Cometas en el cielo
Estos pequeños objetos celestes han despertado la atención de algunos de los más grandes pensadores y científicos de todos los tiempos
Los cometas son fascinantes y si uno lee en el diccionario, eso significa que deslumbran, hipnotizan, alucinan, obnubilan, hechizan, seducen, asombran y sugestionan. Los cometas, los más espectaculares y visibles a simple vista, se nos aparecen en el cielo como manchas difusas de las que nacen dos largas colas que pueden alcanzar una extensión de millones de kilómetros. Esa mancha, que recibe el nombre de coma, y las colas están constituidas por una mezcla de gases y polvo que refleja la luz que recibe del Sol. Como fuente de todo ese material, "escondido" en esa "nube" de polvo y gas, se encuentra el núcleo, un pequeño cuerpo sólido, con un tamaño del orden de dos kilómetros, que no es sino un conglomerado de hielos, principalmente de agua, y polvo (mayoritariamente silicatos y material orgánico).
Sabemos que los núcleos cometarios se formaron a temperaturas muy bajas (-220º C) en la región del Sistema Solar más allá de Júpiter
Esa descripción, breve y aparentemente simple, representa una historia de al menos dos mil años, y la contribución y el esfuerzo de un gran número de pensadores y científicos. Esos pequeños objetos han sido atención, no en vano, de algunos de los más grandes pensadores y científicos de todos los tiempos, desde Aristóteles y Séneca hasta Brahe, Kepler, Newton, Laplace, Gauss y Bessel, por mencionar a unos pocos. Gracias a ellos, los cometas han dejado de ser fenómenos atmosféricos, mensajeros de desgracias, para convertirse en objetos celestes que nos visitan periódicamente y que pueden contener información clave para entender cómo se formó nuestro Sistema Solar.
La importancia del estudio de los cometas empezó a revelarse a mediados del siglo pasado, cuando se realizaron estudios sobre su origen y se establecieron las bases sobre su naturaleza. Hoy en día, gracias especialmente a la exploración espacial, a la utilización de las técnicas de observación más modernas y al desarrollo de modelos dinámicos y termofísicos sofisticados, sabemos que los núcleos cometarios son cuerpos que debieron de formarse a temperaturas muy bajas (-220º C) en la región del Sistema Solar más allá de Júpiter. Desde allí, los que se formaron entre Júpiter y Saturno, fueron dispersados dinámicamente hasta los confines del Sistema Solar, formando lo que se conoce como nube de Oort, de donde regresan cuando son perturbados, principalmente, por pequeñas interacciones con el resto de nuestra galaxia. Los que se formaron más allá de Neptuno residen allí y cuando algo los perturba entran en la parte interna del Sistema Solar, donde empiezan a moverse rápidamente bajo la influencia de Júpiter. Cualquiera de ellos, cuando pasa cerca del Sol, sublima sus hielos y el gas liberado arrastra las pequeñas partículas de polvo, formándose la coma y las colas.
Su pequeño tamaño los ha mantenido a salvo de procesos térmicos y geológicos significativos y es por ello que se piensa que su composición y estructura contienen información valiosa para entender cómo se empieza a formar el Sistema Solar a partir del colapso de la nube molecular en la que se origina. Los cometas representan, posiblemente, una de las primeras etapas en la formación de nuestro sistema planetario.
Desconocimiento de su composición
Sin embargo, aún es largo el camino a recorrer para extraer esa información. Actualmente, aunque hemos avanzado mucho, no conocemos con detalle la composición de los cometas, principalmente el inventario de los compuestos minoritarios, auténticos trazadores de su historia química, ni tampoco su estructura, cómo son por dentro, ni su densidad, información necesaria para conocer su evolución física. Sólo tenemos ideas aproximadas y en ello se trabaja actualmente. Con ilusión se espera la llegada de la nave Rosetta (ESA) al cometa Churyumov-Gerasimenko. Esta misión, en la que España participa, nos proporcionará datos de ese cometa durante más de un año a partir de 2014.
En cualquier caso, siempre seguiremos maravillándonos y sorprendiéndonos cuando alguno despliegue su majestuosidad en el cielo o cuando algún pintor, como Giotto, nos lo represente en obras como La Adoración de los Reyes Magos. Es mucho lo que le debemos a los cometas. De su estudio hemos heredado el conocimiento sobre la naturaleza del viento solar o la misma teoría de la Gravitación Universal. Incluso, honrando ahora el 150 aniversario de su publicación, hay quien sugiere que los cometas son la auténtica razón que permitió a Darwin escribir El Origen de las Especies, a mí escribir este artículo y a usted elegir el leerlo o no, entre otras cosas. Y es que hay quien piensa que los cometas son portadores de vida o, al menos, de material biogénico. Ya me dirá si los cometas, su naturaleza y lo que representan, resultan, pues, fascinantes.
Pedro J. Gutiérrez pertenece al Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC)
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