“Estamos en un periodo prerrevolucionario”
A sus 93 años es uno de los últimos testimonios vivos de la batalla del Ebro
A los 17 años antepuso la lucha por los ideales a los privilegios de ser hijo de un embajador. En el curso de 1937, Patricio Azcarate estudiaba el bachiller en la elitista Escuela Internacional de Ginebra cuando decidió irse a España. Allí estaba en plena contienda su hermano mayor, Manolo, uno de los dirigentes de la Juventud Socialista Unificada (JSU), encabezada por Santiago Carrillo, quien encontró un puesto al joven voluntario Patricio. Sin saber qué era un fusil pero cargado de entrega a la causa republicana, su destino fue, gracias a sus conocimientos de inglés, francés y alemán, el de intérprete del Estado Mayor del Ejército del Ebro. A sus 93 años, Patricio es uno de los pocos testimonios vivos de aquella batalla, una de las más cruentas de la Guerra Civil.
En el pueblo de Falset vivió su “bautizo de fuego”, cuando aún no distinguía los disparos enemigos de los propios. Abrasado por el sol del verano del 38, mientras acompañaba en el frente al coronel Sánchez Rodríguez para visitar las unidades de las Brigadas Internacionales, el tímido adolescente no se atrevía a preguntar cómo se bebía de un botijo. “Me marcó mucho ver los muertos y heridos tras los bombardeos bajo aquel calor terrible. La guerra fue mi manera de descubrir este país”, evoca este inglés de nacimiento para quien hasta entonces España significaba veraneos de infancia en la casa solariega de Villimer, cerca de León.
Descendiente de una ilustre familia de la burguesía liberal leonesa, Patricio, Pío para el familiar o el amigo, es sobrino-nieto de uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza. Su padre, Pablo de Azcarate, considerado el primer funcionario internacional español, inició su carrera diplomática al frente de la Sección de Minorías de la Sociedad de Naciones y como embajador republicano en Londres. Tras la guerra española, Patricio se formó como ingeniero eléctrico en la capital británica, donde su familia compartió exilio con Juan Negrín, bajo los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. “Fue la gran personalidad política española del siglo XX. Ha sido un desconocido muchos años, pero ahora se le está haciendo justicia”.
Tras un periplo por Viena, Praga y París, en los cincuenta regresó a España, donde colaboró en la clandestinidad de la oposición. “La Transición fue vergonzosa en el trato a las víctimas del franquismo. Tuve amigos que salieron de la cárcel después de 20 años y nadie les ayudó. El PCE tampoco se portó bien, y los gobiernos socialistas lo han hecho fatal”, afirma Azcarate, presidente del colectivo Iniciativa Cívica por la Memoria Democrática, un puesto que comparte con su amigo Félix Vidal. Ambos se reúnen en un local del centro de Valencia, donde vive Félix, que escribe la biografía de su padre.
El padre de Azcarate fue embajador de la República en Londres
“No es justo decir que a mi generación la engañaron”, sostiene Patricio, comunista de sentimiento, pero sin siglas. Retirado desde los ochenta en Alicante, se dedica a escribir para sí mismo lo que siempre ha sido la gran pasión familiar, la política internacional. “El comunismo fue una experiencia fallida, pero el capitalismo está condenado a desaparecer. La única salida a los problemas sociales es la economía planificada. Mi tesis es que estamos en un periodo prerrevolucionario, aunque una revolución nunca es igual a otra”.
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