De Microsoft a las estrellas en nave espacial
Uno de los fundadores del gigante informático sufraga el primer vuelo privado al espacio
La empresa estadounidense Scaled Composites ha anunciado hoy que el próximo 21 de junio realizará el primer vuelo espacial privado de la historia. La nave, un híbrido entre cohete y avión, traspasará la barrera de los 100 kilómetros de altitud, considerada el límite de la atmósfera terrestre. Ese vuelo suborbital será el primero conocido organizado y sufragado por inversores privados y no por un Gobierno. Y detrás está el dinero de uno de los fundadores de Microsoft.
Paul G. Allen fundó Microsoft en 1976 junto con, entre otros, el archiconocido Bill Gates. Años después dejaría la empresa informática, tras serle diagnosticado una enfermedad muy grave de la que logró recuperarse, pero su participación accionarial en el gigante del software le ha mantenido en torno al quinto puesto de los hombres más ricos del mundo, según la lista de la revista Forbes. Allen, de 51 años, ha empleado parte de su fortuna en obras filantrópicas (es uno de los 15 inversores desinteresados más importantes de Estados Unidos), posee un equipo de fútbol americano (los Seattle Seahawks) y otro de la NBA (los Portland Trail Blazers), y acciones en muchas otras empresas, entre ellas el estudio de cine DreamWorks SKG (el de Steven Spielberg).
El dinero de Allen ha servido para financiar este proyecto y construir la nave espacial en cuestión, que se llama así, Nave Espacial, pero en inglés (SpaceShip). Se asemeja al cohete en el que Tintín voló a la Luna, una mezcla entre avión y trasbordador de la NASA, con muchas ventanitas en el morro cual queso gruyere. La intención de los promotores es, una vez probado que el vuelo es seguro, vender viajes turísticos al espacio.
La nave ya ha realizado un vuelo de prueba que ha superado los 64 kilómetros de altitud, un récord para la aviación privada. Y ahora quiere llegar a los 100 kilómetros para completar el primer vuelo suborbital, es decir, por encima del límite de la atmósfera, pero sin alcanzar la velocidad suficiente como para ponerse en órbita (algo más costoso y arriesgado).
Para llegar hasta allí, será transportado hasta los 15.000 metros de altitud por un avión nodriza; entonces, la nave encenderá sus motores durante 80 segundos, y alcanzará una velocidad tres veces superior a la del sonido. Y con el morro mirando al cielo. Así, en cuestión de minutos saldrá de la atmósfera. Una vez completado el reto, se dejará caer de nuevo hacia la Tierra, donde aterrizará como un avión normal. Tres minutos sin gravedad (en un vuelo de 85 minutos, aunque sólo 25 sin el avión nodriza) y un firmamento oscuro y lleno de estrellas son los grandes alicientes que la empresa pretenderá vender luego a los turistas espaciales (tres por trayecto).
El nombre del piloto (el único ocupante de la nave en esta ocasión) aún no se conoce, pero si no se producen contratiempos, el día en el que comienza el verano, en uno de los desiertos más abrasadores del planeta, el californiano Mojave, se convertirá en el primer hombre en volar al espacio sin respaldo de un Gobierno.
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