“Supe a los 21 que era una irregular”
Nacida en Fidji, es una del millón de jóvenes salvados de la deportación gracias a Obama
El 15 de junio, Prerna Lal, estudiante de Derecho de 27 años, sintió cómo la angustiosa amenaza de su deportación se disipaba un poco, gracias al anuncio del presidente estadounidense, Barack Obama, de que su Ejecutivo no cumpliría las órdenes de expulsión del país de un millón de jóvenes que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños o adolescentes y que ahora se hallan en el país de forma irregular.
Son los dreamers, los soñadores, una generación que no tuvo noción de que sus padres les traían sin papeles a un país del que ahora son una parte tan esencial como la propia idea del sueño americano.
Hasta el anuncio de Obama, Prerna tenía una fecha que pendía amenazante sobre su vida entera: el 11 de octubre de 2012, el día para el que se había programado inicialmente su deportación, si un juez la considera procedente. Nacida en Fidji, su familia la trajo a EE UU cuando tenía solo 14 años. “Mis padres nunca me revelaron con detalle cuál era mi situación legal en el país”, dice. Querían evitarle una adolescencia marcada para siempre por el hecho de vivir sin papeles. Ellos habían pedido la residencia, y la solicitud de su hija iba supeditada a la de ellos. Durante años hubo esperanza.
El problema para la familia de Prerna es que sus padres obtuvieron finalmente los papeles cuando ella ya había cumplido los 21 años. Aquello significó que a Prerna el Gobierno estadounidense ya no la podía considerar dependiente de ellos. “A los 21 me di cuenta de que era una indocumentada en este país. Me quedé deprimida, desolada. La vida se me detenía. Hice las maletas, estuve a punto de irme a Fidji, aunque no tengo familia allí”, recuerda. No se marchó. Decidió luchar en los tribunales. Ya ha pedido dos veces la residencia, y por eso se ve ahora luchando con todas sus fuerzas contra su deportación.
Este país jamás ha
hecho honor a ese
ideal de ser acogedor
con los inmigrantes”
El caso de esta joven refleja a la perfección la gran paradoja de la generación de dreamers: tiene una licenciatura en Ciencia Política y una maestría en Relaciones Internacionales; el año que viene será doctora en Derecho por la prestigiosa Universidad George Washington; ha logrado un permiso temporal de trabajo y ejerce de secretaria asistente en el bufete de abogados Benach Ragland de Washington; es fundadora, además, del portal sobre inmigración DreamActivist.org. Su currículum es impresionante y sus posibilidades serían infinitas, si no fuera porque ha quedado atrapada en una gran maraña legal junto a otro millón de jóvenes, para los que la esperanza ha renacido, tímidamente, con el reciente anuncio de Obama.
El presidente no ha prometido regularizaciones o amnistías, solo ha dado garantías de que no deportará a los jóvenes que tienen menos de 30 años, llegaron a EE UU antes de cumplir los 16 y llevan como mínimo cinco años en el país. Es un tímido empujón en un largo camino, cuesta arriba, que debe recorrer el millón de dreamers, que toman su nombre de la ley conocida como Dream Act, que les hubiera ofrecido una vía a la residencia legal, pero que lleva varada en el Congreso desde hace más de una década. La orden de Obama estará vigente dos años, tras los cuales deberá ser renovada.
Para la generación de Prerna, Estados Unidos es una tierra sumida en una gran paradoja: se trata de un país que siempre se ha jactado de su textura diversa, de haber sido fundado por inmigrantes, pero que en los años recientes vive ensimismado, buscando una forma de cerrar efectivamente sus fronteras. “Este país vive con un ideal de ser acogedor para con los inmigrantes, pero nunca ha hecho honor a ese ideal”, dice Prerna. “Lleva a gala ser una sociedad abierta, pero le deniega a los inmigrantes una participación plena en la sociedad”.
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