin embargo, para aprobar una oposición y convertirse en funcionario no existen fórmulas particulares ni mucho menos originales. “Constancia, disciplina, organización, motivación, fuerza de voluntad” y, por encima de todo, “convicción” son los imprescindibles que todos los expertos encuestados recomiendan al que decida sentarse a estudiar.

“Si se tiene claro el objetivo se tardará más o menos, se conseguirá esta plaza o bien al final esta otra, pero lo lógico es acabar superando las pruebas”, comentan desde el Centro de Estudios Financieros (CEF), donde preparan para una amplia gama de oposiciones.

Entre 2009 y 2013 bajó el número de plazas pero también de opositores

“Lógicamente, el nivel de dificultad de cada examen es proporcional al tiempo que requiere su preparación. No es lo mismo acceder al Cuerpo Superior de Administración General de una comunidad autónoma, en torno a unos 200 temas, que acceder a cuerpos administrativos cuyo temario se reduce a la mitad”, explica Gloria Oliveros, directora de oposiciones de la empresa de formación Adams. “Generalizar es complicado, pero sí que se puede hablar de unos plazos mínimos, que oscilarían entre nueve meses para puestos donde se exige el grado de bachiller, y al menos dos años para los de nivel superior”.

Ángela de las Heras, jefa de estudios del área de oposiciones de CEF, lo corrobora: “Unos plazos a los que luego hay que sumar otros tantos meses, de 12 a 24, hasta la incorporación real. Tal vez, entre 2009 y 2013, cuando la oferta de empleo público se ha recortado tanto, se hayan dado casos atípicos fuera de esas medias temporales. Se puso mucho énfasis en que se congelaban muchas convocatorias, incluso antes de publicarse, y ha habido mucha confusión. Quien ha sabido aprovechar el momento y no ha dejado de estudiar se ha topado con ratios muy favorables, ya que en ocasiones ha sido mayor el descenso en el número de gente presentada que en el recorte de plazas ofertadas”.

Estudiar para ser funcionario también sirve para obtener otras colocaciones

Como muestra, tres botones. María Sierra Herrera, Javier Hernández y Miriam Iglesias siguen celebrando sus recientes aprobados. Dos ejemplos femeninos para representar esa mayor proporción de mujeres que aprueban según las estadísticas, y un caso de Grupo A1 (Cuerpo de Gestión de la Administración), el primero citado, frente a dos del C2 (auxiliar del Estado), categoría que suele contar con más demandantes.

A María Sierra se le ve de lejos su vocación que, aunque no heredada -“en mi familia nadie más ha opositado”-, fue despertando en la Universidad Carlos III de Madrid, donde estudió la doble licenciatura de Derecho y ADE y empezó a apasionarse por el Derecho Tributario. “Siempre me atrajo la idea de trabajar en la Administración, no solo por la estabilidad laboral que supone, sino también por las posibilidades de movilidad que, al menos en Inspección de Hacienda, se dan. En este cuerpo no existe esa imagen típica, y por otro lado injusta, creo, del funcionario; sé que se trabaja muchísimo”, comenta.

La opción ‘online’ aún es minoritaria, la elige un 10% del alumnado

Dos convocatorias y tres años de preparación -“solo descansando un día a la semana”-, es su balance. “En 2010 salieron únicamente 14 plazas nacionales. Eso lo tuve en contra, pero tenía claro que o me encerraba a estudiar seguido la carrera o me costaría más”. Eligió el CEF para prepararse, centro que subvencionó parte de los costes de su formación mediante beca. Y ha sido en 2013 cuando los exámenes realizados entre mayo y diciembre se han traducido en la obtención de su plaza de inspectora de Hacienda. A sus 28 años se encuentra en la segunda fase del proceso, un curso también selectivo en la Escuela de Hacienda Pública de Madrid. Como es optimista, cuenta con conseguir, por fin, en 2015 ser funcionaria de carrera.

La experiencia de Javier Hernández, arquitecto técnico, es un poco diferente; la oposición como salida a la crisis económica. “En 2008, cuando llevaba ya bastantes años trabajando en el sector de la construcción, me trasladaron a Gijón por falta de trabajo en la capital, y empecé a ver las orejas al lobo. O me ponía a estudiar idiomas para asegurar lo laboral en el extranjero, o sacaba alguna plaza para poder volver con mi familia. Decidí esto último y me compré en Adams el temario de auxiliar administrativo para la Comunidad de Madrid, que me parecía asequible”.

Entre nueve meses y dos años es el mínimo necesario para prepararse

Primero lo intentó por su cuenta, luego con un preparador; y también combinó etapas de empleo con otras en paro. Tras una primera convocatoria fallida, “por culpa de la ofimática”, en 2011 volvieron a convocar “esta vez sustituyendo la mecanografía por el Excel, que se me da mejor” y Javier optó a unas de las 615 plazas a las que se presentaron unas 35.000 personas. Se hizo con ella y el pasado 1 de abril se incorporó a su puesto en una Junta Municipal de Distrito. “La calidad de vida que tengo ahora no la cambio por nada”, dice. Calcula haber invertido unos cuatro años de estudio, “más o menos seguidos”, y unos 2.400 euros en su formación, pero subraya que “lo más costoso es el esfuerzo que el encierro supone para los familiares”.

Al mismo cuerpo de auxiliar administrativo, aunque en Barcelona, se animó a presentarse Miriam Iglesias, para quien la Administración es como “la segunda casa, puesto que he ido encadenando distintas interinidades, que a su vez me han dado puntos”, y que tiene muy claro que “el objetivo es sacar la plaza de técnico administrativo”. Y en ello está, eso sí, ahora más tranquila una vez que hace un mes escaso se ha visto ya en las listas, “la 30 de las 68 plazas que salieron”.

Y para los que no llegan a ver su nombre publicado entre los admitidos, tampoco tiene porqué hundirse el mundo. “La empresa privada nos utiliza como bolsa de trabajo. Que los centros especializados en preparar oposiciones certifiquemos que un alumno ha llegado a un último examen de una convocatoria, no solo garantiza su nivel de conocimientos, sino una madurez y capacidad de trabajo muy importantes”, asegura Ángela de las Heras, jefa de estudios del área de oposiciones de CEF.

Algunos centros ofrecen la posibilidad de realizar la formación online, de menor coste. “Es una buena alternativa, aunque quizás lo suyo es combinarla con clases presenciales”, aconseja Miriam Iglesias, recién aprobada como auxiliar administrativo en el Ayuntamiento de Barcelona. De su cerca de un año estudiando para obtener esta plaza, estuvo apuntada tres meses en Adams con esta modalidad, lo que le costó unos 400 euros. “A ello hay que sumarle luego algo más de 1.000 euros ya estudiando con un preparador en el centro”.

Los precios varían según la duración contratada, que suele ser de seis o nueve meses. “Agotado el periodo, se pueden hacer renovaciones mensuales o semestrales más baratas”, explica Oliveros desde Adams.

En CEF, acaban de presentar nuevas apps y tecnologías para facilitar la preparación a distancia, que aún consideran minoritaria. “La elige un 10% del alumnado”, apunta De las Heras.

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