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Seapunk, el ‘kitsch’ oceánico

El seapunk nació como subcultura en la Red y alcanzó el mainstream cuando Rihanna se apropio de él. ¿Movimiento filosófico o moda hipster? Hablamos con sus fundadores. 

Seapunk

Ocurrió a las 10.50 del 1 de junio de 2011. El dj de Brooklyn Julian Wadsworth (alias Lil Internet) compartió en Twitter lo que parecía un sueño profético. «Una cazadora de cuero seapunk con percebes donde solía haber tachuelas», escribió. Recibió 36 retuits. Suficientes para que una cohorte de amigos, liderados por los veinteañeros Shan Beaste (Zombelle) y Albert Redwine (Ultrademon), empezara a debatir bajo la etiqueta #seapunk qué otras cosas podría englobar la nueva tendencia. Entre otros ingredientes, prevalecieron el color azul, la fauna oceánica y la flora tropical, la psicodelia flúor, los smileys, los diseños geométricos, los volúmenes 3D, las pirámides egipcias, las cenefas grecorromanas y la estética new age. En el terreno filosófico, los ideales se resumen en un eslogan: «PLUR» (paz, amor, unidad y respeto, en sus siglas en inglés). Todo ello pasado por el filtro visual de la web 1.0, el sistema operativo Windows 95 y el navegador Netscape: los gráficos pixelados con los que estos nativos de la era digital se criaron y que ahora invocan con nostalgia.

Y el fenómeno se hizo viral. «Si en 2006 el new rave revisitaba los últimos años 80 y los primeros 90, el seapunk bebe de los últimos 90 y los primeros 2000», sintetiza el diseñador catalán Roberto Piqueras, acaso el más venerado entre los seapunkers, quien sitúa el germen de su rápida propagación en otra red social. «Se convirtió en conversación global gracias a Tumblr», relata. La red quedaría así como la patria chica del seapunk, el lugar en el que, como reza su principal consigna, «los sueños IRL [in real life] se convierten en realidad URL».

Desde Chicago, la cantante y compositora de pelo azul Zombelle, ideóloga del seapunk, advierte que el hashtag solo puso nombre a un «paraíso digital de estética oceánica» alrededor del que ella y su novio, el dj y productor de pelo turquesa Ultrademon, llevaban meses creando música y arte. Juntos fundaron los pilares más reconocibles del movimiento hasta la fecha: la marca de ropa Mainframe y el sello discográfico Coral Records Internazionale, con el que él acaba de lanzar su primer elepé. «Es un álbum conceptual en el que yo, el autor, defino el seapunk», aclara.

Pese a que algunos críticos musicales asocian un sonido a esta estética (a saber: un estilo electrónico que incorpora elementos del house, el tecno, el pop y el r’n’b de los 90 salpicado con efectos acuáticos de aires new age, como «el eco narcótico de las gotas de agua»), Ultrademon lo rechaza: «El seapunk no es un género musical». Tampoco una tendencia. Él prefiere hablar de «una sensibilidad hacia el espíritu humano, algo que no insulte a la inteligencia»; un «estilo de vida» escapista bajo el paraguas teórico del transhumanismo, el movimiento filosófico que se basa en el empleo de la tecnología para mejorar la condición humana.

Lil Internet es más prosaico. Su ideal seapunk podría resumirse en «ir a una playa con conexión a Internet y vivir del subsidio». «Son como comunistas tratando de conquistar el océano», bromeó la cadena MTV, que disgustó a muchos fieles con un artículo en tono sarcástico. «Son chicos tímidos en el cara a cara, pero que en sus perfiles online se muestran seguros y sin prejuicios. La libertad que les confiere la Red es fundamental», dicen los diseñadores Isaacymanu, artífices de un pequeño hito del comercio electrónico español basado en prendas que beben de este «movimiento en pleno desarrollo».

De subgénero alternativo a éxito comercial. En 2012 la bola siguió creciendo. Lady Gaga y Katy Perry se tiñeron el pelo de azul. Anna Dello Russo aplaudió desde su blog. Los diseñadores Proenza & Schouler inauguraron su tienda en la avenida Madison con un vídeo que plagiaba el estilo. Y Topshop incorporó su iconografía en sus diseños. Pero el seapunk no se hizo oficialmente mainstream hasta que Rihanna se apoderó de sus códigos estéticos cuando el pasado noviembre presentó su sencillo Diamonds en una actuación en directo en Saturday Night Live, el programa de televisión de la NBC. Apenas días después, la rapera Azealia Banks lanzó Atlantis, un videoclip con delfines y caballitos de mar que replicaba todos los tópicos del subgénero. Y como se podía esperar de cualquier culto underground, sus miembros se llevaron las manos a la cabeza. ¿Comercial es sinónimo de muerte? «No tengo problema con el mainstream mientras yo tenga control artístico», afirma Ultrademon. «Es guay que ayudaran a poner el foco de atención sobre algunos de nosotros. Pero no me gustaron sus videoclips. Habría estado bien que nos involucraran de forma directa».

Carlos Sáez, cofundador de Cloaque.org, una de las páginas de net.art donde más ha proliferado el seapunk en España, no es de la misma opinión. «Nunca entendí el odio con el que tantos arremetieron contra Rihanna y Azealia Banks por hacer uso de una estética que no pertenece a nadie. Más aún tratándose de un género bastardo. Si abres un Tumblr en el que muestras tus referentes estéticos es para promoverlos y ganar adeptos. Puede que hasta se te premie como precursor. Pero no te da poderes para decidir quién puede usarlo. Si has creado algo que ha llegado al mainstream, aprovéchalo tú que tienes más experiencia que nadie».

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