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¿Todavía existen los amores de verano? (más allá del cine)

El cine los ha convertido en mito y la música les ha puesto banda sonora. Amor y verano una de las parejas más deseadas y frágiles cuando llegan los días de sol y de playa.

grease

Seguro que todos recordamos aquellas primeras imágenes de Grease, con Sandie (Olivia Newton-John) y Danny (John Travolta) viviendo un romántico amor de verano a la orilla del mar mientras se escucha de fondo la melodía Love Is Splendored Thing. ¡Ah el verano! Esa estación donde la felicidad se transforma en un mandato a cumplir rajatabla, en una necesidad o búsqueda infatigable como si fuera nuestro Santo Grial. Un imperativo donde nuestro corazón se agita mientras se disparan las hormonas del deseo sexual como un alegre carnaval. Paseos románticos bajo la luna de agosto o noches de fiebre sobre la pista de baile. Todo es posible y deseable.

¿Qué tiene ese tiempo de felicidad donde a menudo se producen acontecimientos o hechos que transforman o perturban nuestra vida? Los amores de verano forman parte de ese paisaje tumultuoso, donde la temperatura amorosa, como la ambiental, sin duda es el valor más en alza. Un tiempo de nuestras vidas en el que mudamos las reglas y las rutinas. Los psicólogos hablan de una estación donde intercambiamos nuestros roles y buscamos en la diferencia, la norma de actuación en un periodo de tiempo señalado por la libertad. Hasta algún estudio de investigación ha señalado la base científica de los amores de verano relacionando el aumento de la testosterona, la llamada hormona  del deseo  sexual, con los meses de verano frente al resto del año.

El cine, la literatura y la música han contribuido en gran medida a esta mitificación del llamado o conocido como 'amor de verano'. Solo una relación de canciones donde aparecen las palabras amor y verano nos llenaría el listín de la guía de teléfonos. Hasta hemos celebrado, desde que se proclamara por primera vez en 1967, varios 'Summer of Love' forjando esa alianza eterna entre los meses del sol riguroso y los corazones hambrientos de amor.

Amor, verano y baile, los tres ingredientes de la mítica Dirty Dancing.

Everett Collection

La pantalla nos ha dejado algunos de los grandes títulos del cine romántico de “amor y playa”. Por poner solo algunos ejemplos, señalemos entre los más populares, Verano del 42 (Robert Mulligan, 1971) donde un adolescente realiza su aprendizaje sentimental –y sexual– en la isla de Nantucket, mientras pasa las vacaciones de verano, con la mujer de un piloto que combate en  la Segunda Guerra Mundial. Una historia de amor imposible enmarcada en un verano que nunca más se repetirá subrayada por la música inolvidable de Michel Legrand. A otro nivel pero también con la estación soleada como gran escaparate anímico pululan los amores veraniegos del cine del director francés y apóstol de la Nouvelle Vague, Eric Rohmer, con sus héroes y heroínas debatiéndose entre la razón y la pasión amorosa en bikini y bañador. Luego, por supuesto, están títulos como Dirty Dancing, Mi chica, Grease y un largo etc, donde el verano es el contexto necesario para que los protagonistas se enamoren.

Además del cine y la música, la literatura puede ser una buena fuente de inspiración para predisponernos a un amor veraniego. El verano del 13' puede ser un buen momento para releer El Gran Gatsby de F.S. Fitzgerald, que nos traslada a 1922 con una romántica historia de amor estival protagonizada por el enigmático y oscuro Jay Gatsby y su deseo de revivir un amor imposible. Si la inspiración nos llega más fácilmente con la literatura nacional otra obra dedicada al amor de verano es El camino de los ingleses, de Antonio Soler.

Demasiados cortos o demasiado intensos. Irresistibles y perecederos. Amores de verano que se viven en presente porque el futuro es imperfecto. Algunos acaban formando parte de nuestras vidas. Otros serán fácilmente olvidables. Quizás, porque en el fondo, no eran verdaderos.

El verano, esa estación perfecta para el primer beso. (Mi chica, 1991)

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