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ALMUERZO CON... MONTSERRAT FEIXAS

“India es un país muy generoso”

La catalana es representante de Acnur en India

Montserrat Feixas, representante de Acnur en India.
Montserrat Feixas, representante de Acnur en India.s. campillo

La catalana Montserrat Feixas Vihé no puede pasar inadvertida en Lajpat Nagar, un popular barrio de Nueva Delhi donde viven muchos afganos. “Yo soy refugiado. Sé quien es usted”, le dice un chico al que Feixas le ha preguntado una dirección. Feixas (Girona, 1958) es la representante en India de Acnur, la agencia para refugiados de la ONU. El chico la lleva hasta Mazaar, un modesto restaurante afgano que curiosamente ella no conoce, ya que frecuenta otros similares en la zona.

Entre pinchos de cordero y berenjena frita con crema agria, Feixas da una noticia: el Gobierno de India dará a los más de 215.000 refugiados visas de larga duración y permisos de trabajo. “Es un paso gigante, tendrán una vida mucho más digna”, explica sonriente. Muchos de los que trabajan ahora lo hacen irregularmente, lo que les hace más vulnerables a ser explotados, asegura. También eso evitará la discriminación de unas nacionalidades frente a otras, por ejemplo, para conseguir permisos de residencia. Aunque esta medida tardará algún tiempo en estar implantada, su anuncio llega la misma semana en que se ha celebrado el día del refugiado.

“India es un país muy generoso”, dice Feixas. Cuenta la historia de un exoficial de Gobierno que fue preguntado por un periodista sobre por qué Nueva Delhi acogía a tanta gente cuando hay tanta necesidad entre los propios ciudadanos. El oficial dijo que no tiene mérito compartir cuando se es rico, pero que, cuando no se tiene mucho y se comparte, se demuestra ser una gran civilización.

A mitad del almuerzo Feixas pide dos lassis salados, una tradicional bebida de yogur con especias. “En Afganistán se bebe como postre, porque después hay que ir a dormir”, dice riendo. Pero ella no tiene descanso. Siguen llegando refugiados. La mayoría en India son tibetanos, tamiles de Sri Lanka, afganos y birmanos. Pero también hay algunos somalíes, iraquíes o congoleños.

Cada refugiado tiene una historia distinta, pero todas comparten el miedo de ser perseguido y haber cruzado una frontera para salvar la vida o la libertad. “Muchas veces sobrevivir, conseguir agua y comida, es difícil. También el desarraigo y la separación de su familia les pesa. La incertidumbre es terrible, no saben cuándo volverán a su país, qué futuro les espera a sus hijos”. Ha trabajado con Acnur en otros países como Honduras o Afganistán y recuerda casos de padres e hijos separados de todo el mundo, historias de mucho dolor.

Aunque en India las condiciones de los refugiados son relativamente buenas, como muchos de los países vecinos, no es firmante de la convención de 1951 y no tiene un marco legal para su protección. “Por suerte, en la práctica, los refugiados tienen los mismos derechos que los nacionales en salud y educación. Pero es a título discrecional, lo ideal sería una ley que regule los derechos y obligaciones de las personas”.

Feixas está siempre activa. Pasa todo el tiempo que puede con sus hijos de 17 y 15 años, que han crecido en varios países. Y en su trabajo, del que está “encantada, porque realmente marca la diferencia en la vida de la gente”, los retos nunca terminan. La vida de los refugiados es difícil: como gran proporción de los indios, están acosados por la pobreza. Lo que sí termina es el almuerzo, cuando la cuenta llega en manos del camarero, otro refugiado afgano.

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