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El Niño consuela a la ciudad sin tren

El primer premio deja 120 millones en Monforte, una localidad que siempre vivió del ferrocarril y sumida durante décadas en una crisis por el recorte de líneas

Lorena Siraudiera y Loli Láinez, las dos loteras de Monforte, se abrazan tras dar el Gordo de el Niño.
Lorena Siraudiera y Loli Láinez, las dos loteras de Monforte, se abrazan tras dar el Gordo de el Niño.Nacho Gómez

En un país con seis millones de parados, concluir que la lotería cae en un pueblo necesitado puede sonar a redundancia. Giren como giren los bombos, siempre habrá décimos que vayan a parar a familias con apreturas que sufren para llegar a final de mes. Monforte de Lemos (Lugo) es mucho más que una localidad deprimida en la resaca de una burbuja inmobiliaria que nunca conoció.

La ciudad vive en permanente reconversión desde mediados de los sesenta, cuando la Renfe —que daba de comer a 2.000 familias (de un censo de 22.000 habitantes) decidió llevarse el taller de reparaciones a León y el centro de poder, donde se tomaban las decisiones, a Ourense. Los trenes diésel que sustituyeron a los viejos vapores empezaron a parar cada vez menos en lo que había sido un nudo clave en el tráfico ferroviario del noroeste. Y la localidad, que hasta ese momento había vivido de las vías, se sumió en una espiral de despidos, comercios cerrados y emigración, de difícil arreglo. Su economía no experimentó siquiera las vacas gordas de la democracia. Y el censo, medio siglo después de aquella época dorada de locomotoras que iban y venían, ha caído por debajo de los 20.000 habitantes.

“Ni soy el alcalde ni me ha tocado la lotería”

AMANDA MARS

“Yo no estaba viendo ni el sorteo pero me han empezado a llamar para avisarme de que había tocado”, explica Luis Maceda, dueño de la cervecería Manhattan de esta localidad, que ha repartido unos 15 millones de euros del primer premio.

Maceda lleva cinco años regentando el local y otros tantos jugando al mismo número. Hoy tenía el bar cerrado, pero al conocer la buena noticia ha acudido a abrir el local, que se ha llenado de gente que celebraba su suerte. El asegura que tan solo se ha quedado un décimo. Lo que va a hacer con el dinero lo tiene claro: “Pagar mi piso”.

En el anecdotario del día quedará la ajetreada mañana de Severino Rodríguez, un vecino de Monforte de Lemos que se llama igual que su alcalde y que ha tenido que responder a varias llamadas de periodistas que buscaban al regidor para entrevistarle. Con buen humor, Rodríguez ha explicado que ni es alcalde ni lamentablemente le ha tocado la lotería.

Ese es el contexto que vivía anteayer el lugar donde el sorteo del Niño repartió 120 millones de euros, más de 10 veces su presupuesto municipal. El despacho que colmó al vecindario de dinero está en pleno barrio de la Estación, muy cerca de las vías, en una de las zonas donde más estropicios hizo la crisis del ferrocarril. Allí no se ve ni rastro de aquella pujante villa de la posguerra. Las rejas de muchos bajos llevan décadas echadas.

Es mediodía y en el barrio de A Pinguela, Carlos García (51 años) sigue el sorteo por la tele dentro de su bar, el Capilla II, junto al estadio municipal. Tras el mostrador, ha visto salir los dos primeros dígitos del gordo y ha avisado a la concurrencia de que ya tiene 100 euros en el bolsillo. Lleva 13 años jugando al mismo número. Desde que en 2001 decidió dejar atrás su vida de camarero para convertirse en empleado por cuenta propia. Entonces pidió una hipoteca y se abonó junto a sus primeros clientes al 76254. Cuando vio en la pantalla que había salido el número completo se quedó helado. Tardó en asumir que había repartido entre la clientela dos millones de euros y que él mismo se había quedado con un décimo, que usará para cancelar el maldito préstamo, ayudar a los dos hijos y el nieto, y tomarse por fin unas vacaciones que ya no recuerda. Llamada tras llamada, desde el teléfono de su taberna, solo acierta a subrayar lo contento que está, por él y por sus vecinos, “que tanto lo necesitaban”. Por la tasca, donde habitualmente se sirven vinos y tapas, empieza a correr el cava, sin que esta vez nadie se pregunte quién paga.

Escenas parecidas se viven en otros tantos locales de hostelería, uno de los sectores que pese a todo aún resiste a duras penas los embates de los malos tiempos. La Bodeguilla, el Granda, el J. J. y el Manhattan, donde su propietario presume de haber repartido 15 millones de euros. Muchos menos que Libertad, una mujer de 32 años que lleva nueve tras la barra del Anduriña “que mañana [por hoy] abrirá a la misma hora”. Ella colocó 60 décimos y no se atreve ni a multiplicar cada uno de ellos por 200.000 euros. No se le borra de la cabeza la imagen de un señor mayor, uno de los habituales del café, que nada más llegar le agarró la mano y no quería soltarse. “Pasó tiempo sin hablar y cuando recuperó el resuello solo dijo ‘me hacía mucha falta’. Yo también llevó un décimo, estoy muy contenta, la gente lo necesitaba”, cuenta radiante.

Uxío D. había comprado uno los décimos del gordo en el bar Manhattan, como los otros dos compañeros de la compañía de aguas en la que trabaja cuando pararon a parar café. Ayer por la mañana estaba cazando jabalíes en los montes de Ribas de Sil cuando lo llamó uno de otros dos afortunados para darle la noticia. “Podría tener también la ‘pedrea’ y algún reintegro, pero no lo sabré hasta más tarde, porque voy a seguir de caza, y hasta por la noche no voy a volver a Monforte a festejarlo”, comentaba por teléfono. Uxío D. asegura que solo juega “de vez en cuando. Para las tragaperras, ni miro”. En este sorteo jugaba unos cien euros, y en el sorteo de Navidad, gastó 200, que recuperó y ganó otros 40. “No, no sé qué voy a hacer con este dinero. Si pudiese pedir la cuenta en la empresa..., pero esto no me va a sacar de trabajar”. Ni de cazar.

Muchos premiados han salido en estampida hacia la administración de loterías, que una hora después de conocerse el premio continuaba cerrada. Loli Laínez, una gaditana que aterrizó por amor hace dos años y medio en Lugo, explica que está esperando a que llegue el delegado de Loterías para poner los carteles y sacar las fotos. Ella misma juega un décimo a medias con un cliente, un poco menos de 100.000 euros para cada uno, una vez descontado el 20% que se queda Hacienda.

Pero el júbilo no entiende de burocracia y la espuma del cava ya empapa a vecinos —agraciados o no— periodistas y fotógrafos en mitad de la acera. Los millones han corrido desde el barrio de Piñeras hasta el de Ribas Altas. Incluso ha tocado en el Gobierno municipal: la concejal de Cultura, Pilar López, se ha quedado un boleto. Por la zona han empezado a merodear algunos directores de banco: 120 millones de euros dan para muchos plazos fijos. El cliente perfecto, el ganador del premio especial —40 millones de euros para él solo— era anoche el secreto mejor guardado de Monforte.

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