Rumbo al océano de plástico
Un catamarán construido con 12.500 botellas recicladas estudiará la gran mancha de basura que flota en el Pacífico. La expedición Plastiki quiere concienciar sobre la magnitud del problema
La expedición Plastiki se hará a la mar a principios de noviembre en un catamarán de 20 metros construido con 12.500 botellas de plástico y otros materiales de desecho reciclados. Parte de San Francisco (Estados Unidos) camino de Sid¬¬ney (Australia) y al encuentro del mayor vertedero del mundo, que flota a la deriva en medio del océano Pacífico septentrional. Los científicos calculan que se extiende por la costa de California, rodea Hawai y llega hasta Japón, aunque su tamaño y profundidad todavía no está determinado con precisión. Contiene plástico. Para más señas, plástico hecho migas por efecto de la radiación solar, lo que le ha valido el calificativo de "sopa". Los trozos, reunidos en esta zona por efecto de las corrientes, son tan pequeños que resultan indetectables por los satélites y, en muchas ocasiones, tampoco por el ojo humano.
Esta especie de blandiblú, que crece y se mueve sin ningún control, sirve de menú a peces y pájaros, que lo ingieren ajenos al peligro que corren. La expedición Plastiki (www.theplastiki.com ) se propone sensibilizar al mundo del gran problema que supone el uso irresponsable de un material como el plástico, que no es biodegradable y que acaba en gran parte en el mar. Es casi eterno si se tiene en cuenta que una botella de plástico puede tardar de 100 a 1.000 años en desaparecer, dependiendo del tipo de plástico del que esté fabricada. La expedición quiere que la basura se empiece a considerar como un recurso, para utilizarla de forma sostenible. El plástico, por ejemplo, es susceptible de tener varios usos antes de deshacerse de él.
"Las botellas con las que hemos construido el barco proceden de la basura. Son las que usamos todos, de esas de refrescos que luego recolecta el departamento correspondiente para su posterior reciclado", aclara el británico David Rothschild, líder de la expedición, que contará con una tripulación de ocho personas elegidas entre científicos, marineros y aventureros. Rothschild, de 31 años, ha dedicado gran parte de su vida a organizar y participar en este tipo de viajes. Es fundador de la organización Adventure Ecology, que informa y conciencia a la opinión pública sobre la situación que sufre nuestro planeta. En uno de sus últimos desafíos cruzó la selva ecuatoriana para advertir del daño que causan las empresas petroleras internacionales tanto en el territorio como en sus habitantes. Sus esfuerzos le han valido el reconocimiento de la ONU, que le nombró Héroe del Clima el pasado Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio).
Ahora, a bordo del Plastiki, se propone navegar más de 10.000 millas y atravesar la mancha de plástico o parte de ella. Cuando la alcance, la tripulación tomará muestras, hará fotografías, filmará, observará y reflejará sus conclusiones día a día en Internet, con la intención de hacerlas accesibles al mayor número de personas posible. Con un sonar rastreará el fondo marino y tratará de determinar el impacto de la contaminación en los patrones de migración de algunas especies.
La expedición empezó a gestarse en la cabeza de Rothschild en 2006, tras leer un informe sobre la fragilidad de los océanos profundos elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). "Me quedé estupefacto con algunas de las estadísticas. Hubo una sobre todo que me golpeó en el cerebro: había una ratio de seis plásticos por cada pieza de plancton en ese océano tan lejano del Pacífico. ¿Por qué no sabíamos nada de esto? ¿Por qué no había llamado nuestra atención?". Fueron estas preguntas las que desembocaron en una expedición que es algo más que un gesto. "No emprenderíamos un viaje de semejante magnitud si no pensáramos hallar una solución. Queremos que jóvenes y mayores piensen en ello, que se conciencien", aclara.
El nombre de Plastiki tiene su origen en una gran hazaña, la expedición Kon-Tiki, que en 1947 y con una balsa movida únicamente por las mareas, las corrientes y la fuerza del viento, atravesó el océano Pacífico para demostrar que los pobladores de Suramérica podrían haber llegado a la Polinesia en tiempos precolombinos. El trabajo científico duro se lo dejan a los investigadores de la NASA y otras instituciones. "Nosotros nos quedamos con la labor de la difusión. Ofreceremos los datos para que la opinión pública pueda llegar a unas conclusiones razonadas", dice Rothschild.
La expedición Plastiki ha necesitado financiación privada para ver la luz (el viaje está cofinanciado por varias empresas, entre ellas la compañía de cosmética Kiehl's y Hewlett Packard). A pesar de que, como sostiene Rothschild, "estamos ante un problema colectivo, en el que Gobiernos, empresas y ciudadanos tienen que trabajar de forma conjunta". Pero algo falla en la esfera política. "Sólo hay que ver el fracaso de los Gobiernos con respecto al Protocolo de Kioto", argumenta. "Nuestros gobernantes no adoptan las decisiones necesarias porque son incómodas. Mi organización trabaja con empresas privadas debido a que pueden cambiar el sistema con mayor rapidez que los Gobiernos".
En todo caso, Rothschild señala que no se trata de catalogar el plástico como el gran enemigo. Lo estúpido, a su juicio, es el uso que se hace del producto. "Si se utiliza, que sea de forma más inteligente". Rothschild está convencido de que "vamos a ver" cómo se obtienen otros tipos de plásticos con aditivos que se biodegradarán y neutralizarán en contacto con el agua salada. Entretanto, la mancha del Pacífico continúa alimentándose con el plástico que no se recicla.
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