Medio Ambiente advierte de los riesgos del cambio climático en vísperas de entrar en vigor Kioto

España será uno de los países más vulnerables al cambio climático: según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente presentado en la víspera de la entrada en vigor del Protocolo de Kioto, dentro de 50 años la temperatura media podría subir hasta siete grados en verano y el nivel del mar aumentar hasta un metro, de manera que desaparecerían algunas playas y se inundarían zonas construidas.

Además, el cambio climático puede provocar en España una disminución de las precipitaciones y de la disponibilidad de agua, una reducción de la productividad de las aguas pesqueras, desajustes entre animales predadores y sus presas, pérdida de biodiversidad, aumento de catástrofes naturales e importantes afecciones sobre la salud humana.

Estas son algunas de las conclusiones de un estudio sobre los impactos en España del cambio climático, elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente y la Universidad de Castilla-La Macha y que se ha presentado hoy,. El estudio baraja la posibilidad de que las emisiones de gases que producen el efecto invernadero sean en 2100 un 120% superiores a las actuales; o bien puede que esas emisiones aumenten a un ritmo menor y al final del siglo sean el doble que en la actualidad.

A consecuencia de ello, en el interior peninsular, las temperaturas aumentarán entre 4 y 7 grados en verano y entre 2 y 4 en invierno. En la periferia de la península y en Baleares, el calentamiento será dos grados menor que en el interior, y en Canarias tres grados menor en verano y dos grados menor en invierno. Las precipitaciones aumentarán en el noroeste y disminuirán en el sureste, aunque en verano el descenso será "máximo".

Cambio en los cultivos

Esta variación en las condiciones climáticas hará que los cultivos de la región atlántica aumenten su productividad mientras que en la vertiente mediterránea sufrirán los efectos de la menor disponibilidad de agua. El calentamiento afectará también a animales y plantas, ya que favorecerá la expansión de las especies invasoras al tiempo que algunos ecosistemas acuáticos continentales pasarán de ser permanentes a estacionales y otros desaparecerán. Esta circunstancia, a su vez, provocará desajustes entre animales predadores y sus presas, por lo que cambiarán las rutinas de algunas especies (por ejemplo, las migraciones o la reproducción), lo que puede acarrear una mayor virulencia de los parásitos.

El principal problema en las regiones costeras es el posible ascenso del nivel medio del mar, de entre 10 y 68 centímetros, aunque podría llegar incluso a un metro. Las zonas más vulnerables serán los deltas y podrían causar la pérdida de un importante número de playas sobre todo en el Cantábrico, así como la inundación de buena parte de las zonas bajas costeras (como el delta del Ebro, Llobregat, Manga del Mar Menor o la costa de Doñana).

Todo ello puede tener también efectos sobre la salud humana: los investigadores auguran un aumento de la mortalidad por las olas de calor, que serán más frecuentes y más intensas, y es previsible un aumento de enfermedades transmitidas por mosquitos (dengue o malaria) o por garrapatas (encefalitis), así como un agravamiento de los problemas causados por las altas concentraciones de contaminación en la atmósfera.