La desaparición del vagabundo filósofo, el viral más extraño de China
Las lecciones y citas espontáneas de Shen Wei han sumado decenas de millones de visitas en las redes sociales del país asiático. Cansado de la atención mediática y tras rechazar ofertas publicitarias astronómicas, ha huido sin dejar rastro.
“Me voy a buscar refugio”. Esas fueron las últimas palabras pronunciadas en público por el vagabundo de 52 años que se ha convertido en la gran sensación viral de 2019 en China, una especie de reencarnación milénica del personaje interpretado por Robin Williams en El rey pescador, pero con el reciclaje de basura como Santo Grial. Así de escueto y conciso respondía a un testigo de su adiós antes de subirse a un Mercedes de color blanco y desvanecerse en el país más poblado de la tierra. Poco después de aquello, lo único que quedaba en la oficina abandonada que ocupó durante décadas era una educada nota: “Mr. Shen está exhausto, tanto física como mentalmente, y estará fuera un tiempo. ¡Gracias!”. Durante los últimos tres meses, hasta allí han peregrinado centenares de personas en busca de la iluminación del calificado como Gran Maestro Vagabundo. Shen Wei, su nombre de pila, es un fenómeno en todo el país por una sorprendente locuacidad y lucidez filosófica, recogida por decenas de usuarios que han inmortalizado y compartido vía streaming sus citas y reflexiones en las redes. Su paradero hoy sigue siendo un misterio.
El discurso del mediático tutor errante ha sido visto y analizado por decenas de millones de personas gracias a plataformas como TikTok o Weibo, que han hecho de los vídeos de corta duración el formato más exitoso en China con más de 550 millones de usuarios. El pasado marzo, sus reflexiones de libros como Las cuatro lecciones de Liao Fan eran atendidas y grabadas por decenas de personas que desde primera hora de la mañana acudían a su barrio para rendir culto en su misa improvisada. Muchos de ellos, influencers que buscaban aprovechar la ola mediática para ganar seguidores a su costa según sostiene The Washington Post. Shen no tiene cuentas en las redes sociales. Ni siquiera un smartphone de su propiedad.
El fenómeno fue tal que, por razones de seguridad, la policía se vio obligada a acordonar el espacio ocupado por Shen e instalar una valla de madera a su alrededor. Estas medidas no desalentaron a sus seguidores, agolpados cual legión adolescente en una firma de discos de OT, dispuestos a escuchar sus citas de filósofos y escritores como Aristóteles, Confucio o Dante. A pesar de la barba enmarañada, el pelo mugriento y su ropa raída, un profundo conocimiento de estas materias ha hecho de él un inusitado referente vital en un país cada vez más individualista. Un éxito fuera de control desde que uno de los vídeos subidos a la red delató su localización real. La misma en la que ha vivido los últimos años y que se ha visto obligado a abandonar por la presión diaria de peregrinos y medios de comunicación. “Sé que la gente me está tratando como a un mono. Nadie viene a verme con un corazón puro. Lo hacéis por el dinero”, afirmó el vagabundo.
Una vez saltó a la fama, la prensa del país asiático no se detuvo hasta que consiguió desentrañar todas las claves de la vida pasada del hombre cuyos sermones reunían la atención de medio país. Criado en una familia de clase media de Shangái, Shen se dedicó desde pequeño a recoger basura y a vender lo que pudiera tener algún valor para comprar libros. El periódico Chengdu Economic Daily desveló que fue a la universidad y que después consiguió un trabajo en una oficina gubernamental en un distrito de la ciudad. En 1993 lo despidieron por “comportamiento anormal”, entendiendo como tal el reciclaje de basura de las papeleras de la oficina y la recuperación del papel usado. Sus superiores pensaron que estaba loco y fue hospitalizado un par de ocasiones en un centro psiquiátrico. Tras ser desahuciado en 2002, Shen decidió vivir en la calle y hacer de la limpieza de la ciudad su forma de vida. “Estaba destinado a ello. Admiro a Gandhi y quiero tener una vida ascética como él”, contó al canal Red Star News. No tiene ningún contacto con sus familiares, y el gobierno de Shanghái asegura que desde 1993 se le abona una mensualidad con motivo de la baja por enfermedad cercana a los 300 dólares (unos 266 euros). También han confirmado que revisarán la continuidad de estos pagos a partir de ahora.
Antes de abandonar definitivamente la que ha sido su casa durante los últimos 26 años, una oficina de un almacén abandonado situada en un barrio pobre de los que no aparecen precisamente en las guías de viajes editadas por Lonely Planet, Shen intentó disipar la atención cambiando su aspecto. Se duchó y afeitó, además de estrenar una chaqueta negra. El hechizo no surtió efecto, ya que unas horas más tarde las plataformas digitales ya se habían hecho eco de su cambio de imagen. Como si de una estrella del deporte se tratara, este líder sin vocación de serlo ha propiciado la creación de un negocio alternativo de mercadotecnia. Un hoja de papel con diez palabras escritas a mano por él se vendió en una subasta por más de 13.000 dólares y una mujer que afirmaba ser su novia consiguió más de 400.000 seguidores en la red social TikTok en solo cuatro días.
El Gran Maestro Vagabundo ha desaparecido sin dejar rastro, habiendo rechazado ofertas de publicidad con cheques astronómicos y una fama digital tan millonaria que podría ser el sueño húmedo de cualquier aspirante a instagramer. Se ha ido renegando de todo eso, y de Internet, que, según él, “no le ha traído más que problemas”. Quizá la lección más valiosa del maestro evaporado sea la que ahora se niega a ofrecer. Hace unos días, ya dio pistas sobre el epílogo de esta historia digna de adaptación cinematográfica: “Por educación yo no rechazo a nadie pero, si de verdad os preocupáis por mí, por favor, leed más libros”.
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