Las 'dietas milagro' pueden degenerar en obesidad
Una alimentación desequilibrada o escasa hace que el cuerpo acumule más grasas cuando se retoma la forma de comer habitual
La luna afecta a las mareas. Cualquiera que viva en la costa ha visto desde niño cómo la mar sube mucho más cuando hay luna llena y cómo la pleamar en luna nueva es más baja. Lo que no parece tener una base científica es que afecte a la forma en la que el cuerpo absorbe líquidos. Sin embargo, hay quien defiende esta teoría para argumentar que se puede perder peso comiendo según las fases de nuestro satélite.
Es una de las famosas dietas milagro que consiste en ayunar durante uno o tres días que han de coincidir con el cambio de ciclo lunar. Durante ese período no debe ingerirse ningún alimento, a excepción de líquidos sin azúcar porque el organismo metaboliza los alimentos a un ritmo más lento, igual que el nivel del mar sube menos.
Los defensores de este régimen aseguran que se pierden hasta tres kilos y que no se recuperan ni se corre ningún riesgo para la salud. ¿Es cierto? Normalmente no. Las dietas milagro se caracterizan por comer muy poco, por lo que parecen ser efectivas pero sólo es eso, apariencia. Al dejar de comer o ingerir muy pocas calorías el cuerpo aprovecha las reservas que tiene almacenadas en los músculos. Lo que se pierde no es grasa sino masa muscular, muy rica en agua, por lo que el peso baja de forma muy rápida y llamativa. Al mismo tiempo, esa restricción drástica de nutrientes desequilibra completamente el metabolismo.
Conducen a la obesidad
Cuando la persona ha conseguido su objetivo hace dos cosas: se lo cuenta a todos los familiares y amigos (por lo que su fama se extiende) y vuelve a comer de forma normal. Entonces el organismo "no sabe si ha terminado una época de escasez o si estábamos intentando perder peso", afirma la doctora Clotilde Vázquez, directora de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del hospital Ramón y Cajal de Madrid, "por lo que activa mecanismos para hacer frente a una nueva falta de energía y almacena reservas". Se activan potentes mecanismos nerviosos y hormonales que provocan un mayor rendimiento del metabolismo, un mayor ahorro energético y se incrementa el apetito.
Por eso, estos regímenes favorecen una recuperación muy rápida del peso perdido, e incluso, hacen que se ganen más kilos que en lugar de ser de músculo son de tejido graso, que puede originar problemas de salud. Gracias a una dieta severa se puede llegar, como señala la doctora Vázquez, a la obesidad. "Se desequilibra tanto el organismo que luego se recupera más peso del que se ha perdido y siempre es de grasa".
Félix Lobo, director de la Agencia Española para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición (AESAN), remarca que la obesidad no es un problema de estética sino un problema de salud grave que podría llegar a invertir la esperanza de vida y que futuras generaciones vivan menos que la nuestra. "Según los estudios de la Organización Mundial de la Salud, si no se acaba con la obesidad, nuestros nietos, o incluso nuestros hijos, podrían llegar a vivir menos que nosotros". Esto se debe a que las personas con una obesidad grave (cuando su índice de masa corporal, que resulta de dividir el peso por el cuadrado de la altura, es superior a 30) tienen una menor esperanza de vida y un riesgo alto de sufrir enfermedades cardiovasculares o diabetes de tipo 2. En estos casos hay que acudir a un médico que estudie el problema y vigile de cerca la alimentación del enfermo.
¿Cómo distinguirlas?
Las dietas mágicas son muy fáciles de distinguir: prometen perder peso de forma muy rápida (más de 5 kilogramos por mes, aunque algunas llegan a asegurar que se puede perder ese peso en una semana o cuatro o cinco días), sin esfuerzo y sin riesgos para la salud. Según la doctora Vázquez, es cualquier dieta que no permita una ingesta mínima de entre 20 o 25 calorías por kilo de peso real y nos haga perder más de un kilo a la semana.
María Victorina Aguilar, directora del departamento de Nutrición, Bromatología y Toxicología de la Universidad de Alcalá, advierte que "suelen estar agazapadas tras nombres de clínicas famosas, de médicos más o menos conocidos o de dirigentes políticos, actrices, etcétera, que las utilizan, con lo que pretenden avalar la información inexacta cuando no engañosa, jugando con la credulidad de la gente y su bolsillo. No hay que olvidar que tras muchas de estas dietas hay negocios muy lucrativos. Por poner un ejemplo, en España se gastan más de 2.000 millones de euros en este tipo de dietas o 37 billones de dólares anuales en EE UU". Y su aparición es mayor cuando se aproxima el buen tiempo y la operación biquini, momento en el que muchas personas quieren perder los cuatro o cinco kilos que han cogido durante el invierno, ya que, como afirma la profesora Aguilar, "proliferan las publicaciones que ofrecen la promesa de perder mucho peso en poco tiempo y sin riesgo para la salud".
