Más que pintura en la pared
Nacho Magro aborda un proyecto de análisis sobre los grafitos - El artista valenciano colabora con la consultora bilbaína Consonni
"El graffiti fue un grito al aire, sin pretensión aparente, que consiguió retumbar en toda la ciudad, propagándose como un virus a través de las líneas de metro neoyorquinas y las paredes y persianas de la periferia". Con esta presentación, la consultora bilbaína Consonni y el artista urbano valenciano Nacho Magro presentan GFL, siglas de Graffiti Liberation Front. La unión se traduce en un proyecto de trabajo para 2011, que incluye la intervención de autores, pensadores o críticos, con el que analizar el mundo de los grafitos y otras manifestaciones de lo que se ha dado en llamar cultura urbana.
GFL dio sus primeros pasos en la última edición del Zinebi, el festival de cortos y documentales bilbaíno, con un ciclo de cine y un debate bajo el título Graffiti y sistema. Puentes y fronteras. La máxima, al menos para Magro, puede ser la siguiente: si los grafitos surgieron a finales de los años sesenta como expresión de un grupo de jóvenes sin expectativas de los barrios de la periferia de Nueva York, su esencia contestaria se evapora al tocar la pared de un museo o una galería, porque su naturaleza es irremediablemente otra. ¿Las pintadas, por tanto, no son arte?
Magro: "No es arte y no lo digo de forma despectiva, todo lo contrario"
El trabajo del inglés Banksy es uno de los principales puntos del proyecto
"El graffiti es acción, salir a la calle a pintar. Si lo metemos en un museo, no aportaría nada más de lo que ya lo ha hecho en una pared. El graffiti no es arte y no lo digo de forma despectiva, todo lo contrario", explica Magro, quien comenzó hace 14 años, cuando todavía era un niño, a hacer pintadas. Con todo, añade que el arte "puede rescatar algunas estructuras del campo del graffiti, como es la transgresión del espacio, la acción, las actividades en la calle, recuperar la ciudad desde abajo..."
El trabajo de Magro se desarrolla de forma paralela en la calle y en el aula. Ha impartido talleres en facultades de Bellas Artes e institutos, además de colaborar con varias revistas y universidades.
"Cuando salía con mis amigos a pintar empecé a preguntarme por el medio que estaba utilizando. Luego entré en Bellas Artes, y desarrollé un discruso crítico sobre lo que hacíamos", recuerda.
El nombre de Banksy no tarda en aparecer en la conversación. El grafitero inglés de identidad desconocida hace tiempo que irrumpió en el mundo del arte urbano. Pintar, por ejemplo, a una niña vestida de rosa que cachea a un soldado en el muro que separa Israel de Palestina le ha llevado a las casas de subastas más famosas, donde 10 trabajos suyos se han vendido por 700.000 euros.
"Banksy es uno de los ejes del proyecto, en la medida en si ha sido una victoria o una derrota para el arte en la calle. Nos ha abierto muchas puertas y gracias a él se ha despertado la atención del público", incide Magro. "También ha traído cosas malas, como la mercantilización, aunque he de decir que el mercado siempre se ha fijado en Banksy, pero nunca al contrario", concluye.
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