“Los egipcios han sido más democráticos de lo que pensamos”
La misionera navarra lleva 19 años de labor asistencial en la tierra de los faraones
La Ribera navarra y el Alto Egipto no tienen mucho en común, pero tras 19 años en el país africano —en dos estadías diferentes—, María Villar, nacida en Corella, ha hecho de la tierra de los faraones su lugar en el mundo. Esta misionera comboniana, recalca cómo a pesar de la lluvia de titulares que en los últimos dos años han llegado a Europa desde la otra orilla del Mediterráneo, la vida sigue su curso natural con una convivencia más o menos normal —que, eso sí, hay que cuidar—, entre cristianos y musulmanes.
“Los musulmanes nos ven a las misioneras como una cosa rara”, explica, “y no solo por el hecho religioso, sino porque no estamos casadas”. Y así “¿te vas a casar?” se convierte en una pregunta recurrente en los hospitales y centros donde Villar desarrolla su labor y atiende a todo el que llega, sin distinción de raza, credo o ideología. Tanto sus obras, como su justificación religiosa, le han hecho ganar el respeto de la comunidad musulmana a esta navarra de gestos y mirada directos. “Eso sí, siempre somos infieles. Recuerdo que hace años en un hospital varias mujeres decían, pensando que yo no las entendía: ‘Pobrecita, tan joven y no a va a ir al Paraíso”.
Villar subraya que la convulsión política vivida en Egipto desde la caída de Hosni Mubarak en 2011 ha sido algo histórico. “El 25 de enero de 2011 [fecha en que el dictador egipcio abandonó el poder obligado por la protesta popular] por primera vez los cristianos salieron junto a los musulmanes a la calle para reivindicar sus derechos”, apunta. “Es la primera vez en todo el tiempo que llevo en Egipto que veo algo así y ahora, a pesar de todo lo sucedido, la convivencia en general es buena. Los egipcios han sido más democráticos de lo que pensamos”. Lo sucedido es la convulsión política y social que primero llevó a los Hermanos Musulmanes al Gobierno en unas elecciones y tras una gran protesta popular culminó con la toma del poder por los militares. “Había una gran escasez los días previos a la llegada de los militares”, recuerda Villar. “Faltaba el pan, la gasolina y los cortes de electricidad eran constantes”. La misionera advierte de que en la actualidad la industria del turismo en Egipto, históricamente una de las principales fuentes de riqueza del país, está prácticamente paralizada. “Ves esas filas de tiendas de souvenirs y están todas vacías y todas esas personas sin trabajar. Es una pena”.
La habitación donde se produce el encuentro recibe el sol de la tarde, nada que ver con la luminosidad deslumbrante de los lugares que Villar recorre. “La primera vez que llegué al Alto Egipto no tenía ni agua, ni luz. Aquello estaba en medio del desierto”, explica. Después vino el trabajo con enfermos, especialmente con quemados, los cursos de formación a mujeres y la inmersión en un mundo con otros códigos y donde el papel de la mujer es muy diferente al de Occidente.
La tierra natal tira, y a pesar de estar rodeada de una historia milenaria y un presente en la primera página de los periódicos, siempre falta algún detalle. “Echo de menos un poco de cierzo de Corella. Donde vivo ahora se alcanzan los 45 grados durante el día”. Y a veces, cuando queda algo de tiempo —“porque en esto queda poco tiempo para uno mismo”—, Villar combate la nostalgia escuchando también música. “Jotas de la Ribera”, dice, y es la única vez en todo el encuentro que aparta la vista del interlocutor y mira al suelo.
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