Nada más lejos de la realidad. Estas dietas son muy nocivas porque, según los nutricionistas, pueden provocar (dependiendo de la que se realice) deficiencias de proteínas, vitaminas y minerales por la falta de consumo de alimentos, sobrecargas hepáticas o renales, debilitamiento del sistema inmunológico, un mayor riesgo de sufrir enfermedades como la osteoporosis o problemas cardiovasculares. Y, más allá del riesgo físico, pueden producir efectos psicológicos negativos con episodios de depresión o de ansiedad debidos a la sensación de estar atrapado en un círculo vicioso de dieta, adelgazamiento y aumento de peso o incluso degenerar en trastornos del comportamiento alimentario (anorexia o bulimia) al no conseguir la meta deseada.
Hay que adelgazar comiendo
La AESAN ha incluido en su página web un apartado dedicado a las dietas milagro y defiende que un sistema de alimentación equilibrado y ejercicio físico es la única manera saludable de controlar el peso. En palabras de su director, "no se trata de algo de cuatro o cinco días, sino de comer de forma saludable toda la vida. Por eso no nos gusta hablar de dietas. La comida debe ser algo lúdico, divertido, y no una carga".
Una alimentación equilibrada en la que, como mucho, se reduzcan un poco las raciones, y basada en un desayuno fuerte y una cena muy ligera, que se limite a frutas o ensaladas, es la que defiende la doctora Vázquez, además de un ejercicio moderado para perder el poco peso que pueda sobrar. La nutricionista del Ramón y Cajal recuerda que el peso "es sólo un indicador más. La gente no debería obsesionarse por lo que marca la báscula, sino comprobar cómo le queda la ropa, si está más o menos hinchada. Los kilos no son la única señal de que estamos adelgazando", e insiste en que "hay que adelgazar comiendo. Muchos de mis pacientes me dicen que comen más con la dieta que les ponemos que con la alimentación que les hizo engordar. Es cierto, comen más cantidad pero de cosas diferentes".
Los expertos coinciden: las dietas milagro no sirven para nada y, además, son nocivas. La información se extiende por la Red y, sin embargo, cada verano el fenómeno se repite y se multiplica. El director de la AESAN defiende la importancia de la educación: "nosotros estamos desarrollando en varios institutos de seis Comunidades Autónomas el programa Pegaso para enseñar a los niños a comer de forma saludable. No tiene una relación directa con las dietas milagro, pero sí puede evitar que estos niños recurran a ellas cuando sean mayores". También añade que hay que aprender a aceptar que las personas somos diferentes y que cada uno tiene un cuerpo "con unas características propias. No debemos aceptar la estandarización que se nos vende desde algunos sectores para los que estar delgados es garantía de éxito. Eso es lo que lleva a muchas personas a buscar milagros y atajos que no existen".
Dietas hipocalóricas desequilibradas
Estas dietas provocan un efecto rebote, caracterizado por una rápida ganancia de peso, que se traduce en un aumento de masa grasa y pérdida de masa muscular. Esto obedece a que el metabolismo se adapta a la disminución drástica de la ingestión de energía mediante una disminución del gasto energético. Suelen ser monótonas y presentan numerosas deficiencias en nutrientes, sobre todo si se prolongan durante largos períodos de tiempo. Por ejemplo, destaca la dieta de la clínica Mayo, aunque la famosa clínica estadounidense ha desmentido en varias ocasiones que esté relacionada con ella, que reduce las calorías a 1.200 al día. Prohíbe los lácteos y su alimento básico son los huevos, con lo que tiene un alto contenido en colesterol.
Dietas disociativas
Se basan en que lo que contribuye al aumento de peso es el consumir los nutrientes en determinadas combinaciones. No limitan la ingesta de alimentos energéticos, sino que pretenden impedir su aprovechamiento como fuente de energía con la disociación. Esta teoría carece de fundamento científico y los resultados obtenidos sólo obedecen a un menor consumo de energía. Por ejemplo, la dieta de Hay o Disociada: se inicia en 1900 o 1920. Sostiene la teoría de que los hidratos de carbono no pueden ser consumidos junto con las proteínas, ya que las proteínas se digieren en medio ácido y los hidratos de carbono en medio alcalino. En principio, este tipo de consumo es casi imposible porque no existen alimentos que solamente contengan proteínas o hidratos de carbono.
Dietas excluyentes
Se basan en eliminar de la dieta algún nutriente. Estas dietas pueden ser ricas en hidratos de carbono y sin lípidos y proteínas, como la dieta Dr. Pritikin; ricas en proteínas y sin hidratos de carbono (como la dieta de Scardale o la dieta de los Astronautas) que producen una sobrecarga renal y hepática muy importante; y por último dietas ricas en grasa, que se conocen como dietas cetogénicas, como la dieta Atkins, que pueden ser muy peligrosas para la salud, produciendo graves alteraciones en el metabolismo.
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