Un jugoso mercado, a cambio de aceptar la censura del Gobierno
Pekín tiene uno de los sistemas de control de Internet más sofisticados del mundo
China cuenta con más de 350 millones de internautas y un mercado de búsquedas en la Red cifrado en 1.000 millones de dólares en 2009, que se prevé que llegue este año a 1.500 millones. La tarta es jugosa. Y ninguna de las grandes compañías de Internet del mundo, como Google, Microsoft y Yahoo quiere renunciar a un pedazo.
Pero sentarse a la mesa de Internet en China, junto a competidores locales como Baidu y Sina, tiene un precio: hay que someterse a los dictados del Gobierno y censurar lo que Pekín no quiere que lean, vean u oigan sus ciudadanos, ya sea sobre la independencia de Tíbet, Taiwan, el movimiento de inspiración budista Falun Gong o la matanza de la plaza Tiananmen en 1989.
Todas las compañías se han mostrado dispuestas a mirar hacia otro lado y se han plegado a las exigencias en aras del negocio. Hasta ahora. Google, que opera en China desde 2006, ha anunciado que dejará de cooperar con la censura y podría cerrar su negocio en el país asiático en respuesta a las limitaciones a la libertad de información y los ciberataques, con origen en China, sufridos la semana pasada por sus ordenadores y las cuentas de correo de activistas de derechos humanos chinos que utilizan su servicio Gmail.
La decisión de una de las compañías tecnológicas más admiradas del mundo rompe el habitual sometimiento de las empresas extranjeras a las restricciones del Gobierno, y pone de manifiesto lo que todas saben pero a ninguna le gusta plantear en público: la dificultad de hacer negocios en China en un sector extremadamente sensible.
Pekín ha desarrollado uno de los sistemas de control de Internet más sofisticados del mundo, con la ayuda de compañías extranjeras, veta miles de páginas y tiene un ejército de ciberpolicías escudriñando la Red y espiando correos privados. Es la llamada Gran Muralla de Fuego China (Great Firewall of China), que en los últimos meses ha redoblado la censura, con el bloqueo del sitio de vídeos Youtube (perteneciente a Google), la red social Facebook y el servicio de mensajes cortos Twitter.
El sistema utiliza la estrategia de la lista negra. Pero ante la dificultad de poner puertas al campo, los censores están considerando crear una lista blanca, y permitir el acceso en China sólo de aquellas páginas que se hayan registrado previamente. Esto dejaría fuera de uso millones de webs de todo el mundo, muchas de ellas utilizadas a diario para hacer negocios incluso por las propias compañías chinas, por lo que la medida podría acabar en el cajón como le ocurrió al polémico proyecto anunciado el año pasado de obligar a instalar en todos los ordenadores que se vendan en el país un programa de filtrado de contenidos.
El Gobierno chino ha negado en numerosas ocasiones que esté detrás de ningún tipo de ciberataque informático, y Google ha evitado señalarlo como responsable de los recientes asaltos. Pero los expertos extranjeros aseguran que algunos de los incidentes registrados en el pasado parecen ser obra de organizaciones sofisticadas.
Los internautas chinos han reaccionado con sorpresa al anuncio de Google, y rechazo a su posible salida. En una encuesta realizada a más de 14.000 personas en el popular sitio 163.com, el 78% de los participantes se manifestó en contra de la retirada de la compañía estadounidense. El motor de búsqueda de Google tiene una cuota de mercado del 31,3% en China, mientras el grupo local Baidu copa el 63,9%, según la firma Ananlysys International.
Los analistas ven poco probable que el Gobierno se pliegue a las presiones y acepte el rechazo de Google a ser censurado, por temor a que pueda provocar un efecto en cadena y facilite el acceso de millones de personas a información e ideas que pongan en riesgo el monopolio de poder del Partido Comunista Chino.
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