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Obama lanzará en julio su 'revolución sanitaria'

"El sistema está roto", advierte Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes

Asegura que el objetivo final es conseguir "una América más sana" y para ello promete tener lista una ley para la reforma sanitaria antes de finales de julio, cuando el Congreso entrará en receso debido a las vacaciones de verano. Nancy Pelosi, presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, ha comparecido hoy ante la prensa junto al presidente Barack Obama para declarar que el sistema sanitario estadounidense "está roto". "No vamos a descansar hasta que consigamos una reforma sanitaria que consiga bajar los costes a las familias americanas y que mejore la calidad y la accesibilidad a la salud de todos y cada uno de los ciudadanos", ha manifestado Obama.

Según el presidente, el actual coste de la salud se encuentra "fuera de control". La reforma es algo "imperativo" que "podemos, debemos y lograremos alcanzar antes de fin de este año", ha indicado Obama. "No descansaré hasta que el sueño de una reforma de atención médica sea una realidad en Estados Unidos".

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Ni Obama ni Pelosi han ofrecido detalles de cómo será esa futura ley de reforma sanitaria, cuyo principal objetivo es dar cobertura médica a los 50 millones de estadounidenses que actualmente carecen de él. "No podemos continuar por el mismo camino peligroso que hemos estado transitando durante tantos años", dijo Obama un día antes en la Casa Blanca. "La reforma no es un lujo que puede ser postergado, sino una necesidad que no puede esperar", añadió. El principal problema que enfrentará su equipo para pasar la ley será el dinero, que se estima entre 1,2 y 1,5 billones de dólares (entre 1,5 y 1,9 billones de euros) durante los próximos 10 años.

Ya hubo un intento -fracasado- de reforma del sistema de salud durante la Administración Clinton (1993-2001). Pero aseguradoras y empresas farmacéuticas temen la anunciada ley de Pelosi. Las aseguradoras, por ejemplo, quieren evitar la creación de un plan de salud gubernamental que competiría directamente con ellas para atraer a trabajadores de clase media y sus familias. Las empresas farmacéuticas temen que los nuevos medicamentos tengan que ser sometidos a pruebas de costes frente a ganancias antes de que sean aprobados. Y finalmente, hospitales y doctores temen que el Gobierno les dicte qué han de cobrar por cualquier paciente, no sólo los ancianos o la gente pobre, ahora cubiertos por el Estado a través del Medicare y Medicaid.

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