George Cowan, un científico nuclear en la guerra fría
El químico detectó las primeras detonaciones atómicas de la URSS y participó en el desarrollo de la bomba de hidrógeno
George Cowan (Worcester, 1920) fue miembro destacado del equipo que desarrolló los artefactos nucleares que arrojó Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Al término de la misma, contribuyó con sus notables dotes científicas a una novelesca investigación cuyo resultado fue determinante para que se abriera la espeluznante partida de ajedrez que ha pasado a los libros de Historia como guerra fría, puesto que el equipo del que formaba parte logró probar que los soviéticos habían logrado detonar una bomba atómica. Más adelante se integró en el grupo de científicos a los que el presidente Harry S. Truman encomendó el desarrollo de la bomba de hidrógeno para contrarrestar los éxitos nucleares de la URSS. Falleció a los 92 años el pasado día 20 en su casa de Los Álamos (Nuevo México, Estados Unidos) tras sufrir una caída.
Cowan empezó a considerar la posibilidad de desencadenar el letal potencial de la fisión nuclear en 1938, cuando presentó un ensayo sobre el tema a su profesor de Física en el Instituto Politécnico de Worcester, que se mostró escéptico al respecto, pero que tres años después, al graduarse Cowan en Química, le propuso para trabajar en el desarrollo del acelerador de partículas de la Universidad de Princeton. El bagaje que adquirió allí le condujo a formar parte del monumental esfuerzo bélico conocido como Proyecto Manhattan, en el cual, entre 1942 y 1946, en plena contienda mundial, se desarrollaron las primeras armas nucleares. Cowan asistió a la primera reacción nuclear controlada, que se produjo en diciembre de 1942, y tuvo las responsabilidades más variadas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Cowan se doctoró en el Instituto Carnegie de Tecnología y regresó al laboratorio de Los Álamos (sede principal del Proyecto Manhattan) en 1949. Allí, poco después de llegar, se le encomendó el análisis de las muestras tomadas por un avión de espionaje que sobrevoló la URSS.
Los resultados obtenidos por el equipo de Cowan establecieron, sin lugar a dudas, que la superpotencia rival había conseguido hacerse con las armas más terribles que se había logrado diseñar hasta aquel momento. Subproducto de la investigación fue el descubrimiento, que se mantuvo en secreto durante años, de nuevos elementos químicos generados en las explosiones nucleares rusas.
Discrepó de la idea del 'paraguas atómico' del Gobierno de Reagan
Para contrarrestar los progresos soviéticos, el Gobierno estadounidense se embarcó en la construcción de un arma aún más poderosa, la bomba de hidrógeno. Entre los científicos que la desarrollaron, una vez más, se encontraba Cowan, quien el 1 de noviembre de 1952 se encontraba en el buque Estes, a bordo del cual viajaban los observadores de más alto rango que asistieron a la detonación del primer artefacto basado en la fusión nuclear.
Años después, Cowan trabajaría en los programas de armamento de la Administración del presidente republicano Ronald Reagan, aunque discrepó públicamente de la iniciativa de construcción de un paraguas atómico, la denominada guerra de las galaxias, uno de los proyectos más caros del mandatario.
Las notorias dotes de Cowan tuvieron otras aplicaciones menos belicosas. En 1985 organizó el Instituto de Santa Fe para el estudio de los sistemas complejos, desde donde lamentaron al conocer su muerte la pérdida de “una figura esencial en la historia de la ciencia interdisciplinar”; además, fue uno de los fundadores de la Ópera de Santa Fe y del Los Álamos National Bank, del que llegó a ser director ejecutivo.
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