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Los voluntarios sin formación previa pueden convertirse en una carga en situaciones de emergencia
"A los que, tras una catástrofe en algún país del mundo, me dicen que se quieren ir a ayudar, les contesto: 'Ya, pero ¿a hacer qué?". Las buenas intenciones no bastan, según Alejandro López Carresi, director del Centro de Estudios sobre Desastres y Catástrofes (CEDEM). Es imprescindible que los voluntarios que vayan a cubrir una emergencia internacional tengan formación previa, como la que ofrece este centro independiente en cursos que van de 70 a 1.500 euros y son de todo tipo: desde cómo crear y gestionar una ONG hasta clases de idiomas y talleres de seguridad. Colaboran con las principales ONG españolas, entre ellas, Cruz Roja, Cáritas y Médicos sin Fronteras. "El activismo porque sí no sirve de nada. Si vas a colocar ladrillos, ¿qué te hace pensar que los locales no pueden hacerlo? Lo que hace falta son perfiles técnicos: médicos, arquitectos, expertos en saneamiento", recalca López mientras golpea con la palma de la mano la mesa de su despacho, en el centro de Madrid.
El desconocimiento del contexto cultural y de las medidas de seguridad son dos de los problemas más frecuentes
"A veces se puede colaborar desde España o recaudando fondos", afirma Ferrán Tarradellas, portavoz de la Comisión Europea
"Se puede tener experiencia de sobra, pero enfrentarse a calles llenas de cadáveres es otra cosa", explica Fernando Granizo, del Samur
El año 2010 ha sido especialmente nefasto desde el punto de vista de los desastres. Los terremotos de Haití y Chile y las inundaciones en Pakistán, entre otros, han despertado las ganas de echar una mano de muchos españoles. Pero ante todo hay que sopesar qué aporta y qué resta cada voluntario, según López: si la ayuda supera lo que consume, es bienvenida. Si no, "puede acabar convirtiéndose en una carga".
Es un epílogo más probable cuando no hay formación previa. Los problemas pueden ser muy distintos. Primero, "puede faltar el conocimiento cultural del contexto", explica el director del CEDEM. Por ejemplo, apunta, hay que saber que en un país islámico las mujeres tienen que cubrirse el pelo y no se puede beber alcohol. Desconocimientos que pueden llegar a provocar consecuencias muy graves, según Roberto Rubio, fundador y presidente de la ONG Sar España, que cuenta con 55 voluntarios y 82 socios y se ocupa de cooperación internacional y ayuda en situaciones de emergencia: "Si los locales ven actitudes o comportamientos que no les agradan, las tensiones pueden crecer incluso hasta un conflicto diplomático".
Otro aspecto importante es cuidar la seguridad: "Un toque de queda es un toque de queda, y en algunos países un coche no puede viajar solo, hay que montar un convoy. Este tema hay que tomárselo muy en serio", sostiene López. Dicho esto, se levanta y abre una caja en su despacho: contiene bolsos militares, cascos azules de la ONU y falsificaciones de fusiles y pistolas, que usan en los cursos para ejercicios prácticos. "Hay que saber qué hacer también en situaciones de máximo estrés, cuando tu interlocutor pone un arma encima de la mesa". Rubio actuó de voluntario en medio mundo. Entre Filipinas, Indonesia y Pakistán ha acumulado mucha experiencia en temas de seguridad: "En las misiones internacionales hace falta un protocolo que todo el mundo conozca". Incluso un retraso de unas horas puede suponer un problema: "Estuve en Haití cuando el terremoto y uno de los grupos se saltó un toque de queda. No cogían el teléfono y se presentaron con dos horas y media de retraso. Pusieron en peligro toda la misión".
Otras ayudas
¿Qué puede hacer alguien que tenga buenas intenciones sin competencias técnicas? "Es importante poner a quien quiera ser útil en condición de serlo. A veces no hace falta desplazarse, se puede trabajar desde España. Colaborar con una ONG para recaudar fondos, organizar eventos y ayudar en la parte logística son todas tareas fundamentales", explica desde Bruselas Ferran Tarradellas Espuny, portavoz de la comisaria europea por la Cooperación Internacional, la Ayuda Humanitaria y la Respuesta a las Crisis, Kristalina Georgieva.
Fernando Granizo, bombero profesional, que lleva más de 15 años como voluntario, primero de Cruz Roja y luego del Samur, usa una expresión más gráfica: "No todos tienen que mancharse las manos de sangre". Granizo estuvo con Protección Civil en el terremoto de Argelia en 2003 y se fue con un cuerpo de bomberos a India en busca de un español al que finalmente no pudieron rescatar. En conversación telefónica, hace hincapié en la importancia de la formación psicológica para que los voluntarios verdaderamente puedan contribuir: "Se puede tener experiencia de sobra, pero enfrentarse a una catástrofe es otra cosa. Hay que estar preparados para condiciones duras: igual no te puedes duchar durante días y duermes en el suelo. Puede que haya calles llenas de cadáveres".
En algunos casos, una estancia corta vale. "El momento inmediato posemergencia es como un coche parado en la vía de un tren: lo único que cuenta es empujarlo. Ya en los días siguientes lo importante es enseñar a los locales cómo arrancar el coche, no seguir empujándolo", afirma López. Por eso, a juicio del director del CEDEM, pasar dos semanas haciendo voluntariado en un país pobre no aporta casi nada: "El voluntario cambia, la experiencia le aporta mucho, pero lo que no cambia es la situación local. Das clases a niños desnutridos en África, al cabo de una semana te vas, y todo vuelve a ser igual". Un artículo publicado por el diario británico The Guardian el pasado 14 de noviembre instaba a los lectores a que, antes de irse dos semanas de vacaciones a hacer trabajo voluntario, pensaran en el daño que pueden causar: "El crecimiento rápido del volunturismo [turismo de voluntariado] salva las conciencias de los que van sin reflexionar sobre las consecuencias para la gente que se supone que recibe su ayuda".
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