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“Vivimos en una época de liderazgos débiles”

El diputado del PP defiende con un "panfleto" el triunfo del liberalismo

José Andrés Rojo
Miguel Ángel Cortés rechaza cualquier tipo de nacionalismo. / Claudio Álvarez
Miguel Ángel Cortés rechaza cualquier tipo de nacionalismo. / Claudio Álvarez

Miguel Ángel Cortés dice que su libro sobre el liberalismo es un “panfleto”. Lo ha escrito con Xavier Reyes Matheus al hilo del bicentenario de la Constitución de Cádiz, se titula Era cuestión de ser libres (Turner) y defiende ahí que “el liberalismo no es una corriente ajena a la tradición hispánica”. “Muestra también cómo ha triunfado: al fin y al cabo, sus adversarios más enconados terminaron aceptando los principios liberales, y de esa manera los absolutistas se convirtieron en conservadores y los socialistas en socialdemócratas”. Con esa rotundidad lo explica, con la vehemencia, sí, del estilo panfletario.

A Miguel Ángel Cortés lo conocen bien en el restaurante donde propone la cita. Está al lado del Congreso —es diputado del Partido Popular por Valladolid— y de su casa, así que conoce al dedillo la carta aunque se decante casi siempre por algo ligero de primero y callos o rodaballo de segundo. ¿No es un poco raro un liberal de pura cepa en un partido donde hay tanto nacionalcatolicismo? “El gran logro de Aznar fue aglutinar a todas las tendencias que están a la derecha de la izquierda, y en el partido somos afines pero no iguales. También en el partido socialista hay quienes aún veneran a Castro”.

Decidió meterse en política en unas circunstancias muy concretas. “Federico Mayor Zaragoza, que era vicesecretario en los años finales del franquismo, cerró la Universidad de Valladolid durante un curso entero. Era fácil de controlar, y así mandó una advertencia a quien quisiera montar algaradas en cualquier otro lugar: iba a ser implacable. Tanta arbitrariedad me soliviantó y empecé a cultivar los círculos liberales”. Sus inquietudes tomaron forma en UCD y, más tarde, entró en el PP: con Aznar fue secretario de Estado de Cultura (ahora sigue con él en la FAES) y de Cooperación Internacional para Iberoamérica.

Mantiene aún un estrecho contacto con los países del otro lado del charco y conserva intactas sus inquietudes culturales. Tiene una querencia especial por la historia y, sobre todo, por Carlos V. “Fue un caballero medieval y un hombre moderno, abrió el mundo a los nuevos tiempos y se mantuvo fiel a la herencia recibida. Quería saber si tenía derecho a hacer lo que estaba haciendo y convocó la Controversia de Valladolid para saber por Bartolomé de las Casas qué estaba ocurriendo con los indios de América”.

También son estos, como los de Carlos V, tiempos de mudanza generados por las nuevas tecnologías y sorprende un político culto (eso sí, cuando estuvo en Cultura sugirió al Real que estrenara una ópera de José María Cano, el de Mecano), amigo de argumentar sus ideas y, además, de ser en extremo mordaz con sus enemigos (“los ocho años de Gobierno de Zapatero son los peores que ha tenido España desde Godoy”, “el nacionalismo es igual que los fundamentalismos religiosos”, “es indignante el uso que hace Obama de la ejecución extrajudicial de Bin Laden”). “Vivimos una época de liderazgos débiles y de discursos banales”, dice. “No surgen grandes nombres ni en la Universidad, ni en la Iglesia, ni en el pensamiento… ¿Y qué se puede esperar de los políticos si solo piensan en los 20 segundos que les va a dedicar la televisión o en los 140 caracteres de Twitter? Ahí solo hay sitio para lo escandaloso y trivial”.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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