"He salvado muchos matrimonios"
Khadija A. Mohammed es la propietaria del único sex shop del golfo Pérsico y, asegura, de todo el mundo árabe
Si aún piensa que a las musulmanas las define el velo, no ha conocido a Khadija A. Mohammed. Esta bahreiní es la propietaria del único sex shop del golfo Pérsico y, asegura, de todo el mundo árabe. Quedamos para cenar al concluir su larga jornada laboral, pero antes me lleva a Khadija Fashion Shop, su tienda en Isa Town, a 15 minutos del centro de Manama. "El velo no frena mis ambiciones", responde cuando le hago notar el contraste entre su forma de vestir y su trabajo.
Aunque Bahréin es uno de los países más liberales de la zona, el escaparate con tres maniquíes en ropa interior roja y negra ha suscitado quejas de algún clérigo conservador. Dentro, lo habitual: Vibradores, de todos los tamaños, colores y formas; potenciadores de la virilidad, disfraces de enfermera, lazos para bondage y juegos para parejas, en inglés y en árabe. "He salvado muchos matrimonios", afirma Khadija, con una amplia sonrisa.
La dueña del único 'sex shop' de Bahréin pasó 24 horas en la cárcel
Entre cremas con sabores y braguitas comestibles, hacemos apetito y me lleva a Tabriz. Es un popular restaurante de pescado con un gran patio al aire libre. Nos acercamos al puesto y elige dos peces del las aguas del Golfo, fescal y yanam, y una docena de langostinos.
"No ha sido fácil", confía mientras compartimos una ensalada de lechuga, tomate, pepino y zanahoria muy picaditos. Cuando empezó hace poco más de dos años todo fueron problemas. Con el administrador de la web, con las autoridades, con su familia. Incluso llegó a pasar 24 horas en la cárcel por un asunto de aduanas. Y es que los agentes no sabían qué hacer ante aquellos juguetes sexuales que necesariamente tiene que importar de medio mundo.
Pero Khadija no quiere hablar del pasado sino del futuro. A sus 33 años, recién divorciada y con tres hijos, acaba de inaugurar una segunda tienda en el centro de Manama y estudia ofertas que le han hecho desde Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Jordania para abrir sucursales allí. "Es agradable sentir que tienes éxito", admite.
Llega el pescado. "Aquí lo comemos con las manos, directamente de la bandeja", explica. Me apunto. Está delicioso. ¿Y cómo se le ocurrió la idea del sex shop? Todo empezó con la lencería. Esta emprendedora nata había terminado sus estudios de informática y pensó que Internet era la vía perfecta para vender camisones, picardías y negligés a una clientela que se muestra especialmente pudorosa en público. "Me di cuenta de que las prendas sexys eran lo que más se vendía y decidí ampliar el negocio por ese lado", relata.
Fue como dar con una varita mágica. Enseguida montó la tienda, que hoy supone el 80% de sus ventas, y vio como empezaba a correrse la voz "sin ninguna publicidad". Entre sus clientes, asegura, hay hombres y mujeres. La mayoría, casados, pero también solteros. "No soy quién para juzgarles", señala. Los saudíes son, por razones demográficas, los más numerosos, pero también emiratíes y kuwaitíes vienen en persona a ver, comprar y pedir consejo.
"La mayoría no sabe disfrutar del sexo. Solo...", y hace un gesto revelador de la palabra que no desea pronunciar. "Ven películas porno y quieren hacer lo mismo. Yo les explico que lo que hay de truco detrás de esas proezas y la ayuda que pueden obtener con nuestros productos".
Mientras se enfría el té, le pregunto qué es lo que más vende. Mira que el camarero se haya alejado antes de contestar bajito: "Annal Easy", una crema para facilitar la penetración anal. "Es lo que más les gusta en esta parte del mundo y si sus mujeres no lo aceptan, lo buscan fuera".
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