Marte pudo ser un mundo viable para microorganismos
‘Curiosity’ halla la zona en el cráter Gale El robot ayuda a fijar la radiactividad que recibirían los astronautas en el planeta rojo
El robot Curiosity está en Marte en el sitio adecuado y con los instrumentos adecuados para encontrar lo que los científicos están buscando: indicios de que el planeta vecino pudo ser idóneo para la vida alguna vez en su historia. En el cráter Gale en el que el vehículo de la NASA descendió en agosto del año pasado hay una zona que, por sus características físicas y químicas, habría sido un lago de baja salinidad, pH relativamente neutro, con presencia de carbono, hidrógeno, oxígeno, azufre, nitrógeno y fósforo. Son ingredientes que hacen del lugar, bautizado Yellowknife Bay, un entorno teóricamente capaz de albergar microorganismos como los que se encuentran en cuevas y en fumarolas en la Tierra. Fue hace unos 4.000 millones de años y las condiciones adecuadas para una forma de biosfera en el lago, que debió ser un entorno fluvial lacustre, pudieron durar cientos o incluso decenas de miles de años, afirman John Grotzinger (líder científico de la misión del Curiosity) y sus colegas.
El Yelowknife tendría agua de baja salinidad y pH neutro
“Es importante resaltar que no hemos encontrado signos de vida remota en Marte, lo que hemos descubierto es que el cráter Gale pudo tener un lago en su superficie, al menos una vez en el pasado, que pudo haber sido favorable para la vida microbiana, hace miles de millones de años. Es un enorme paso adelante en la exploración de Marte”, explica Sanjeev Gupta, investigador del Imperial College de Londres y científico del Curiosity.
Los primeros resultados sobre la remota habitabilidad de Marte obtenidos por esta misión de la NASA fueron adelantados el pasado mes de marzo. Ahora, con más muestras y tras los análisis detallados de todos los datos, se publican las conclusiones en la revista Science, en seis artículos que cubren diferentes aspectos de la investigación. Además, los miembros del equipo presentaron ayer estos trabajos en una conferencia de la Unión Americana de Geofísica que se celebra en San Francisco.
Otro logro del Curiosity presentado ahora es la primera datación directa de rocas por métodos radiométricos, frente a las estimaciones indirectas que venían realizando los científicos por la densidad de cráteres en las zonas estudiadas. La edad medida ahora para la muestra de roca bautizada Cumberland es de entre 3.860 millones de años y 4.560 millones de años, lo que está en el rango que se había calculado para rocas del cráter Gale.
“Hay que resaltar que no hemos hallado signos de vida remota”
El lago de Yellowknife, de aguas someras y unos 50 kilómetros de largo por cinco de ancho, pudo tener agua dulce con elementos que son clave para la actividad biológica, lo que ofrecería condiciones perfectas para formas de vida simples como los microorganismos quimiolitoautótrofos, que obtienen energía por oxidación de compuestos inorgánicos, informa el Imperial College. Y no fue producto de una inundación ocasional, sino que esas aguas, en un entorno frío, debieron constituir un entorno habitable sostenido durante mucho tiempo (aunque pudieran ser subterráneas en algunos periodos), con condiciones adecuadas para una amplia gama de organismos procariotas, señala el equipo de Grotzinger.
El Curiosity, una misión del Jet Propulsion Laboratory (en Pasadena, California), no está en un lugar tan adecuado para encontrar lo que busca por casualidad. Los científicos eligieron como destino de su laboratorio rodante el cráter Gale, cerca del ecuador marciano, a partir de los datos obtenidos desde las naves de exploración en órbita del planeta vecino. Se habían identificado en esa zona rasgos geológicos que apuntan hacia entornos modelados por el agua en el pasado. El objetivo principal del robot es el monte Sharp del centro del cráter (de unos 154 kilómetros de diámetro), en concreto las estribaciones de esa elevación de rocas estratificadas.
Por primera vez se han datado rocas por métodos directos
Pero los rasgos geológicos descubiertos cerca del punto de aterrizaje (bautizado Bradbury) del Curiosity hizo que los científicos retrasaran la excursión al monte Sharp para tomarse su tiempo en varios puntos de Yellowknife Bay. El robot recorrió 445 metros (y descendió 18 metros) entre Bradbury y Yellowknife. Al Curiosity se le enviaron órdenes para que aplicase en ese terreno toda la batería de instrumentos de sondeo y análisis que lleva. Así, ha hecho pruebas químicas y mineralógicas, ha tomado microfotografías de las rocas e incluso ha perforado el suelo extrayendo muestras de sedimentos grisáceos de grano fino que se forman, con el paso del tiempo, a partir de arcilla o lodo. Imagen de una roca de Marte con el círculo en que el Curiosity la ha cepillado para desvelar sus rasgos característicos.
Uno de los seis artículos presentados ahora en Science recoge las medidas de radiación tomadas por el Curiosity durante su viaje desde la Tierra hasta Marte y allí, en el suelo, durante 300 días. “La exposición a la radiación en la superficie de Marte es mucho más alta que en la superficie terrestre por dos razones: Marte carece de un campo magnético global que deflecte las partículas cargadas [como la Tierra] y la atmósfera de Marte es mucho más tenue (menos del 1% de la terrestre), por lo que proporciona poca protección contra las partículas de alta energía”, explican Donald M. Hassler y sus colegas.
En una misión crece en un 5% el riesgo de desarrollar cáncer
Este tipo de medidas de radiación son importantes tanto para poder estimar las posibilidades de salir adelante que tendría cualquier forma de vida allí, como para conocer el riesgo que correrían los astronautas que viajaran al planeta vecino. La radiación medida por el Curiosity en el suelo marciano, entre agosto de 2012 y junio de 2013, ha sido de 0,67 milisievert de media (excluyendo tormentas solares importantes), mientras que la exposición en una radiografía torácica normal es de 0,02 milisievert. La dosis total que recibirían los astronautas en una misión en Marte (viaje de ida, estancia y regreso) sería de unos 1.000 milisievert, nivel que incrementa en un 5% el riesgo de desarrollar un cáncer fatal a lo largo de la vida de una persona.
“Si existe la vida marciana, o si existió en el pasado, es razonable asumir que este o estuvo basada en moléculas orgánicas y que tendría, por tanto, la misma vulnerabilidad a la radiación de partículas energéticas”, recuerdan los investigadores.
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