Un veneno para proteger al kiwi
La flora y la fauna únicas de Nueva Zelanda se encuentran seriamente amenazadas por especies invasoras. Para salvar aves nativas como el kiwi, el Gobierno fumiga el país con el polémico 1080, un potente pesticida que mata muchos otros animales
Nueva Zelanda alberga, a causa de su aislamiento geográfico, una de las floras y faunas más peculiares del planeta, pero su protección supone un enorme desafío. La llegada de los humanos alteró para siempre la biodiversidad de la isla. Ahora, paradójicamente, el ser humano es el único que puede ar de la extinción a muchas de las especies nativas.
El animal más famoso del país de los antípodas es infinitamente más fácil de ver en sellos y monedas que en la naturaleza. Solo quedan unos 70.000 kiwis en libertad. Si hablamos de animales abundantes, lo cierto es que el vertebrado más común de Nueva Zelanda es australiano. Se llama possum y hay 70 millones de ejemplares. Es considerado una plaga que amenaza la fauna nativa y suscita un odio casi unánime entre los ciudadanos de este país.
La población de esta ave se ha estabilizado en unos 70.000 ejemplares
El possum es un pequeño mamífero parecido a un tejón. Fue introducido por la industria peletera y se convirtió en una plaga casi inmediatamente después de que varias parejas quedaran sueltas por error. Sin depredadores naturales, este animal se multiplicó sin control, como ya había pasado antes con la rata, el conejo o el armiño.
El segundo animal más común tampoco es neozelandés. Viene del lugar del mundo más lejano a Nueva Zelanda, que no es otro que España. Con 60 millones de ejemplares, la oveja merina ocupa el top 2 de animales más fáciles de ver en Nueva Zelanda. En este caso, los neozelandeses no perciben nada molesto ni odioso en ello, ya que la oveja de estirpe española es el motor de la intensa actividad ganadera del país.
La conservación de la biodiversidad y la lucha contra el possum y otras especies invasoras se han convertido en asunto de Estado en Nueva Zelanda y plantean retos y contradicciones. Algunas de las medidas más expeditivas cuentan con la oposición frontal de muchos ecologistas.
Para salvar al kiwi y demás especies amenazadas, el Gobierno del país austral lleva años fumigando extensas zonas del país con fluoroacetato de sodio (conocido como "toxina 1080"). Este pesticida, que causa la muerte por parálisis muscular en uno o dos días, no suele ser ingerido por los pájaros, pero los mamíferos, especialmente los carnívoros, lo confunden con comida. De esta forma es como se acaba con los depredadores introducidos, como la rata o el possum australiano.
Para los grupos ecologistas como Poison-free NZ o 1080 Action, esto es un "ecocidio": los mamíferos resultan afectados indiscriminadamente y sufren una muerte agónica que tarda en llegar hasta dos días. Por otra parte, la posible afección de este pesticida en la cadena alimentaria se sigue estudiando. Los ecologistas aseguran que el veneno podría estar llegando a los humanos. El Gobierno lo niega, pero varias autoridades locales han iniciado estudios por su cuenta en este sentido. "Los efectos del 1080 sobre la salud no están lo suficientemente estudiados", mantiene Clyde Graff, activista y autor del documental Poisoning paradise (Envenenando el paraíso).
El Gobierno neozelandés mantiene que el 1080 es altamente soluble en el agua y se disuelve en moléculas inofensivas. "No se acumula en la cadena alimentaria ni en el suelo", explica un portavoz. No obstante, fuentes del Ejecutivo reconocen que la fumigación no casa muy bien con la imagen ecologista de un país que vende turismo en un entorno natural apenas tocado por el hombre y cuyo eslogan es "Nueva Zelanda, 100% pura". Las recientes muertes de pájaros autóctonos, como el kea, "ponen de relieve la necesidad de ser más cuidadosos con las fumigaciones", admiten, pero al mismo tiempo defienden los beneficios de esta práctica para proteger el ecosistema, frente a "unas pocas decenas" de muertes de aves y ganado.
El kea es uno de los pocos loros alpinos del mundo y, junto con el kiwi, el kakapo y el pukeko, una de las aves más emblemáticas y amenazadas de Nueva Zelanda. No es la única víctima no deseada del 1080. "En las áreas de fumigación han aparecido muertos numerosos animales domésticos, como perros, gatos o vacas", añade Graff.
Nueva Zelanda es el principal usuario a nivel mundial de este pesticida para mamíferos. En 2009 hubo 79 fumigaciones sobre 600.000 hectáreas.
Antes de que comenzase la fumigación con 1080 había en Nueva Zelanda 70 millones de possums campando a sus anchas por las dos islas principales y hoy, 40 años después, sigue habiendo 70 millones. La plaga se ha contenido, pero no se ha erradicado.
Ecosistema en desequilibrio
La fauna de Nueva Zelanda es fruto del aislamiento del archipiélago. Evolucionó por largo tiempo en ausencia de humanos y otros mamíferos. Hace 85 millones de años, Nueva Zelanda se separó del supercontinente de Gondwana y se convirtió en una isla a miles de kilómetros de las tierras más próximas. El biólogo de la Universidad de California Jared Diamond describió una vez Nueva Zelanda como "lo más próximo que se puede estar a estudiar la vida en otro planeta". No había mamíferos autóctonos, excepto focas y unos pocos murciélagos, y los pájaros, sin apenas depredadores, perdieron la capacidad de volar y en algunos casos, como el kiwi, incluso las alas.
La llegada del ser humano (los polinesios primero y los europeos a partir del siglo XVII) introdujo el desequilibrio en ese ecosistema. Desequilibrio que se mantiene hoy. Gracias a la fumigación y también a las batidas de caza, el Gobierno ha podido erradicar los mamíferos "invasores" de varias islas periféricas de pequeño tamaño y convertirlas en santuario de la fauna autóctona, las llamadas "zonas libres de mamíferos". Una de ellas era Kapiti Island, cerca de Wellington. A finales del año pasado se detectó la presencia de un ejemplar de armiño. Desde entonces, varios operarios y dos perros trabajan en la captura del animal, según explica Clint Purches, jefe de zona del departamento de conservación. "La isla tiene más de 2.000 hectáreas. No va a ser fácil encontrarlo", adelanta.
Mantener estas islas en su estado previo a la llegada del hombre es una tarea que requiere una constante intervención humana. Además de esas islas sin mamíferos, Nueva Zelanda cuenta con 10 parques regionales y 14 naturales. Entre todos suman un 31% de la superficie total del país. El mantenimiento de la biodiversidad en estas zonas requiere la continua vigilancia de las autoridades. Es en estas zonas donde se fumiga con 1080 y donde se practican constantes batidas para acabar con los animales no endémicos más nocivos.
La lucha contra las plagas también incluye medidas más sutiles. Después de pasar el control de aduanas, los visitantes tienen que someterse a otro más, el del departamento de bioseguridad, que se asegurará de que el turista no porta ningún animal o vegetal que pueda reproducirse de forma descontrolada en el exótico ecosistema neozelandés.
Es la única manera, explica Purches, de evitar que muchos animales y plantas locales se extingan. Los científicos calculan que la mitad de las especies animales autóctonas se han perdido en los pocos siglos de presencia humana en el territorio.
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